jueves, 28 de febrero de 2019

TRIBUTO A LOS MÁRTIRES DE UCHURACCAY. UNA VISIÓN PERSONAL.
By Michaelangelo Barnez
Cuando terminé mi educación secundaria, hace más de 50 años, no fui directo a la universidad como todos mis amigos lo hacían, sino que siendo peruano y viviendo en Lima, elegí irme a conocer mi tierra, el Perú profundo, que como muchos limeños la desconocía.
Esa aventura, podemos llamarla así, no fue por una motivación de conciencia político social, sino por el ánimo de conocer los lugares y gente que solo había visto en libros de la escuela y revistas. No puedo negar que de algún modo estaba influenciado por la corriente hippie que ya nacía, como se darán cuenta eso me ubica en la segunda mitad de los dorados años 60’s. Años que marcaron a nuestra generación con muchos eventos históricos como la Revolución Cubana, el asesinato de Kennedy, la tragedia del Estadio Nacional, la guerrilla del MIR y la puente Uceda, la muerte del Che Guevara, la Guerra de Viet Nam, la Revolución de Velasco y el festival Woodstock.
Quiero destacar que en esos años de viajes y aventuras pude conocer al Perú profundo, porque mis viajes fueron en buses formales, autos particulares o camiones de carga, en unos pagando y en otros siendo gratis le llamábamos “tirando dedo” o “aventón”, con una mochila y bolsa de dormir a la espalda, durmiendo en iglesias, comisarías, cementerios o plaza, si no encontrábamos algún nuevo amigo que nos acogiera o simplemente bajo la cobija de las estrellas. Todo esto parecería un tanto frívolo, pero quisiera destacar que eso solo sucedía cuando llegábamos a las ciudades. Luego venía lo más hermoso y aleccionador y eran las largas caminatas que hacíamos para llegar de un pueblo a otro. Así conocí la bondad del campesino serrano que sin conocernos nos recibía con cariño para compartir su miseria, en casa y comida, sin esperar nada a cambio. Jamás olvidaré que en esos lugares de la sierra central y sur aprendí a comer la máchica, variedades de papas y quesos, las ranas y truchas; pero en la mayoría de los pueblos serranos, en donde reinaba y sigue reinando la extrema pobreza, el chuño como única dieta alimenticia, porque no existían los productos manufacturados como las conservas, fideos, arroz y otros. Además aprendí a beber el café de cebada tostada, sin azúcar, porque no había el dinero para compralos; y porque no, también aprendí a chacchar la hoja de coca que me invitaban a compartir.
Les  cuento todo esto porque quiero destacar el espíritu bondadoso del campesino serrano, que sentía a su vez un respeto inconmensurable hacia mi persona, lo que me hizo pensar que quizás me confundían con alguien más, como con el hijo del hacendado o gamonal o de alguna otra autoridad. Pero descarté esa idea porque esa bondad era generalizada en toda la sierra que visité desde Cajamarca hasta Puno. Y luego regresé a Lima, la horrible.
Entonces estuve listo para ir a la universidad, a la más grande y prestigiosa: La Universidad Nacional de Ingeniería o simplemente la UNI.
Por esa inolvidable experiencia que tuve con los campesinos es que me pregunté, años después, al enterarme de la masacre de Uchuraccay, ocurrida el 26 de enero de 1983. ¿Cómo fue posible tan terrible crimen? ¿Qué pasó con ese campesinado serrano que conocí? Porque no era la primera y única vez que pasaba. Habían pasado menos de 25 años de cuando conocí a los jóvenes, hijos de los campesinos serranos,  inocentes y bondadosos de mi misma edad y ahora eran los protagonistas de una horrenda masacre contra gente indefensa y para nada violenta.
Para entenderlo creo que de manera sucinta nombraré los hechos que conmovieron al Perú después que regresé de la sierra, en los años 70’s.
EN LOS AÑOS 70’S.
La Revolución de las Fuerzas Armadas liderada por el general Juan Velasco Alvarado, apoyados por el grupo de generales de CAEM, removió al Perú entero desde sus cimientos, no solo por su llegada espectacular en una real crisis de credibilidad de los lesivos contratos del petróleo firmados por el gobierno de Belaunde Terry, en nombre del Perú, y la IPC norteamericana, y el reclamo histórico de la Brea y Pariñas por las organizaciones de izquierda y el nacionalismo.
