lunes, 2 de diciembre de 2019

POR SIEMPRE JAMÁS


POR SIEMPRE JAMÁS

por Michaelangelo Barnez

Desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más profundo de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al hacerlo ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono, y sonreímos, sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a compartir nuestras vidas.

El despertador sonó a las 5 a.m. y desde ya hace un tiempo, desde que mi esposa se marchó, era la usual hora de despertar y empezar mi rutina matinal. Aunque hoy era un día especial: La Presentación literaria de mi 5ta novela. Por lo que sabía que iba a ser un día de mucho trajín ya que todos los preparativos que había hecho últimamente tenían que coincidir finalmente y de manera satisfactoria con este día. El local de la presentación, los libros, el menaje para el brindis y su arreglo correspondiente, estaban listos. Además, al mediodía tendría una conferencia de prensa y a las 4 p.m. una entrevista radial. Aun así, junto con mi agente literario, estaba nervioso. Creo que más que la primera vez, en que sin agente me ocupé personalmente de todo el trámite y los arreglos y no tuve el tiempo de ahora, de pensar más en lo que iba decir y en el cómo impactar a mis lectores e invitados. Así, salí de casa a las 7 a.m. con dirección a mi oficina para no regresar hasta culminar la presentación.
En mi auto y en camino a la entrevista, recibí una llamada.
“¡Aló!” dije en mi celular.
“¡Aló, soy María!” Me respondió una dulce voz e inmediatamente asocié el nombre, la voz y abruptamente el recuerdo que me habían provocado.
Sí, era María, la hermosa y obsesiva mujer que había sido mi amante por años, durante mi crisis existencial al cumplir 40 años de edad, hasta que llegó el fatídico día, como era de esperar, que mi esposa se enteró y mi matrimonio estuvo a punto de acabar, de no haber sido por la madures e inteligencia de ella de no lanzarme por despecho a los brazos de quien deseaba, pero no amaba. Sí, era María, quien después de treinta años me traía el traumático recuerdo de una traición conyugal.  
“¡Bueno, ya pasó mucho tiempo!” me dije y fui cortés al contestar. “¡Hola, María, que sorpresa!”
“¡Dany, mi amor, te estuve buscando por años, recorrí todo California y en los Estados a donde iba. Estuve a punto de rendirme, pero, felizmente, hace poco me enteré que estabas en Lima!” Dijo con su peculiar dulce y posesiva vehemencia, sin preámbulos ni preguntar por mi estado marital, que presumo no le importaba. Y añadió “¡Tenemos que hablar, mi amor!” como un ruego imperativo que me conmovió.
“¿María, estás en Lima?”
“¡Sí, mi amor, llegué anoche!”
“¡Wow!” dije para mis adentros, y recordé los tiempos en que ella a pesar de estar casada y tener una pequeña hija, era capaz de arrastrarse por el suelo y lamer mis zapatos si se lo pedía, aunque nunca lo hice, porque me bastaba poseer de ella esa misma disposición de entrega en la cama. Lo que, por otro lado, cuando traté de alejarme de ella después de haber gozado, ambos, sin límites, los placeres de los amantes, María casi enloqueció acosándome por teléfono o rondando mi lugar de labores y hasta mi propia casa. Por eso su vientre fue un dulce pero prohibido pantano por cinco años, cuyo fango sexual me había atrapado.
Hasta que mi esposa se enteró. Durante esos años de infidelidad nunca fui consciente del dolor que podía provocarle. Pero al verla allí, el día D, frente a mí, encarándome mi traición, mi deslealtad hacia el amor que ella me brindaba cada segundo de su vida para hacerme sentir feliz, de haberme apoyado en todos mis proyectos y sueños, de haber compartido el cuidando de nuestros hijos y ella a mí como uno más, y trabajando como la mejor obrera-empresaria del hogar y en su profesión, hizo que toda esa vanidad machista que yo tenía, de poseer una amante joven, hermosa e incondicional para la lujuria, se desvanezca como lo que era, una simple ilusión intrascendente. Jamás vi tanto dolor reflejado en el rostro de mi amada esposa al límite de creer que enloquecería. Yo podía percibir que ella no estaba molesta, no era ira o furia lo que ella sentía, sino un dolor inconmensurable de que su mayor tesoro la haya traicionado. Entonces lloré, lloré junto con ella con un profundo arrepentimiento y le juré que haría todo lo posible e imposible para recuperar su amor. En esos momentos tan difíciles no se habló para nada de “Dios y los pecados” o “por el bienestar de los hijos”, no, solo de ella, yo y nuestros profundos sentimientos verdaderos.
Pero a María no le importó ni no se dio por rendida. Ella volvió a la carga sin importarle las advertencias de mi esposa de denunciarla y encarar su infidelidad ante su marido. Pero ante su obsesiva insistencia yo accedí a verla una vez más.
