LILITH
NOTA:
LILITH... Según la biblia fue la primera esposa de Adán, que luego devino en demonio.
Amigos, esta
es mi horrible historia, tan verdadera como que existe dios y el diablo, y que
hoy he decidido contarla para que alguien más aprenda de esta aterradora
experiencia… y esté prevenido.
Hace un año
conocí a Lilith en una fiesta de Halloween, a la que fui disfrazado como Alice
Cooper, cantante de hard y heavy metal rock, con la carapintada, las arrugas y
serpiente enroscada en mi cuerpo. Y lo que yo creí que era algo totalmente
ridículo y risible, acerca de mi apariencia, resultó absolutamente atractivo
para una mujer de cuerpo exuberante y belleza intimidante, disfrazada de… no sé
qué, creo que de una guerrera de la antigüedad, pero muy sexy, y como me miraba
fijamente me atreví a preguntarle:
“¿Quién
eres?”
“Lilith… la
primera y verdadera esposa de Adán!” dijo ella con voz grave y sensual, pero
que a mí su explicación me sonó a nada.
“¿Y sabes
quién soy yo?” repliqué inmediatamente con la intención y la esperanza de que
la conversación continuara, porque su extraña belleza me había cautivado.
“Claro, eres
Alice, te estuve esperando toda la noche…!” y Lilith acercó su rostro a mí,
como invitándome a besarla, y yo solo atiné a darle un beso en la mejilla, y
así sentí el intenso calor de su piel. Al retroceder pude ver que ella sonreía
y adiviné que era a causa de mi timidez de no haberla besado en los labios.
Así, casi extasiado, me quedé mudo por unos segundos, contemplando la belleza
de su rostro, pensando que ahora ella seguiría su camino a reunirse con otros
amigos de la fiesta… Pero, no. Ella seguía parada frente a mí, esperando que
haga o diga algo. Pero yo no dije nada y me quedé paralizado. Entonces vi que
Lilith, sonriendo, alzó su mano hacia mí y levantó mi barbilla, porque sin
saberlo yo estaba con la boca abierta.
Lilith muy
dueña de sus actos se colocó a mi lado, lo suficientemente cerca como para
sentir su cuerpo, y comenzó a menearse al ritmo de la música de la fiesta:
“Hey, Stoopid!” del rockero demoníaco al que yo emulaba con mi disfraz.
“Esta es la
que más me gusta de ti!” me dijo Lilith y yo, malinterpretándola, tuve la
sensación de que me tomaba el pelo. Entonces reaccioné. Me di cuenta que si yo
quería llegar algún sitio con esa mujer, a la cama, por ejemplo, tendría que
despercudirme de mi estúpida timidez. Al fin de cuentas, era ella la que se
había acercado a mí, pero yo no haría nada para que rebotara, sino todo lo
contrario.
“¿Deseas
tomar algo, Lilith?”
“Sí, tráeme
una Mimosa, cariño!”
Así que me
dirigí al bar a traer los cócteles, alegre de haber tomado la iniciativa.
No sé cuánto
cócteles, Mimosas ella y Tequila Sunrise yo, tomamos esa noche, pero recuerdo
que estábamos bailando “Down by the River” de Neil Young, muy pegados, sobando
nuestros cuerpos, embriagados en alcohol y el néctar del deseo. No estará demás
decirles, para cerrar esta aventura de la noche de Halloween, que nos fuimos a
la cama. Si hicimos sexo, no lo sé, porque no recuerdo nada. Solo desperté como
al mediodía del sábado con Lilith desnuda a mi lado en el cuarto de un motel
de Hollywood, y con un dolor de cabeza producto del alcohol bebido.
“¿Aló,
mamá?” dije sentado en la cama del cuartucho mientras Lilith dormía. “Sí, me tomé
unas copas de más y preferí quedarme en casa de unos amigos… disculpa que no te
haya llamado, mom… llego más tarde, no te preocupes de nada, ok?” y colgué.
“¿Con quién
hablabas, Alice?" Me preguntó suavemente y entresueños la adorable mujer que
yacía en la cama, sin mostrar ningún reparo de su desnudez…ni de lo embelesado
de mi mirada. Al contrario, Lilith comenzó a estirar sus brazos y piernas, y
luego a contorsionarse sobre las sabanas. Si anoche no habíamos fornicado ya no
me importaba, porque lo que veía ahora era más que una descarada invitación a
hacerlo.
