martes, 26 de mayo de 2009

YO… ¿AL PACINO?

El pasado 18 de Mayo fue mi cumpleaños y la pasé encamado toda la bendita mañana con soledad, no en una aventura erótica, como cuando tenía 19 años, sino solo y enfermo cumpliendo mis 62’s. No sé sí era por la edad o, ¡Carajo! por la edad, pues ya no hay otra excusa, creo; aunque le quedaba una posibilidad a la jodida pandemia del porcino, porque estaba con fiebre y escalofríos, además de los dolores musculares y de las coyunturas óseas. Exactamente como si me hubiera atropellado un camión o después de haber bailado toda la noche con Shakira “Ojos Así”, sólo la partecita que Uds. ya saben, esa con los cascabeles en la cadera.
Y para reanimarme en la noche me di un duchazo y así recibir a mi mejor amigo, Eduardo, quien venía a visitarme a pesar de haberme negado a recibir a todos los que generosamente me llamaron por teléfono para saludarme.
La cena estuvo deliciosa y la conversación mejor, acompañado de mi nieto Raymond, de mi hijo Ernesto y de su esposa Rocío, quienes se encargaron de todo, y además mi amigo.
Pero después, tan pronto me quedé solo, como si hubiese tenido un contrato con la enfermedad, el malestar regresó multiplicado por, no sé, me gustaría decir por un infinito para que así nada pueda superarlo más tarde.
Así que, como me creo sabio, por lo viejo, me auto mediqué y tomé 1000 mgs de Paracetamol, y los dolores y el malestar general desaparecieron.
¿Que querían que haga si estaba en el Perú? ¿Que vaya a Emergencia pasada la medianoche y regrese a mi casa con algodones en los orificios nasales, oídos y otros, y en una caja de madera por una simple gripe? ¿O, en el mejor de los casos, me secuestren y pongan en cuarentena en una pocilga de hospital estatal acusado de portar la “Porcina”, salir en todos los noticieros del día siguiente, para que luego el gilipollas Ministro de Salud se disculpe por la falsa alarma? ¿O llame al Doctor a esa hora para que me recete 1000 mgs de Paracetamol y me cite a su consultorio al día siguiente? “No way José”. Así que, calculando el mal menor, que ahora esta de moda, opté por tomar las dos pastillas y luego me fui a dormir como bebito recién bañado y repleto de leche. Como ven, ya no estaba en mis cabales.
Al día siguiente, temprano, porque no estaba dispuesto a repetir el paliativo sino a curarme, fui a ver al doctor. Y así fue, estrictamente a la letra, yo lo vi pero él no vio nada en mí, a pesar que a esa hora ya todo el malestar había regresado. Me pidió que abriera la boca para verme las amígdalas, me auscultó con su estetoscopio el pecho y la espalda, y yo me dije para mis adentros: “Carambas, este joven doctor esta siguiendo la rutina médica... Él sabe...”, luego tendría que tragarme mis pensamientos.
El Doc me dio unas palmaditas en el hombro y me dijo: “Señor Michaelangelo... Ud. No tiene nada...”
Si el asunto era acerca de dinero hubiera acertado, pero no.
“¿Nada? ¿Nada de qué, Doctor?”
Y sonriendo me dijo muy comprensivo “Ud. está sano... Pero quizás el cumplir 62, como me contó, lo haya deprimido y crea que tiene los síntomas que me dice. Pero como psicoterapia le voy a recetar que tome 1000 mgs de Paracetamol cada 8 horas si es necesario, es inofensivo” y sonriendo me alcanzó la receta. Yo lo miré a los ojos, sonriendo también, pensando: “Fuck you!!! por eso muere tanta gente... en manos de semejantes doctores”
Claro que las pastillas me iban a calmar el malestar, eso lo sabía desde chiquito, pero no era lo que esperaba del matasanos quien fue a una universidad por casi diez años a estudiar una carrera médica; era como si un Ingeniero Civil le dijese a un grupo de albañiles lo obvio: que el concreto va endurecer después de unas horas de vaciado.
Sabía que la droga recetada no me iba a curar, pero, lo peor de todo es que aún no sabía lo que tenía. Así que me fui a ver otro doctor porque, terco yo, sigo creyendo en la ciencia medica aunque desconfíe de mis congéneres.