Cita a la que no fui, sino que desaparecimos de California sin dejar rastros. Sí, mi esposa y yo volvíamos a ser cómplices conyugales y dejamos todo atrás por la salud de nuestro matrimonio. Hasta que…
“¡Estoy en Lima, mi amor, dispuesta a hacer realidad este amor que he guardo con mucho cuidado en mi corazón por treinta años!”
“¡Ok, María, que bien!” empecé diciéndole muy amablemente, sabiendo que ella no aceptaría un “¡NO!” como respuesta. Y añadí “¡Mi secretaria te va a decir el lugar y la hora, para vernos esta tarde!” Entonces le pasé mi celular a mi secretaria a la vez que le pedía con señas y frases entrecortadas que cancelara la entrevista radial. Así, con esa actitud, creía yo, le enviaba un mensaje que no le daba muchas esperanzas de nuestro encuentro.
Esa tarde en el restaurante en donde esperaba a María vi entrar a una radiante mujer. "Oh, que sorpresa" me dije en silencio al verla, porque era María, quien a pesar de sus ya cercanos 60 años de edad estaba más hermosa y lozana que nunca. Y cuando me vio sus ojos brillaron de alegría y su hermosura se realzó aún más con su sonrisa. No miento al decir que me halagó mucho verla venir hacia mí. Así, totalmente dispuesta a volver a entregarme todo de ella, sin reclamarme nada, sino la compañía amorosa de amantes que un día disfrutamos. Pero que nunca lo tomé en serio porque pensaba que todo era mentira, quizás por el pecado original de nuestra relación.
Estuvimos allí por espacio de dos horas, entre cafés y pastelitos, cuando yo había planeado ilusoriamente que solo estaríamos 15 minutos; que al final de cuentas serían los únicos minutos que yo hablaría porque María se apoderó del resto del tiempo.
María me contó todos los detalles de su espera y búsqueda. Y de que me amaba más que a su vida y estaba dispuesta a quedarse conmigo para siempre, que sus hijos ya habían dejado el hogar y que ella solo seguía con su marido por lastima, por lo tanto ahora ya no tenía ataduras. Fueron más de cien minutos en donde María repitió hasta el cansancio lo mismo de lo mismo, que me amaba y de que estaba inmensamente feliz de haberme encontrado y de sentir que yo la amaba. Repitió los recuerdos de nuestros encuentros sexuales en los moteles de California con lujos de detalles explícitos que ella anhelaba volver a vivir. Y su erótica letanía logró mover algo en mí, al fin y al cabo, como si me hubiera lavado el cerebro, consiguiendo mover los recuerdos más escabrosos de nuestra aventura sexual que yo también tenía escondido aun en algún lugar de mi cerebro. Y ella lo notó. Felizmente estábamos en un lugar público, de no ser así hubiéramos acabado en la cama.
Mi horario ya no daba para más. Entonces mi secretaria entró al restaurante y me dijo muy claramente que teníamos que irnos, que los presentadores tenían que coordinar sus intervenciones conmigo. Así terminó la cita con María que, al levantarnos de la mesa, sin rendirse añadió a mi oído “¡Te veo en la presentación, mi amor!” en el momento del formal beso de despedida que me dio en la mejilla.
La presentación me llenó de satisfacción porque los presentadores se lucieron con el tema, fueron agiles, breves y amenos, para el deleite de la audiencia, y cuando me tocó el turno de hacerlo la concurrencia ya estaba preparada para mis palabras. Y no era para menos, hablamos del trasfondo de la novela, de los fenómenos paranormales, los poderes de la mente, de la teoría cuántica y los universos paralelos; todo para sostener los hechos excepcionales de los argumentos de la novela y sus protagonistas.
Aunque no puedo dejar de mencionar que hubo un factor extra literario que contribuyó en algo a realzar el ambiente de la presentación y esta fue la presencia de María, que por su belleza, gracia y glamor no podía pasar desapercibida. Más aun y ante la mirada de todos, cuando no se despegó de mí desde que llegué, con la excepción del momento del inicio de la presentación formal en que los presentadores y yo teníamos que sentarnos alrededor de una mesa en el escenario o ir al pódium.
Luego, María fue la primera fan a la que tuve que firmar el ejemplar de la novela comprada, con el detalle que cuando lo hacía ella sin reparos recostó su busto sobre mi hombro y sentí su aliento muy cerca de mi rostro. Me pareció demasiado. Así, un tanto incomodado, levanté mi rostro y miré al fondo del auditorio y comprobé que mi esposa, Sarah, me observaba. En realidad lo había estado haciendo desde que llegué y que yo solo lo comprobaba por momentos. ¿Estaba molesta, celosa? No, al contrario, parecía divertirse con la escena de ver a María revolotear como una mariposa a mí alrededor.
La presentación llegó a su término y todos con besos, abrazos y promesas de vernos otra vez, nos marchamos.
Busqué a mi esposa con los ojos antes de subir a mi coche y no la vi por ningún lado, solo a María, que no se despegaba de mí.
“¡María, se acabó la noche, me voy a casa, no puedo llevarte!.. -Era lo obvio-… ¿Cómo voy a llevarte a mi casa si allí está mi esposa?” remarqué.