No sé a qué
horas me dormí, solo recuerdo que bebíamos una mezcla de whisky americano, Jean
Beam, con jugo de fresas mientras hacíamos sexo, luego más alcohol y más sexo, hasta
perderme en la oscuridad de la nada.
De pronto
desperté, y tuve la impresión de que despertaba nuevamente de otro sueño,
porque todo lo que veía a mí alrededor ya lo había visto anteriormente, era
como un Déjà Vu. Mi somnolienta perturbada mirada de alcohólico se paseó lentamente por la habitación,
constatando que allí aún estaba Lilith, impúdicamente desnuda sobre la cama, en una
pose inverosímil, mostrándome el Agujero Negro del centro de
“Holy shit!”
exclamé al percatarme que era el mediodía del domingo.
“Aló mamá…!
-dije cuando oí su débil voz a otro lado de la línea-…discúlpame, se me hizo
tarde otra vez y volví a quedarme con mis amigos… pero esta tarde regreso a
casa, mamá, no te preocupes!” No era posible. Jamás antes me había ausentado de
casa de esta manera, sin ni siquiera llamar anunciando que no iba a llegar.
Pero la cautivante belleza y exótica personalidad de Lilith, además del sexo y
alcohol, me hacía perder la noción del tiempo y de mis responsabilidades.
Un atisbo de
lucidez llegó a mi mente, en esa habitación del motel, y me hizo pensar que lo
mejor era alejarme de Lilith. Realmente no sabía nada de ella a excepción de su
nombre, si este era verdadero, y tampoco puedo decir que estaba enamorado de
ella. Aunque no puedo negar que me gustaba de sobremanera y el solo hecho de
recordar su cuerpo desnudo y lo que hicimos hizo que una corriente eléctrica
recorriera mi cuerpo. Pero sacudí mi cabeza para alejar la malsana idea.
Cuando entré
al baño a darme una ducha, ya había tomado la firme resolución de irme tan
pronto me vistiera, así Lilith estuviera dormida. El agua caliente de la ducha
comenzó a despejar el malestar de la resaca que sentía y me relajé girando
alrededor del chorro de agua… Lamentablemente no duró mucho la sensación de
libertad que tenía, porque Lilith entró y se hizo dueña de la situación. Creo
que es en vano dar los detalles de lo que sucedió allí, mientras el agua caía
incesantemente. Solo diré que se arrodilló frente a mí y que volví a sucumbir ante la habilidad
amatoria que tenía.
Cuando desperté en
la oscuridad, vi la silueta de Lilith a mi lado, y sin pensarlo dos veces ni
hacer ruido me vestí y salí de la habitación.
Afuera del
motel, el frío de la noche terminó por despertarme, así que caminé al
parqueadero, tomé mi auto y me marché rumbo a casa. La sensación de libertad
había vuelto a mí otra vez.
“Mamá!...
-exclamé al verla que despertaba, sentada en el sillón de la sala de la casa-…
perdona por mi descuido de estos días!” le dije con sinceridad y ternura,
abrazándola fuertemente.
“¡No te
preocupes, Raulito. Lo importante es que estés en casa!” Me dijo al oído cuando
la abrazaba, sin regañarme en absoluto.
Sí, tengo 22
años y aun soy lo que muchos dicen: “hijo de mamá”, cuando la mayoría de mis
amigos de la universidad de medicina viven fuera del hogar, solos, con amigos de
la facultad o enamoradas. Pero creo que sería injusto que yo la dejara ahora,
después de que ella eligió mantenerse sola, sin compromiso, luego de la muerte
de mi padre en un accidente, para cuidar de mí con tanto esmero. Más aún si, a
pesar de su juventud, 40 años de edad, sufría del corazón con una sola opción, y
ya estaba en una lista de espera para un trasplante… que no llegaba. Yo era
testigo de verla como su salud se iba deteriorando más y más, así como pasaba el
tiempo, y temía que muriera antes de llegar a la meta del quirófano.
Esa noche me
fui a la cama arrepentido de mi mal obrar y de haber puesto en riesgo la salud
de mi madre, además del cargo de conciencia en el supuesto pero probable caso
de que hubiera habido una emergencia y no haber estado allí para auxiliarla.
Sin embargo,
mi subconsciente me despertó a las 3 de madrugada, sudando y anhelando tener a
Lilith a mi lado. Por mis ojos o mi mente desfilaban escenas obscenas,
pornográficas, del recuerdo de los breves días y noches compartidos con ella.
