LA REALIDAD
POR MICHAELANGELO BARNEZ
Anoche tuve un hermoso sueño.
Soñé que estaba con mi esposa paseando por la playa, justo cuando el sol iba a
tocar el horizonte, lo que hacía que
todo adquiriera un color dorado, ambos mirábamos el atardecer sin decirnos palabras,
y cuando nos miramos juntamos nuestros labios y un profundo sentimiento de amor
nos invadió, del cual jamás nos saciamos a pesar de haber pasado más de 50 años
del primer beso que nos dimos al ser enamorados.
Pero como todos los sueños son efímeros,
desperté. No quise abrir los ojos por unos minutos, con la intensión de prolongar
el dulce ensueño que me había provocado el tener la sensación casi real de
haberla visto, abrazado, besado y compartido con ella unos minutos en la playa,
cuando en realidad ella ya se había marchado a la eternidad, hacía ya unos años.
Jamás pude superar mi soledad,
por más que lo intenté abriendo mi corazón para otras relaciones. Pero eso solo
fue una disposición de mi ánimo, experiencias de las cuales nunca devino en
amor. Más jóvenes y bonitas no lograron hacer el mágico efecto, si no ratificaron que solo la quería a ella. Pero, en realidad, no estaba
absolutamente solo, e inclusive podía afirmar que ella no me había abandonado,
ya que todos los días la pensaba y sentía dentro de mí. Hubo momentos que pensé
que había perdido la razón, porque durante mis quehaceres de la casa, la sentía
a mi lado y la oía susurrarme palabra de amor o de calma a mi nostalgia con el “Ya
llegará en momento…”
Así que después de unos minutos
de embelesamiento con mis anhelos, me levanté diciéndole: “disculpa, cariño,
tengo cosas que hacer” y proseguí con mi rutina matinal del aseo y desayuno.
Como jubilado tengo mucho tiempo
para disfrutar de mis placeres como leer, ver películas, escribir historias y
cocinar, muy concentrado en cada una de esas actividades, hasta que de súbito la
siento a mi lado. No la veo de manera real “en carne y hueso”, ni como un fantasma
o nube etérea. Si no que ya aprendí, gracias a su guía, a sentirla con el
corazón.
Pero hoy, con despertarme tarde,
levantarme más tarde, el aseo y el desayuno ligero en el dormitorio, se me
había ido toda la mañana. Y como recordaba que para celebrar el Día del Padre
vendrían mis hijos a celebrarlo con un almuerzo, me vestí de Sport elegante.
Al salir de mi dormitorio oí la
algarabía que hacían mis nietos en el primer piso, lo que significaba que mis
hijos y sus esposas ya estaban en casa. Entonces me dispuse a bajar, y al hacerlo
por las escaleras pude ir viendo que ya estaban alrededor de la mesa,
dispuestos a empezar el banquete.
“Huy, ya me estaban esperando” me
dije y seguí bajando.
Allí, en la mesa, vi a mis
nietos, sus padres y… y… a mi adorable esposa, presidiendo el brindis.
"Quiero que brindemos por mi querido
esposo y adorable padre de Uds. en su Día. Él, a pesar de ya no estar fisicamente, siempre estará presente entre
nosotros…"
Y ella se quebró, no pudo decir una palabra más, pero sus hijos y nietos la consolaron, mientras yo era un mudo e invisible testigo desde el otro lado de la realidad.
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