“¡Pero si ella ya se fue!” Replicó.
Entonces cortésmente añadí, “¡Voy a llamar un taxi!” y marqué en mi celular el símbolo de tal servicio. Y una vez que lo conseguí no me quedé a esperarlo “¡Ya viene por ti, te llevará a tu hotel, adiós María!” y subí a mi camioneta. Si pasaba unos minutos más con María corría el riego de ceder a sus suplicas de amor y sexo, y yo por el amor que sentía por mi esposa no estaba dispuesto a ese deleite. Y me marché.
Ya eran las 10 p.m. y como el lugar de la presentación había sido en una librería de Miraflores, enrumbé hacia la llamada Bajada de Miraflores que me conduciría a la autopista de la Costa Verde, con el solo propósito de gozar de la nocturna briza del mar y así despejar mi mente. 
Llegué al vecindario donde vivía cerca de la medianoche, manejando lento y con cuidado por las semis oscuras calles, hasta que ya muy cerca de la casa hice funcionar el control del portón de entrada. De pronto, desde detrás de unos altos arbustos del jardín exterior, vi la figura de María, que caminando resueltamente entró a los límites de mi casa.
Al ver eso yo me detuve, pensé unos segundos y luego accioné el control remoto del portón y lo cerré. Así, a la distancia vi a María parada sobre el césped, quien al ver que cerraba la puerta dio media vuelta y se dirigió a la entrada principal.
Mi casa estaba rodeado de un excelente sistema de seguridad, con láser, video y alarma, pero una vez traspasado ese límite, la casa quedaba a merced que quien estuviera dentro, por lo que María no tuvo ningún problema de entrar al lobby y desaparecer de mi vista.
“¿Y ahora qué hago?” me dije abrumado por la situación. “creo que si no entro, ella se marchará!”. Entonces, como un autómata manejé lentamente por las calles del vecindario, no sé cuánto tiempo, hasta que me vi nuevamente al frente de mi casa. Pero ahora ya resuelto a encarar la situación que se había generado hacía treinta años y que nunca se resolvió entre los tres.
Entré al lobby, pasé a la sala, a la cocina, que usualmente estaban con las luces encendidas y no encontré a nadie. Miré por la ventana al patio pero solo había oscuridad. Busqué en los dormitorios y tampoco hallé a nadie. Y mi mayor preocupación se desvaneció “¡Felizmente María se largó!” pensé, ahora no tenía nada que temer, “¡A no ser que mi esposa…!” y dejando de pensar me fui a darme una ducha tibia.
Oh, sorpresa. En pleno baño que me daba, cuando el agua disolvía las espumas de jabón que cubrían mi cuerpo, entró María totalmente desnuda, se mojó todo el cuerpo y se pegó al mío. Jabón, agua y el resto del mundo que me rodeaba desapareció de mi mente, porque María no perdió un segundo en abrumarme provocándome un exquisito placer con sus labios. Sí, ella sabía que yo no debía pensar de lo contrario se impondría la cordura… y tendría que irse. Y así jugamos como amantes por no sé cuantos minutos, repasando la lista de todo los pecados que habíamos compartido una vez, y de allí pasamos a la cama, pero ya con el libido a punto de estallar.
María, embriagada con el erotismo de sus hormonas, se arrodilló en el borde de la cama, separó sus rodillas, reposó el costado de su rostro en la misma y desplegó sus brazos como si fuera a volar y en medio de jadeos, que amenazaban con ahogarla, a las justas pudo hablar, y me pidió mientras cimbriaba sus caderas: “¡Envíame al cielo, mi amor!”
Yo estaba parado frente a ella, contemplando todo lo que María me ofrecía, embelesado con la visión y la dosis erótica que recorría por mis venas, listo para darle el ansiado empujón. Cuando de pronto, por el rabillo de mis ojos pude ver moverse las cortinas y volteé de inmediato.  Y vi a mi esposa, Sarah, cubierta con una larga bata blanca semitransparente de dormir, parada allí, haciéndome una señal con el dedo índice en los labios para que guardara silencio, mientras se acercaba sigilosamente.
Me miró a los ojos y sonriendo se puso en medio, entre María, que no se había percatado de nada, y yo. Y me besó dulcemente como no lo hacía hace ya varios años, luego se volteó y se arrodilló en el mismo lugar que estaba María, fundiéndose con ella en una sola persona. Y yo sentí en mi alma lo que debía hacer. Fui cuidadoso con mi ímpetu y lo esperado llegó como una explosión sideral.
Al día siguiente desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más profundo de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al hacerlo ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono, y sonreímos, sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a compartir nuestras vidas.
“Buenos días, felicitaciones por su nueva pareja…!” me saludaban alegremente mis amigos y conocidos al vernos pasear.
“Pobre incrédulos!” le susurraba a los oídos de María, “Ellos nunca entenderían que realmente eres Sarah!” 