La Revolución de Velasco abrió una etapa de efervescencia política en el Perú al tomar y poner las ideas y planes de la izquierda y nacionalistas en el centro protagónico de la política nacional. La Reforma Agraria, la Comunidad Industrial, los contratos y el control de nuestras riquezas Mineras, la Pesca y el Control de las Empresas de la Información, etc. eran el menú de la política Peruana. Revolución que fue respaldada por el PC Unidad y por lo tanto la Central de Trabajadores, la CGTP, además de algunos intelectuales; pero que no fue apoyada por muchos que debieron hacerlo, especialmente por las nacientes organizaciones comunistas divididas por la repercusión del rompimiento internacional de los PC Chino y Ruso, que como maniquíes más se alineaban con uno u otro, o con el naciente ejemplo Cubano. Lo que determinó que los diversos grupos de la nueva izquierda fueran, en diversos grados, una oposición efectiva en la agitación y movilización popular contra la revolución en curso. Así el estudiantado universitario, con sus organizaciones de izq., fue adverso al cambio que proponía y ejecutaba la revolución de Velasco, al tipificarlo de reformista, bonapartista y, la más extrema, hasta de fascista, y que tenían todas ellas en sus programas políticos el asalto al poder con el proletariado y su partido, el PC, a la cabeza. De allí, de ese movimiento de extrema izquierda, salieron muy buenos dirigentes políticos y también los más radicales que en los momentos concretos de la guerra cometieron los crímenes más abominables. 
Con la muerte del general Juan Velasco Alvarado termina las intenciones y el poder de llevar la revolución a nuevas metas, entonces vino el recambio para deshacerlo, para desandar todo lo que había avanzado. Pero la nueva izquierda ya había nacido y estaba madurando, aunque con sus taras internas que jamás abandonaría.
Luego vendría una intensa etapa de paros, huelgas y movilizaciones populares jamás vistas, de carácter reivindicativo y políticas, y la izquierda creció aún más, aumentando así su influencia en amplios sectores de trabajadores y de los poblados marginales.
Crecimiento y popularización de las diversas ideas de izquierda por el cambio social que llegaban a lo más recóndito lugares del Perú profundo solo a través de las radios de onda corta y am que los campesinos poseían como única comunicación con ese mundo tan adverso que representaba Lima y su cultura occidental. Y con estas nuevas ideas llegaron también sus promotores de base, sus militantes y, quiéranlo o no, con sus divisiones y malas mañas a cuesta.
No olvidemos que el campesinado por siglos, como clase y etnia social, jamás se sintió ser parte de la cultura occidental, al contrario, mirando con recelo ha mantenido silencio que solo rompía en el seno de sus comunidades campesinas y para recuperar sus tierras usurpadas por los patrones, representantes de esa sociedad.
Así llegamos a los 80’s, con la aureola de que los trabajadores de la ciudad aspiraban la unidad con los campesinos para cambiar al Perú en un mundo mejor, que ya habían logrado una nueva y mejor Constitución que les abría las puertas de la integración económica y cultural del Perú, respetando su libre determinación cultural en los mismos campos.
Pero con ellos llegaron también los militantes de las posiciones extremas y sectarias que sostenían que ellos eran los único y verdaderos amigos del campesinado y que el resto, los que se decían ser de izquierda, eran peor que sus enemigos de siempre.
Nunca podremos hablar de un 100%, pero muchos campesinos hicieron suyas las tesis de los diversos grupos de Izquierda, que luego de una confrontación con la realidad en las tomas de tierras, asambleas y movilizaciones desconfiaron y optaron por aquella actitud pos incaica y regresaron a su silencio.
LA MASACRE DE UCHURACCAY
El Informe de la Comisión de la Verdad, que recoge el testimonio de muchos protagonistas y testigos de esos trágicos años, nos dice: “Uchuraccay es una comunidad quechua ubicada en las alturas de la provincia de Huanta (Ayacucho) a 4,000 metros sobre el nivel de mar (véase mapa de la ubicación de Uchuraccay). El 26 de enero de 1983 fueron asesinados allí los periodistas Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez y Félix Gavilán de El Diario de Marka, Jorge Luis Mendívil y Willy Retto de El Observador, Jorge Sedano de La República, Amador García de la revista Oiga y Octavio Infante del diario Noticias de Ayacucho, así como el guía Juan Argumedo y el comunero uchuraccaíno Severino Huáscar Morales.”