Yo trataba de que esas ideas se fueran de mi mente. Me volteaba y re-volteaba
en mi cama, tratando de distraerme y quedarme dormido, pero fue en vano, las
imágenes no se iban. Miré el reloj de pared. “¡Las cuatro, mejor me levanto!” me
dije a mí mismo y fui a darme una ducha.
En el camino
a la universidad y durante las clases, el rostro y exuberante cuerpo de Lilith
aparecían como destellos brevísimos, que no pude evitarlos.
A la salida,
cuando iba acompañado de un grupo de amigos con dirección al parqueadero, pude
ver desde lejos a Lilith recostada en mi auto, así que me despedí de mis amigos
y fui hacia ella.
Esta vez
ella vestía recatadamente, con una especie de túnica negra, con capucha roja, de mangas largas,
sujetada en la cintura por un cinturón de apariencia metálica y debajo unos
pantalones cortos de lycra que le cubrían los muslos, además de las medias
negras y botas del mismo color. Pero lo más impresionante era la belleza y
serenidad de su rostro. Ninguna malsana idea vino a mi mente esta vez, sino
pronunciar para mis adentros, mientras me acercaba: “Dios mío, ¡parece una
virgencita!”
Y no pude
resistirme. Al contrario, mi ego se regocijó con su compañía.
Al poco
tiempo de iniciada esta relación ya no supe distinguir entre el deseo sexual
que sentía por Lilith o el amor. Todo lo que sabía era que no podía vivir sin
verla. De esa manera descuidé mis estudios y, peor aún, mis ausencias de casa
empeoraron la salud de mi madre… pero ya nada me importaba.
Perdí a la
mayoría de mis amigos, porque Lilith se comportaba de manera muy arrogante con
ellos, y cada vez fui alejándome de todo lo que representaba mi yo. Ahora solo
asistía a los lugares preferidos de ella y con la gente de su entorno, quienes
me miraban con desdén, como si fuera poco hombre para Lilith. “Alice, te tienen
envidia!” me decía cuando le reclamaba lo esnobistas que eran ellos… Y ella
persistía en llamarme “Alice” a pesar de haberle remarcado mi nombre: “Raúl!!!”
Y así
pasaron los meses y yo cada vez más sumiso a la voluntad de Lilith, aunque
confieso que me sentía más feliz que nunca. Hasta que llegó el mes de
aniversario de nuestro amor: Octubre.
“Alice,
vamos a tener una reunión muy importante para los preparativos de Halloween…
-me dijo Lilith entre sudores después de nuestro consabido e insaciable rito
sexual-… y quiero que me acompañes porque el Maestro quiere conocerte!”
“Pero… creo
que ya me lo presentaste una vez!”
“No. Este es
el Maestro Mayor, el Maestro de maestros, y viene de Europa para los
preparativos y la ceremonia principal. Él me tiene una especial consideración
y, repito, quiere conocerte. ¡¡¡No me defraudes!!!”
Y así, tal cual lo dijo se hizo. Esa noche, unas semanas antes del 31 de octubre asistí
acompañando a Lilith a una casona a las afueras de Los Ángeles.
Estábamos en
una espaciosa pero lúgubre sala que más parecía el de una Iglesia. Había mucha
gente, sentados en unas bancas de madera, todos vestidos con una túnica negra que les
cubría de pies a la cabeza, de esa manera no sabíamos quién era quién. Nosotros
no éramos la excepción en nuestro vestir, aunque el color de nuestras túnicas
nos diferenciaba del resto ya que eran de color rojo.
El sonido de
un órgano llenaba la sala con una melodía que había oído en las películas de
terror: “Dark Moon” de Paul Mottram. Así que pensé de inmediato que todo esto era el
montaje para una farsa y me preparé a disfrutarlo.
No puedo
negar que la entrada del Gran Maestro fue espectacular. Primero, en total
silencio la sala se llenó de una densa nube que apestaba a azufre. Luego se oyó
la música estridente de un rock interpretada al revés que daba escalofríos.
Entonces, desde la penumbra apareció un inmenso… ¿Hombre? No. Este tenía facciones
de hombre, pero era del color rojo y tenía cuernos y cola. Y no se detuvo hasta
llegar al pódium que le habían preparado.
"!!!Puta Madre, que buen disfras¡¡¡" Exclamé en silencio.
De pronto me
miró, como si me hubiera escuchado, y un escalofrío recorrió mi cuerpo y no deje de temblar.
Lilith tuvo
que sostenerme de un brazo para no caer al suelo. “Animo, Alice, no me
defraudes!”