viernes, 1 de noviembre de 2019

JELOU, DAMAS AN MADRE FOCAS

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Autor... MICHAELANGELO BARNEZ
Cuando me enteré de que había sido nominado para el Osca-2010, di un brinco de alegría que casi golpeo el cielo raso de mi Studio. Mi excitación y la bulla que hice fue tanta que mi secretaria entró y se unió a la celebración con un abrazo, así, totalmente alterados y brincando, llegué a tener un buen, pero vergonzoso, orgasmo… y recién me calmé.

“Bueno, es solo una nominación” me dije evaluando lo logrado, para luego soñar en la posibilidad de ganarlo el día de la entrega. Hasta aquí, pensando fríamente, hoy dejaba de ser un escritor del montón, excelentes todos ellos, pero desconocidos e ignorados por el mercantilismo de los libreros; aunque si ganaba, uuuh… entonces equivaldría a alcanzar mi imposible Nobel en Literatura.

He escrito cuentos y novelas y no he ganado ningún premio en mi vida. ¿Por qué? ¿Malo yo? No. No soy malo ni mediocre escribiendo, sino que nunca participo en las convocatorias para los concursos literarios. ¿Por qué? Porque no creo en ellos y, además, no me da la real gana, ja, ja, ja.

Entonces, ¿Cómo fue que conseguí la nominación? Muy simple. Un director de pacotilla, como yo, en términos de fama y fortuna, leyó mi novela y le gustó tanto que quiso llevarla al cine. Y por la suerte de la “casualidad” yo ya había escrito el guion de la misma. Así como él ya tenía el dinero, procedente de una fundación española, para financiarla. Sería una producción de bajo presupuesto. El resto es historia conocida. El director, los actores y yo no cobramos un dólar de todo esto; los únicos que recibieron algo fueron los trabajadores técnicos, ya que ellos no “viven” por amor al arte; y la otra mitad del dinero sirvió para pagar por los equipos, utilería, transporte, y el alquiler de las diversas instalaciones en donde fue rodado. ¿Faltó dinero? Claro que faltó. ¿Quién lo puso? El padre, el hijo y el espíritu santo, arriba mencionados.

La nominación era para la Mejor Película Extranjera 2010, y todos los que participamos en ella, desde el director hasta el perro guardián, nos dimos por aludidos. ¿No me creen? Entonces, ¿explíquenme cómo fue posible que el guardián, hijo de perra, nos recibiera moviendo la cola, en vez de ladrarnos como todos los días, cuando fuimos a celebrar la noticia en uno de los sets de filmación?

Lamentablemente, no podíamos ir todos, así ladrásemos más que nuestra mascota; solo había cuatro invitaciones para asistir a la Ceremonia de Entrega en Hollywood, California.

Felizmente, yo vivo muy cerca, en la ciudad de Long Beach, lo que permitió hacer unos ahorros en pasajes y alojamiento, y así el director llevar a su adorada esposa, quien lamentablemente no pudo entrar a la sala de entrega por no estar en la lista de invitados.

Debo confesar muy avergonzado que después de estar viviendo treinta años en gringolandia no he aprendido ni jota del idioma inglés. Por bruto, no. Lo que pasa es soy tan antisistema que se me ha trabado en el coco el proceso de su aprendizaje. Así que, por si las moscas, le pedí a mi hijo menor que me preparara unas palabras para el momento.

Él me aconsejó que lo más importante era estar “culo”, no sé si lo escribí bien, pero significaba que debo estar sereno, tranquilo, suave. Y que cuando hable, debería sonreír en todo momento y hacerlo en voz muy alta, como cuando el promotor de espectáculos de Box anuncia la pelea estelar de la noche en los canales por cable “eichbio” o “shoutaim”.

Cuando entramos caminando por la alfombra roja, el director de la película, don Juan José Campanella, sería el encargado de hablar con los periodistas en español, y si era en inglés me encargaba yo… ja, ja, ja. Así que según lo que aprendí de mi párvulo, repartí verbalmente decenas de “quissass, quissass…” creyendo decir “tal vez, tal vez…” y los periodistas no me molestaron más, porque en realidad era una grosería.

Así, al borde de mi asiento, esperé hasta casi el final de la ceremonia para oír las palabritas mágicas: “an de güiner is…”

“El Secreto de sus Ojos!!!!” escuché decir y el mundo se nubló para los míos por solo un segundo, porque no había tiempo para más. Así, pude ver varias tetas asustadas celebrando con nosotros cuando caminábamos a recibir la tan famosa estatuilla, mientras que mentalmente me repetía a mí mismo “debo estar culo, debo estar culo…”, e iba buscando en el bolsillo el papelito con el discurso que me había dado mi hijo.

No puedo contar todos los detalles de lo que pasó en el camino desde mi asiento al pódium, porque simplemente no era consciente de lo que ocurría alrededor. Veía luces, rostros, sonrisas, oía aplausos y el tan usado “congratulaishion” y ya la estatuilla dorada estaba en mis manos. Me vi en el pódium con la gente al frente de mí, esperándome a que diga algo. Entonces, me acordé de mi hijo, y de su última corrección a mi inglés mal hablado, “papá no se dice madre, sino mada!”; entonces levanté los brazos y grité con toda mi alma:

“jelouuu damasesss an madafocasss!!!”

Y la magia de las palabras dio resultado. Como un abracadabra, todos los allí presentes, desde la diminuta y hermosísima Magali Solier hasta el gran Jeff Bridges, se pararon a ovacionarnos. Sí, nos habían reconocido como a uno de los suyos.

¿Y mi hijo? Él se revolcaba de la risa con sus amigos en la “livinrrum” de mi casa viendo la ceremonia por la TV.

Cuando llegué muy de madrugada a casa, encontré a mi hijo y su pandilla de escolares de la secundaria durmiendo en la alfombra. Entré despacio y con cuidado para no pisar a nadie. Entonces vi una nota sobre el “cofitaibol” que me llamó la atención. La tomé, fui a la “refri”, saqué una cerveza y salí al patio de atrás para entrar a la “yacusi”. Allí leí la nota. Era una lista de palabras en inglés, su pronunciación y el significado, que yo no vi al irme a la ceremonia. Al leerla casi me ahogo de la risa en la maldita “yacusi”. La nota decía:

“Papá cuida tu pronunciación, no se dice “culo” sino “cuul”, se escribe “cool” y quiere decir “tranquilo, sereno, frio”. Por favor, no vayas a decir lo que te enseñé porque todo es una broma con palabras muy feas, ¿no me crees? Te explico: si dices “quissass” se escribe “kiss ass” y significa “besa el c…” es muy feo para escribirlo, dad. Si dices “damassess”, se escribe “damn ass” y significa “burro estúpido” ¿esta no es tan malo, no? Pero por nada en el mundo digas: “madafakers” porque es tan malo que ni sé cómo se escribe, pero su significado es como para salir corriendo antes que te maten porque estás insultando a sus madres… aunque los jóvenes, roqueros y raperos lo usan todo el tiempo para saludarse entre ellos, yo no, papi. Papá, mejor habla en español, lo haces muy bien y toda la raza te lo agradecerá.”