Pero la tragedia de Uchuraccay se inició mucho antes del 26 de enero del 83, ya que dos año antes, militantes de Sendero llegaron a la zona, simulando ser negociantes o buscando trabajo, para organizar sus bases de apoyo en su ya plan en desarrollo de la llamada guerra popular.
Siendo un poblado de menos de 500 habitantes, controlar Uchuraccay era de fundamental importancia para Sendero para poder tener acceso desde la puna a la ceja de selva y a los valles.
Pero la inicial actitud receptiva, pasiva y silenciosa de los campesinos hacia los senderistas cambió y se agravó al punto de que el pueblo de Uchuraccay  apreso a seis de ellos y estuvieron a punto de lincharlos, pero optaron por expulsarlos, porque no querían reconocer el poder del PC sendero, erradicar sus costumbres y someterse a los planes de ellos. Poco después el alcalde, Alejandro Huamán, quemó públicamente una bandera roja que Sendero había colocado en un cerro vecino. Acto que fue su sentencia de muerte porque a los pocos días fue asesinado por el PC senderista y unos días más a dos autoridades campesinas más.
El informe de la Comisión de la verdad nos dice: “Estas primeras acciones de rechazo frontal de la comunidad frente a la presencia senderista fueron pacíficas, pero la situación cambió cuando hacia fines de noviembre o inicios de diciembre (1982) el PCP Sendero Luminoso asesinó a Alejandro Huamán, presidente de la comunidad, así como al comunero Venancio Auccatoma. En el caso de Alejandro Huamán, «dos grupos de los tuta puriqkuna que aproximadamente sumaban sesenta» lo detuvieron en su vivienda a las tres de la madrugada frente a su familia diciéndole «levántate carajo» y acusándolo de ser un «soplón» y «yana uma» (cabeza negra). Su nuera, Dionicia Chávez Soto, fue herida de bala en ambos muslos al intentar defenderlo, mientras algunos de los miembros del PCP SL allanaron la casa de ichu y luego la quemaron. Alejandro fue conducido a la plaza del pueblo, siendo sometido a un juicio popular y encerrado en el local comunal. En horas de la tarde, a pesar de los ruegos de su esposa, hermanos e hijos, Alejandro fue asesinado baleado en la frente. Cometido el asesinato «ya nadie quería acercarse por lo menos a ver el cadáver, quien lo hacía o recogía corría la misma suerte y nos tildaban de yana umas cabezas negras; había personas como espías que estaban viendo quiénes se acercan»”
¿Que hicieron los familiares y amigos de Alejandro Huamán en respuesta al asesinato? Nada. Se resignaron a la muerte y volvieron a sus chacras a seguir con sus labores en silencio.
Pero pocos días después el hecho se repitió, no muy lejos de Uchuraccay, a solo una hora de camino, en Huaychao, en donde se vivió un problema similar pues Sendero asesinó al presidente y al teniente gobernador de la comunidad.
Esta vez las comunidades campesinas de la zona se reunieron en Uchuraccay, diciembre del 82, y declararon enemigos del pueblo al PC Sendero y pidieron ayuda al ejército.
Pero así como Sendero caminaba por toda esas zonas de Huanta, también lo hacía el ejército usando helicópteros, que conociendo ya los asesinatos de Sendero perpetrados contra las autoridades de la comunidad y el pedido protección de los mismos, les ordenó que exterminen a todos los extraños que lleguen a sus pueblos caminando o en acémilas.
El Informe de la Comisión de la Verdad recoge la siguiente declaración: “El 21 de enero, a menos de un mes de la intervención de las fuerzas armadas en el departamento de Ayacucho y del establecimiento de la Infantería de Marina en la provincia de Huanta, se produjo la matanza de siete miembros del PCP SL en las comunidades de Huaychao y Macabamba (véase el mapa de ubicación de Uchuraccay). Los comuneros, luego de recibir amistosamente a la columna senderista en el local comunal, coreando sus arengas en pro de la lucha amada y el camarada Gonzalo, como solía ocurrir, los detuvieron y asesinaron a cuatro miembros del PCP SL en Huaychao y tres en Macabamba.