“Hello… Michaelangelo” me dijo el doctor como saludo de bienvenida, después de haber estado esperando 30 minutos en la antesala de su consultorio. Claro está que en ese intermedio tenía que llenar la ficha médica con mis datos personales, los que fueron del conocimiento del matasanos antes de atenderme.
“Are… you… from… Long… Beach”, agregó balbuceando en un inglés rudimentario.
A lo que respondí en ingles, breve y fluido, lo cual no fue entendido por el galeno. Así que prefirió dar por terminado su intento.
Entonces agregó, más afable y cortes “¿Es Ud. Peruano?”
“Si, doctor, soy más peruano que el Pisco” Contesté tratando de mostrar ánimo, ya que no había vuelto a tomar los calmantes con la intención de que el doctor me viera realmente tal como estaba, y evitar así un mal diagnostico.
Entonces, así, con fiebre y escalofríos, y con los malditos dolores de huesos y musculares, me atreví a bromear; que más me quedaba después de los $30 dólares pagados al veterinario gilipollas anterior y los otros $30 al doctor de ahora.
“Doctor… Soy tan peruano que me dicen ‘Vikingo’…” le dije de manera afable.
“¿Vikingo?...-repitió intrigado y añadió-… Bueno, por la barbita y la cola de caballo que lleva como…”
“No doctor…-le interrumpí, y agregué-… me dicen vikingo porque creen que soy un cruce de vicuña con gringo”.
“Ja, ja, ja” rió el galeno y por un instante me olvidé de mis males.
“Que gracioso es Ud. mi amigo” me dijo tratando de calmar su risa.
“Doctor, sólo le estoy diciendo la verdad” y me mantuve serio, que es la mejor manera de contar un chiste, y agregué: “Pero creo que no es justo, porque de gringo no tengo nada, sólo mi cuenta bancaria”
“Pero Ud. luce como un extranjero, debe ser por los años que vive en… ¿Lon Twist…?”
Y tuve que contener la risa para no avergonzarlo.
“Long Beach, doctor, en California… -le corregí amablemente, e inmediatamente le dije-… Pero haciendo más justicia de mi identidad étnica, me dicen Alpachino”
“Ajá… Ya sé, porque te pareces al actor de “Caracortada ¿no?”
“Ya quisiera doctor, pero la realidad es otra, me dicen Alpachino porque soy un cruce de Alpaca con Chino”
El doctor sorprendido rió hasta toser, y tuvo que salir de su consultorio porque se orinaba ante la presión de querer reprimir la risa provocada de una manera tan repentina.
El galeno regresó después de unos minutos mostrando un rostro afable, en el que podía ver que se había lavado la cara para relajarse, controlar la risa y proseguir con su trabajo.
“No esperaba reírme tanto… -me dijo, y agregó mirando la ficha medica-… y menos de un paciente que tiene 40 de fiebre”
“Doctor, sólo por estos instantes he olvidado la fiebre y los dolores”, le dije y me propuse no decir más bromas.
“Bueno, déjeme decirle algo: ‘la risa es el mejor remedio’, y Ud. se está curando… Por favor abra la boca…” Y el doctor prosiguió con la rutina médica.
Efectivamente, yo estaba con una bronquitis “de los cojones” que para combatirla necesitaba más inyecciones y pastillas de antibióticos que mis bromas y las carcajadas que me iban a producir los pinchazos en mi culo del matador o banderillero que fungía de “enfermero”.
¿Y hoy estoy sano? No. Aún no, pero estoy luchando por sanar.
Al tomar mis medicinas me concentro con la mejor actitud de fe, auto sugestionándome, pensando cada vez que las tomo en que las benditas medicinas me van a sanar, porque realmente creo en el poder mental… ¿Poder mental? Veremos. Ya van cinco días... y ojalá que todo esto sea real y no la ilusión de los últimos estertores de mi mente desde una tumba.

4 comentarios:

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que buen texto! Me gusto mucho el final... interesante

Michaelangelo Barnez dijo...

Dear Carla... Te agradezco la lectura y estoy contento de que te haya gustado.
Besos

Josep Julián dijo...

A veces es bien cierto que las historias reales tienen más gracia e ingenio que las imaginadas y este es un buen ejemplo.
Me gustó conocerte, así por casualidad, como deben ser los encuentros.
Hasta pronto.

Michaelangelo Barnez dijo...

Josep... Estoy alegre que esta casualidad te haya traído hasta mis cuento... No te pierdas
Saludos y... Hasta muy pronto.

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