Dejé la nota a un lado con una sonrisa en el alma. Y medité: “Felizmente, salió “okei” y les caí bien a todos… Ahora, tengo un Oscar… pero este cabrón de mi hijo va a ser mejor que yo”


PS: La película “EL SECRETO DE SUS OJOS” del director y guionista: Juan José Campanella; con los actores principales: Ricardo Darin, Soledad Villamil y Guillermo Francella, además de todo un extraordinario elenco de actores secundarios, personal técnico y de utilería, lograron hacer realidad una gran película. El Oscar 2010 ganado cayó en muy buenas manos.

Felicitaciones hermanos argentinos, su premio nos enorgullece a todos. “El secreto de sus ojos” está basada en la primera novela del escritor argentino Eduardo Sacheri “La pregunta de sus ojos”. Mis mejores reconocimientos al autor.

martes, 22 de octubre de 2019

LA FRONTERA


Estaba al frente de un gran alambrado, abarrotado de gente que buscaba la forma de ver y encontrar a sus familiares, amigos o conocidos del otro lado de esta, sin poder hacer nada por trasponer dicha inmensa barrera. Y yo no era la excepción de esa preocupación en ese mar de gente de identidad étnica multicultural. Sí, allí estaban gentes de todas las edades y géneros, procedentes de todas las culturas que yo conocía en ellos, o adivinaba reconocer, por sus vestimentas, apariencias raciales e idiomas, todos con un solo denominador común dibujado en sus rostros: La desesperación por transponer la barrera o comunicarse con los suyos.
Era tanto el tumulto y el frenesí de la gente que me era imposible acercarme al alambrado, así que decidí alejarme un poco para así buscar algún claro, por donde poder escurrirme y acercarme hasta aquella muralla de alambre.
Cuando me alejé un poco más de veinte metros de distancia del gentío pude ver mejor el panorama… y lo que vi, me asombró. En realidad, las características ya descritas no cambiaban, solo que fui más consciente de su magnitud. A mi izquierda y derecha, el mar de gente agolpada contra la cerca no tenía fin. Y cuando levanté mi rostro para ver la altura de la valla, esperé encontrar alambres enrollados con púas en su tope, pero no fue así. En realidad, no pude ver la parte más alta porque esta se perdía en un cielo nublado, que supuse que era una mezcla de la neblina del campo y el denso humor de la gente en este cálido día.
Entonces me alejé un poco más y más… y caí sentado sobre el césped de ese inmenso campo. No sé, creo que mi mirada abarcaba la distancia de varios kilómetros en ambos lados a pesar de sus ondulaciones, y lo que vi me golpeó el corazón: en realidad… era lo mismo que ya había visto, pero en otra magnitud. Había allí… ¿millones de personas? Sí, porque la fila de gente se perdía a la distancia de aquella sinuosa pradera.
También vi que había mucha gente que se alejaba; cabizbajos muchos, aunque otros demostraban tranquilidad o alegría al alejarse. Pero la multitud no disminuía ya que otro tanto continuaba llegando.
“¿Señor, pudo acercarse al alambrado?” Pregunté inocentemente a quien se retiraba y pasaba por mi lado.
“Sí… Vi a mi familia y pude decirle adiós. Ahora estoy tranquilo, ya puedo irme, no hay forma de cruzar esta frontera.”
“¿Pero, no lo va intentar?” le pregunté con el ánimo de incluirme en la aventura.
“Ya lo hice, señor. Estoy aquí más de un año. Se ve que Ud. Recién llega”.
“Sí, y ni siquiera me he podido acercar al alambrado. ¿Es posible ver a los familiares?”
“Si te apuras, sí, porque ellos también se alejan… a vivir sus vidas.”
Entonces el hombre se marchó.
“Tengo que lograr acercarme”, me dije a mi mismo tomando una resolución, al momento que me ponía de pie, y me dirigí resueltamente al gentío que se apretujaba contra la malla metálica.
No sé como lo logré, después de abrirme paso entre el asfixiante tumulto de desesperados, pero lo logré.
“¿Wow, que es esto?” me pregunté extrañado cuando estuve pegado al alambrado. Realmente no sé cómo explicarlo, pero la malla era aparentemente metálica, solida. Sin embargo no lo podía tocar ya que se desvanecía ante mi intento, aunque si lograba retenerme al intentar querer cruzarlo. Lo máximo que pude hacer allí fue estirar los brazos, e inclusive las piernas, a través del alambrado ya que no me lo impedía, pero dar un paso adelante me fue imposible… Aun así, hice innumerable intentos hasta que me di cuenta que era en vano continuar con el esfuerzo.
“¿Estarán usando barreras de campos electromagnéticos? Mmm… No sabía que la tecnología ya la había hecho realidad”. Me dije dándome una explicación.
Miré a mis costados y en ambos casos vi como la gente alargaba sus manos por tocar a los suyos, entre sollozos, para luego irse. Aunque otros se quedaban y continuaban con la tortura de verlos sin poder hacer más.
Luego miré hacia adelante, en busca de los míos… y no vi a nadie que pudiera reconocer en medio de un gentío que se acercaba y alejaba para luego desaparecer en la bruma ya que la visión era muy borrosa por la neblina circundante.
Allí me quedé un día, el otro y el siguiente, y así perdí la cuenta del tiempo. Hasta que, un día, una ráfaga de viento aclaró la visión y pude ver a un niño muy pequeño, de poco más de un año, caminando cerca de la malla metálica:
“Mi nieto!” exclamé, y él me miró.
En su rostro pude ver sus ojos de alegría porque me reconoció, pero solo atinó a balbucear algunas palabras ininteligibles.
Fue cuando su padre, es decir mi hijo, se acercó, lo cargó y se lo llevó, mientras le decía: “Es hora de almorzar, hijo”.
Increíblemente fue suficiente lo que vi y oí para sentirme reconfortado de mi desgracia de no poder estar allí, con ellos, y recién me di cuenta del límite del limbo en que me encontraba. Y con la esperanza de esperarlos allí el día cuando alguno de ellos cruce la frontera, me alejé a hacer mi propia vida.  

