La gran feria iluminaba la
noche de la ciudad de Long Beach con luces vibrantes y el eco de risas. Alicia
y Juan, una pareja joven y desilusionada, caminaban de la mano con sus tres
hijos, Pedro, Paco y Rosa. A pesar de la belleza del lugar, los ojos cansados
de Alicia y la mirada ausente de Juan hablaban de una lucha interna.
Los niños estaban
extasiados. Pedro corría hacia las montañas rusas, Paco intentaba ganar premios
en los juegos de tiro, y Rosa, la más pequeña, miraba fascinada los destellos
de los fuegos artificiales. Para ellos, la feria era un mundo mágico. Para sus
padres, era un escape.
Alicia y Juan, atrapados en
su propio mundo de adicciones, habían llegado a la feria con un plan. Apenas
habían cruzado el portón principal, los niños corrieron hacia los juegos. Así
decidieron dejar a los niños. «¡Regresamos pronto, cuídense!», dijo
Alicia con una sonrisa forzada. Los tres pequeños no sospecharon nada, pensando
absortos con la diversión que iban a gozar todo el día, así sus padres se
demoraran, no iba a ser la primera vez.
La promesa nunca se cumplió.
Esa noche marcó el inicio de una larga e interminable separación que cambiaría
sus vidas para siempre. Más tarde la multitud comenzó a disminuir, mientras
Pedro, Paco y Rosa comenzaron a comprender que estaban solos… Abandonados.
Esa noche durmieron en los límites
de la Feria, escondidos entre los arbustos
En los días siguientes, los
niños buscaron refugio en la misma feria, que habría sido mejor que ir a un
albergue o cárcel.
Pedro, apenas con diez años,
asumió el papel de líder, llevando a sus hermanos a áreas donde podían
descansar o encontrar comida. Paco, con su ingenio, ayudaba a ganar pequeñas
cantidades de dinero jugando en los puestos, mientras que Rosa usaba su inocente
encanto para ganarse el afecto de los feriantes.
El Circo de la feria pronto
se convirtió en su hogar. Los trabajadores y visitantes empezaron a notar su
situación, y varios feriantes se encargaron de cuidarlos. El viejo don Manuel,
encargado del carrusel, fue especialmente amable con los tres. Compartía
historias y los alimentaba cuando podía.
Mientras tanto, Alicia y
Juan se hundían más en su desesperación. Vagaban de una ciudad a otra, buscando
el siguiente escape en las drogas que los consumían. Su mundo ya no tenía
espacio para el amor ni para el arrepentimiento. Un año después, mientras
conducían en una carretera oscura y desierta, su tragedia alcanzó el clímax.
Drogados y confundidos, el auto en el que iban perdió el control y terminó
estrellado contra un muro de cemento. Murieron instantáneamente.
La noticia llegó a los niños
como un rumor en la feria. Aunque eran demasiado jóvenes para entender la
gravedad del accidente, Pedro, con su extraordinaria madurez, sintió una mezcla
de alivio y tristeza. Sus padres no regresarían, pero tampoco sufrirían más.
A medida que pasaron los
años, los tres hermanos crecieron dentro del universo de la feria. Pedro se
convirtió en un líder natural, Paco desarrolló habilidades de trapecista en el
espectáculo acrobático, y Rosa encontró su lugar como una artista encantadora
de leones. La feria se convirtió en su familia, una comunidad que los protegió
y los ayudó a encontrar un propósito.
Pedro, al mirar hacia atrás
años después, comprendió que el abandono había sido lo mejor que les había
pasado, ya que fue el inicio de una nueva vida. Aunque había perdido a sus
padres, había ganado algo inesperado: la fortaleza para enfrentarse al mundo y
la certeza de que, incluso en los momentos más oscuros, existe la posibilidad
de renacer.
El Circo de la feria, debido
a la crisis económica del país, decidió ser administrada como una cooperativa
con todos sus integrantes como socios, y escogieron por unanimidad a Pedro como
su administrador, a Paco como presentador y a Rosa como la tesorera.
Así, los tres hermanos continuaron
juntos, cuidándose y ayudándose en todo. Claro que la historia continuaría con
amores, desengaños, compromisos, bodas y niños por venir… que es otra historia.
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