“Dios mío,
es el mismísimo Diablo!!!” exclamé sin palabras. Y el Maestro de maestros
gruño, como leyendo mis pensamientos, escandalizado de haber mensionado a “Dios” para
mis adentros, y no dejé de temblar. Pero lo peor estaba por venir.
Lucifer
habló con voz tétrica, aliento putrefacto y sin rodeos: “Lilith, tienes que
traerme el corazón de la madre de tu pareja, sino no podrás renovar el contrato
de la vida eterna por otros 100 más!!!” Y dando media vuelta se marchó, en medio de gritos y
llantos que los concurrentes lanzaban como alabanza al gran Maestro.
Yo ya no era
consciente de lo que sucedía a mí alrededor. El pedido del demonio, o la farsa
de este, me había aturdido totalmente.
Así, solo
pude reaccionar cuando Lilith detuvo el auto, en un recodo del camino de
regreso a Los Ángeles. Ella me miró en silencio, en la penumbra y soledad del
camino.
“Alice, no
me defraudes, seremos eternos y podrás poseerme cuando quieras y para siempre!”
“Lilith, mi
madre es lo que más quiero, no puedes pedirme eso!”
“Tu madre ya
no vivirá mucho, Alice, ella está muy enferma y a punto de morir. Por el
contrario, si haces lo que te pido, tú… y yo… tendremos la vida eterna a
cambio!”
Lilith me
beso tan pronto dejó de hablar para no darme la oportunidad de replicar su
pedido, mientras que con sus manos manoseaba mi miembro viril para lograr mi
excitación. Así, una vez que lo consiguió, cambió sus manos por sus labios y
ardiente lengua, sin dar tregua a que el raciocinio llegara a mí, y al oírme
gemir se posó sobre él para fornicar con violencia en el limitado espacio de
auto. Debo confesar que el lado de mi instinto animal de mi ser se había
apodera de mi conducta y en el momento culminante del éxtasis sexual sentí que
mi alma ardía y vi fugazmente al demonio lanzando una carcajada por su triunfo.
Lilith me
dejó en el parqueadero donde había dejado mi auto y se marchó en silencio.
Yo, como un
verdadero zombi, es decir como un muerto sin alma ni pensamiento, tomé mi auto
y conduje a casa sin ser consciente de cómo lo hacía. Solo me percaté del lugar
en donde estaba cuando me detuve frente de mi casa. Allí me vino el alma al
cuerpo y lloré, lloré por un largo rato. Avergonzado de lo bajo que había
llegado. Hasta que oí que alguien tocaba débilmente las empañadas lunas de mi
auto. Al abrir la puerta de mi auto vi a mi madre frente a mí… y no pude
contener mis sentimientos.
Salí de auto
tambaleándome y llorando abracé a mi viejita linda, llenándola de besos como
nunca lo había hecho, diciéndole que la amaba más a que a mi vida y
prometiendo, para mis adentros, que jamás volvería a ver a la demoníaca de
Lilith. Mientras mi madre me consolaba diciéndome: “No debes tomar demasiado
hijito!” creyendo que el desborde de mis emociones eran producto del alcohol.
Al día
siguiente mi madre quiso servirme el desayuno, pero no pudo, así que fui yo
quien la atendió y luego me marché a la escuela preocupado de lo débil de ella
estaba.
En el camino
y durante las clases no pensé en Lilith, ni su imagen vino a mí como en otras
veces, y me sentí libre de su malévola influencia. Cuando salí y me dirigí al
parqueadero tampoco estaba ella. Así que me fui a casa, feliz de haberme
librado de Lilith.
De regreso
encontré a una ambulancia de los paramédicos parqueado en la acera, frente la
puerta de mi casa. Adentro, en la sala, estaba mi madre reclinada en el sofá,
siendo atendida por dos de ellos.
“Ya hemos
estabilizado sus signos vitales, pero tiene que llevarla a doctor en la
brevedad!” Me dijo uno de los paramédicos. Y así lo hice, esa misma noche llevé
a mi madre al hospital para que el doctor la vea.
“El tiempo
de tu madre se ha agotado, la próxima vez tendremos que usar las máquinas para
mantenerla viva… su corazón ya no responderá!” me dijo su doctor con cruda
sinceridad. Y agregó: “Tiene que quedarse. En el muy probable caso de un próximo
paro cardíaco, los paramédicos no llegarían a tiempo para auxiliarla!”
Pero yo
repliqué firmemente: “Doctor, quiero a mi madre en casa, Ud. sabe que ya casi
soy un médico y sé cómo cuidarla!”