domingo, 29 de septiembre de 2019

LA VIUDA NEGRA


De MICHAELANGELO BARNEZ 

Nota del autor: Queridas amigas y amigos, hoy les traigo un cuento, repito, un cuento y no algo que me sucedió, por más que lo narre en primera persona. Claro que resulta todo un halago hacerles creer en mis cuentos que realmente me sucedió o fui testigo de esas historia que, quiéralo o no, le sucedió a alguien en el mundo de una u otra manera. Allí va, pues…
Hace unos meses celebramos el 50 aniversario de la promoción de la escuela secundaria en donde estudié. Allí, lamentablemente, no pudieron estar todos los que egresamos; unos por estar muy lejos y ocupados, y otros porque habían hecho el consabido viaje sin retorno. Como sea, la celebración fue muy amena, llena de alegría y cariño fraternal por el reencuentro.
De allí, luego de la algarabía de la Cena y Baile en un centro de celebraciones de un hotel de cinco estrellas, nos retiramos prometiendo reunirnos más a menudo. Aunque mis más cercanos amigos y sus esposas no querían irse a casa inmediatamente. Así que los invité a ir a la mía… a seguirla!!!, como decíamos y hacíamos antes, pero ya no en el mismo sentido de una juerga de esos tiempos, sino a hacer lo que no habíamos podido hacer durante la fiesta, y esto era conversar, intercambiar tantas experiencias acumuladas todos estos años y contarlos sin ninguna presión o compromisos.
En el camino a mi casa la mayoría de mis amigos compraron bebidas y botanas, a pesar de que ya les había dicho que tenía de todo en casa. Así, cuando fueron llegando comencé a apilar botellas de Whisky, Vodka y Tequila en mi bar y las botanas nacionales en el frío bar; y ellos encontraron una variedad de fuentes de botanas al estilo de California, vinos peruanos y nuestro infaltable pisco, es decir yo estaba preparado… por algo soy viejo en estas lides.
Todos teníamos mucho que contar de nuestras vidas, ya sea como profesionales u hombres de familia… y así lo hicimos una vez bien instalados alrededor de una gran mesa, bebiendo y comiendo con mucha moderación, prestando atención a las palabras de quien hablaba.
Todos contaron acerca de cómo conocieron a sus parejas, de sus logros y éxitos en la vida, de los hijos y también de nietos que ya llegaban.
Así las horas pasaron volando y ya en la madrugada comenzamos a rememorar nuestras travesuras de adolescencia. Y de todas ellas, una merece ser contada.
Fue durante el llamado viaje de promoción que hicimos al Cuzco, vía Arequipa y Puno, en donde a uno de los compañeros, el más “vivo” de la clase, se le ocurrió debutar en el arte amatorio con una “obrera” del oficio más antiguo, lo cual no tiene nada de malo, y menos en un grupo de jóvenes adolescentes, pero sí, hacerlo a más de 4,000 mts de altura sobre el nivel del mar, en Puno; cuya consecuencia le costó a este costeño fue ser llevado al hospital, en emergencia, porque se ahogaba, lo que acarreó además perderse el resto del viaje.
Bien con este antecedente contado y por todos festejado, el susodicho se animó a contar lo que le sucedió años más tarde, cuando ya era un profesional y gerente de una gran empresa importadora.
Resulta que en el proceso de la firma de un acuerdo muy importante con otra empresa de Hong Kong, tuvo que viajar, con su asistente, a esa gran ciudad del lejano oriente.
Una vez allí, desde su llegada, fueron atendidos en todas sus necesidades de alojamiento y transporte, así como asesorados con guías y traductores hasta que firmaron el pretendido contrato.
Una vez terminado los asuntos de negocio tuvieron un día más para ir de compras y la consabida diversión, antes de regresar, así que esa noche ambos decidieron darse “la vida loca”. Así, con eso en mente, le preguntaron al guía, que los había acompañado desde el primer día, con toda confianza por un lugar donde conseguirlo, y este, ni corto ni perezoso y ducho en esas lides, no solo los iba a orientar con una información, sino que se incluyó en el paseo del placer.
Esa noche, no bien se ocultó el sol, empezaron a recorrer diversos lugares que ofrecían, con sus brillantes luces de neón, toda clase de pecados; desde las comidas y bebidas exóticas hasta el carnal en su variedad para mirar o “tocar”. Mi amigo, el mismo pájaro loco que se le ocurrió hacer el amor a 4,000 mts. en Puno, estaba eufórico por hacer lo mismo, pero ahora en Hong Kong, a nivel del mar… Y de este modo fue.