Por esos mismos días, cinco miembros del PCP SL fueron asesinados en Uchuraccay: aparecieron cinco terroristas hacia el camino de la herradura que viene de San José de Secce, con dirección a este pueblo por el lugar denominado Champacoca, por lo que los comuneros de Uchuraccay entre varones, mujeres y niños, después de reunirse, lograron interceptar a dichos terroristas en el sitio denominado Chancahuayco que queda a unos tres kilómetros de distancia hacia arriba de esta casa comunal, y cuando les interrogaron supieron de que los terroristas de San José de Secce y Pacchanca, iban a ingresar a Uchuraccay a matarlos, por lo que todos los comuneros los mataron, empleando huaraca, piedras y a puñetes y a puntapiés, y luego enterraron sus restos en el cementerio de Polvorín... Estos terroristas no llevaban ninguna clase de armas, si no solamente portaban dos de ellas, cada una un tarro de leche Gloria vacío, de estos hechos no dieron aviso a los sinchis quienes los habían visitado en los primeros días de enero del presente año.”
Todo esto asesinatos fueron mantenido en secreto por las autoridades militares. Ningún medio supo lo ocurrido y por lo tanto Lima y el resto del Perú no sabía lo que sucedía en ese remoto lugar de la serranía peruana Recién el 23 de enero, el Jefe Político Militar de la Zona de Emergencia, general Roberto Clemente Noel Moral, en una conferencia de prensa da a conocer al país sobre las muertes ocurridas en la comunidad de Huaychao, y envía un destacamento de sinchis a Uchuraccay, que solo pernocta para regresar a su base al día siguiente, sin antes recordarles que “maten a todos los que lleguen a pie a la comunidad”.
Para el 24 de enero de 1983 el enfrentamiento de las comunidades campesinas de la zona de Huanta con Sendero ya era de carácter mortal. En total, habrían sido aproximadamente 24 los miembros del PCP SL muertos en diferentes comunidades. Los campesinos comuneros sabían que vendría la represalia de Sendero y se estaban preparando para defenderse.
En Lima, el escueto informe militar del general Noel como única versión de los hechos no satisfacía al periodismo, a pesar de la fanfarria oficial del gobierno de Belaunde por tal violencia.
Un grupo de periodistas que cubrían informaciones en Huamanga para los diarios La República, El Observador, El Diario de Marka, Noticias de Ayacucho y la Revista Oiga decidió emprender una expedición a la zona para cotejar la historia y confirmar si los hechos ocurrieron como lo narró la autoridad militar.
Lo que sigue es el martirologio de los ocho periodistas que fueron en busca de la verdad de los hechos al llegar caminando a Uchuraccay, en donde encontraron la muerte debido a la estrategia militar impartida a los comuneros de matar a los extraños que llegaran a pie.
Me reúso a relatar los detalles de la muerte de los periodistas y quienes quiera conocerlo pueden buscarlo en el informe de la Comisión de la Verdad.
Solo añadiré que: “Ante la gravedad de los acontecimientos, los hombres de prensa actuaron rápidamente. A la mañana del día siguiente, domingo 30 de enero, luego de un incidente producido por la cancelación del vuelo del avión presidencial, arribó a Ayacucho un avión fletado por el Diario La República conduciendo a un numeroso grupo de reporteros nacionales y extranjeros, parlamentarios, eclesiásticos y familiares de los periodistas asesinados. En la conferencia de prensa realizada seguidamente, el general Roberto Clemente Noel Moral negó haber conocido del viaje de los periodistas hasta la tarde del 28 de enero, y señaló (soltando su ponzoñoso veneno de la desinformación) que los periodistas llegaron a Uchuraccay portando una bandera roja, siendo asesinados por los comuneros en defensa de la legalidad. Asimismo, mencionó en un momento que los campesinos pudieron confundir las cámaras fotográficas con armas.”
Semanas más tarde, y a lo largo de un año, los campesinos de la zona, especialmente de Uchuraccay fueron masacrados por Sendero y el Ejercito. Y la barbarie continuó por muchos años más hasta que el campesinado le ganó la guerra al PC Sendero luminoso.
GLORIA ETERNA A LOS MÁRTIRES DE UCHURACCAY:
Eduardo De la Piniella (periodista de El Diario de Marka)
Pedro Sánchez (periodista de El Diario de Marka)
Félix Gavilán (periodista corresponsal de El Diario de Marka)
Willy Retto (periodista de El Observador)
Jorge Luis Mendívil (periodista de El Observador)
Jorge Sedano (periodista de La República)
Amador García (periodista del semanario Oiga)
Octavio Infante (periodista de Noticias de Ayacucho)
Juan Argumedo (guía e intérprete)
Severino Huáscar Morales (comunero, quien intentó impedir el asesinato de Juan Argumedo) 

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