De nada valió los consejos de su asistente y del guía para que tome las cosas con calma y no bebiera tanto, y de que era preferible escoger solamente un sitio para todo lo que él quería, porque allí se lo ofrecían por unos buenos dólares. Pero el loco arrecho estaba eufórico y, ya bebido, incontrolable.
Los tres estaban en la barra del bar de un buen centro nocturno, bebiendo y charlando, a la espera de que las consabidas damas de compañía del night club se acercaran; mientras a sus espaldas unas bellas mujeres se esmeraba en su baile exótico en la pista y en el tubo, mientras que el guía y el asistente se enfrascaron en una conversación de cómo abordarlas cuando se acercaran.
De pronto se percataron que el pájaro loco había desaparecido del lado de ellos; lo buscaron en el baño, en los cuartos privados y por los alrededores del centro nocturno y no lo encontraron. Así, decidieron esperar unos minutos, en caso de que esté con alguna dama en los privados, a puertas cerradas… pero, nada, no apareció. El loco les había arruinado la noche. El guía comentó que si andaba bebido, perdido por las calles a estas horas… nada garantizaba su vida.
El guía, más para librarse de responsabilidades que otra cosa, le pidió al asistente que denunciara la desaparición de su jefe… Pero en la estación de policía le contestaron entre carcajadas que seguro estaba “viviendo la vida loca” y que ya aparecería, y como sea, ellos no podían hacer nada antes de las 48 horas de su supuesta desaparición.
El asistente y el guía no podían hacer más; y se despidieron una vez que el primero ya estaba en el lobby de su hotel, con el compromiso de contactarse al día siguiente.
El asistente durmió a piernas sueltas a pesar de no haberse embriagado por el susto, sino de la cantidad de alcohol consumido. Pero fue despertado casi al medio día por la ruidosa llegada de su jefe y amigo… el loco había aparecido apestando a alcohol y con todo el cuerpo pintarrajeado de colorete por los besos recibidos.
El loco entró como un zombi, sin percatarse de nada, y se fue directamente al baño a darse una ducha. Allí pasó casi media hora y al salir le dijo a su asistente: “Hey, compadre, no entres al baño por un buen rato, porque lo he dejado, uyuyuiiii…!!!” y fue a sentarse en la otra cama vacía.
“Hay carajo, como me duele el culo, seguro que anoche me caí sentado al suelo de lo borracho que estaba!” añadió el loco. Luego el asistente le comentó de la preocupación que habían tenido por su desaparición, pero el loco no dejaba de vanagloriarse de la aventura sexual que había tenido esa noche, o de lo que recordaba de ella, con una mujer extremadamente linda, de talla y cuerpo espectacular y voluptuosa como ninguna, que le había dado el placer jamás conocido antes a pesar de su experiencia como don Juan, con mujeres casadas y mayores que él. “Sí, la Viuda Negra, así se hace llamar la bendita, rompió los límites de mi experiencia amatoria… oh, que placer, dios mío!!!” decía el loco.
“Disculpe, jefe, debo llamar al guía, debe estar preocupado!” y sin esperar nada cogió el auricular y llamó.
“Sí, ya apareció mi jefe, no tienes por qué preocuparte!” le dijo al guía y este respondió algo siguiendo el diálogo.
“Sí, llegó bien, solo tiene un dolor en las nalgas porque cree que se cayó al suelo de lo borracho que estaba!” le siguió contado el asistente.
“Ah, sí, no para de darme los detalles de su noche loca y de hablar de la Viuda Negra, creo que es una famosa vedette ¿no?… Quééé?…” y el asistente fue interrumpido por el guía.
“Noooo, no puede ser!!!” el asistente casi gritó y luego lanzó una carcajada “Ja, ja, ja…!!! No, no puedo decírselo… dile tú!” y le alcanzó el auricular a su jefe.
El loco cogió el auricular con una mano, mientras con la otra se sobaba el culo. “¿Sí?” dijo y se quedó escuchando al guía, y luego de un largo minuto cayó desmayado sobre la cama.
El asistente volvió a coger el auricular caído y se despidió del guía. Luego mirando a su desmayado jefe, dijo: “Loco imbécil e ignorante, no sabías que la viuda negra es una araña que se come al macho luego de hacer el amor… ¡Anoche estuviste con un travesti, borracho estúpido!”

lunes, 9 de septiembre de 2019

UNIVERSOS PARALELOS

mujer madura

Me casé con una hermosa mujer morena y nuestro matrimonio perduró por unos largos 30 años, claro está que con los consabidos altos y bajos de toda relación. Pero últimamente, en los momentos de crisis, hemos llegado no solamente al límite de la tolerancia, sino que esta se había transformado en una asfixiante intolerancia, mutua y con la misma intensidad en ambos. Aunque, ya calmados, siempre llegábamos a la reconciliación… pasajera.
Hoy tuvimos una nueva discusión, en donde la expresión “nueva” es solo un decir, porque, en la larga fila del recuento de estas, creo que ese término ya no cabía más.
¿Cuál fue el motivo de la discusión? Vaya, solo fue hace unas horas y ni lo recuerdo, solo queda mi desagrado y rabia hacia ella. Pero Uds. pueden imaginarse cualquiera, la más insulsa, burda y vana que puedan pensar, y esa sería el suficiente motivo para encender la hoguera de injurias que logran hacer brotar el odio reprimido que sentimos ambos por cada uno de nosotros.
No hablaré acerca de ella, directamente, sino de mí, porque a pesar de la rabia que siento no pierdo la cordura de mi caballerosidad… en las formas.
Bueno, lo primero que quiero mencionar son algunos defectos, creo que graves, que he tenido por años, y que a estas alturas de mi vida no han cambiado. Sin embargo, nunca fui totalmente consciente de ellos hasta que ella me los enrostró, repetidas veces, como causa de la desgracia de su vida.
Fui y soy dominante… y en un principio a ella le gustaba. En casa se hacía lo que yo creía y decía, actuando siempre con la absoluta convicción de que era lo mejor para todos… y ella, aparentemente feliz, se sometía y hacía las cosas más simples en casa. Hoy mis hijos no tienen porque soportarme, porque se han ido por sus propios caminos. No obstante, ella sigue a mi lado, aunque con el consabido desagrado de no poder soportarme y hacerlo explicito en cada oportunidad que puede.
Fui y soy muy apasionado en el amor. Esto, como virtud, fue algo que a ella le encantó y lo disfrutó por años, a la vez que hizo tolerante todos mis defectos. Hasta que el tiempo me venció y la fuerza menguó, entonces el embrujo acabó, aunque no mi pasión por ella. Ahora sé la humillante verdad, de sus propios labios escupiéndome al rostro, cuando no puedo hacer el amor y me reprocha diciéndome: “nunca me saciaste!!!”.
Hoy ya no soy el adonis de antes, y en mi cuerpo mis músculos han sido reemplazados o cubiertos por la grasa. Al extremo que, en donde había un sexy escultural abdomen, tallado en músculos, ahora sobresale una prominente panza. Y en mi rostro, tanto sonreír a la vida como el fiel reflejo de la alegría de mi espíritu, ahora hay surcos profundizados por el desprecio sentido que llego a percibir de ella hacia mi persona, provocando, peor aún, horribles ojeras y rictus como reflejo de mi amargura.
Mis cabellos, si no han encanecido, se han ido con el viento, el champú y el agua o el acondicionador y el peine… y ni qué decir de mis dientes, que a decir verdad hacen honor a un conocido refrán, porque se han ido con mis parientes… al más allá.
Hoy, temprano en la mañana, al levantarme de la cama, me miré al espejo y comprobé que soy el espanto que ella dice que soy.
Peor aún, ahora dice que huelo, que soy descuidado y sucio debido a las manchas de comida en el pecho de mi camisa… y del baño ni qué decir.
Por eso, viviendo en la misma casa, dormimos en dormitorios separados, con baños separados y todo… lo que ha evitado las reconciliaciones, ¿?.  
Mis hijos ya se han ido de casa para vivir en las suyas. Ahora, en esta tremenda mansión, sólo quedamos dos seres que ya no se soportan y dos criadas fantasmas que penan por la casa cocinando y limpiando.
Esta noche, mientras ella dormía,  entré a su dormitorio y me metí entre las sabanas con mucho cuidado en no rozar su cuerpo para no despertarla y así, indudablemente, encolerizarla, aunque yo sospechaba que estaba despierta.
Allí, recostados en la misma cama, dándonos la espalda y a un aparente kilometro de distancia, nuestra respiración sonaba profunda y calmada. Y en medio de mis pensamientos tomé la resolución de irme… para siempre… de esta vida.
Al día siguiente, mi esposa, al despertar, comprobó que el inerte cuerpo que yacía a su lado era el de un muerto, y lanzó un alarido de dolor diciendo mi nombre, llamándome como una loca desenfrenada; lo que me conmovió profundamente, mientras que yo, como una nube, la observaba desde un rincón del dormitorio. Fue tanto la expresión de dolor y llanto que ella dejó salir del fondo de su corazón, que estuve a punto de regresar para consolarla… pero ya no era posible… y me marché, definitivamente, caminando por un oscuro túnel en donde se podía apreciar una salida luminosa al final de esta.
De pronto, en mi estado de adormecimiento, sentí el suave rozamiento de alguien que se enroscaba a mi cuerpo… y desperté en mi cama cubierto por la rubicunda cabellera de mi mujer. Había dormido tan profundamente que solo atiné a desprenderme lo más suavemente de ella para ir al baño. Allí, me miré al espejo, primero un lado de mi rostro y luego el otro, abrí mi boca y miré mis dientes, luego me dije a mí mismo: “Aún estoy lozano… pero ya llegará la vejez” y alcé mis hombros como un ademán despreocupado y sonreí del sueño que recordaba tenuemente.
De regreso a la cama, me escurrí suavemente entre las piernas de mi amada y me hundí en su blonda entraña. Así, ambos tuvimos un esplendoroso despertar, mucho mejor que el de ayer, aunque, quién sabe, no tanto como el de mañana.
Rubia
Rubia
PS: “Universos paralelos es el nombre de una hipótesis física, en la que entran en juego la existencia de varios universos o realidades relativamente independientes. El desarrollo de la física cuántica, y la búsqueda de una teoría unificada (teoría cuántica de la gravedad), conjuntamente con el desarrollo de la teoría de cuerdas, han hecho entrever la posibilidad de la existencia de múltiples dimensiones y universos paralelos conformando un multiverso”… Wikipedia

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...