Llevé a mamá
de regreso a casa y allí la acosté lo más cómodamente posible. “Yo te cuidaré
mamita linda, duerme tranquila!” le dije y le di un beso en la mejilla. Luego
me fui a dormir.
Pero en la
medianoche, en pleno sueño o despierto, no sé, escuché la voz del doctor del
hospital que me decía repetidas veces: “El tiempo de tu madre se ha agotado, la
próxima vez tendremos que usar las máquinas para mantenerla viva… su corazón ya
no responderá!” Y de pronto, de la nada, apareció el virginal rostro de Lilith
ante mis ojos, diciéndome: “Tu madre ya no vivirá mucho, Alice, ella está muy
enferma y a punto de morir. Por el contrario, si haces lo que te pido, tú… y
yo… tendremos la vida eterna a cambio!”. Lilith estaba arrodillada sobre mi
cama, acariciándome mientras hablaba, y sin darme más oportunidad hizo lo mismo
de la última vez, en el auto. Pero en esta oportunidad yo estaba decidido a no
permitirlo, así que traté de alejarla empujando su rostro fuera de mi sexo,
pero no pude desprenderla. Entonces la agarré de los cabellos y sin ningún
miramiento la sacudí enérgicamente para que me soltara… y tampoco lo logré. Y
en la desesperación grité, porque en mi alma sentía que la razón y mis valores
sucumbían ante la sensación del instinto animal del placer… y no pensé más…
solo gocé de la exquisita lujuria que me brindaba los ardientes labios de
Lilith… toda la noche, suavemente y de manera interminable… pero sin llegar al
éxtasis.
De pronto
desperté y mi único pensamiento era ver a Lilith y de fornicar una eternidad.
Salí de casa, desesperado, sin despedirme de mi madre, para buscar a Lilith.
Su teléfono
no contestaba a mis llamadas y yo desesperaba cada vez más y más, porque ya
había dejado decenas de mensajes, pero ella no respondía. Así, rogué no sé a
quién, poder encontrarla en su tienda, en la antesala de su casa, de souvenirs
satánicos que vendía de manera legal al público, en Santa Mónica.
Cuando
llegué la encontré detrás de un escritorio, sentada en su sillón reclinable. Me
acerqué y sin más me arrodillé ante ella y me hundí en su regazo, y entre
sollozos le pedí perdón. Le dije que estaba dispuesto a hacer lo que me pedía,
pero que no me dejara. Ella acarició mi cabello y lentamente se limitó a
subirse la falda y separar sus rodillas para que yo alcanzara sus ya húmedos y
ardientes labios. No sé cuánto tiempo estuvimos embriagados en el sexo, porque
lo que empezó en el sillón reclinable de su escritorio, continuó en la
bañera, en el piso del corredor, en la cocina, para finalmente despertarme en su
cama. Creo que esta vez mi conciencia moral había muerto definitivamente, porque
no sentía ningún remordimiento, al contrario, estaba tranquilo, y se puede decir
que hasta feliz, porque mi ansiedad había acabado. Ahora no solo sabía lo que
tenía que hacer, sino que estaba dispuesto a llevarlo a cabo de principio a fin. Luego salimos a
un Coffee Shop cercano.
Lilith,
mientras tomábamos un café en la calle, me dijo: “Alice, te he preparado una
lista de lo que tienes que tener preparado… -y lo leyó antes de entregármelo-…
Una caja conservadora de tamaño apropiado y mucho hielo. Una solución
anticongelante y una solución salina… todo eso lo consigues en una farmacia. Lo
del alcohol yodado, guantes, bisturí y otras cosas ya lo sabes, tú eres ya un
doctor…” y yo guardé la lista en el bolsillo de mi chaqueta. Luego del café
volvimos a la cama y esta vez fue ella la que se paseó por todo mi cuerpo. Ya
en la tarde me despedí de Lilith con un acuerdo de reunirnos más tarde para la
ceremonia de esa noche.
De regreso a
casa compré todo lo necesario en el camino porque sabía que no habría más
tiempo. Y así fue, ya que encontré a mi madre totalmente inerte sobre el sofá.
No me distraje en nada y fui directamente a donde ella. Chequeé su pulso y
comprobé que los latidos de su corazón eran muy débiles y desacompasados, como
el sonido del motor de una carcocha próxima a apagarse definitivamente. Juro
que mis sentimientos habían desaparecido y ahora actuaba con la frialdad
profesional de un médico. Acto seguido, a sabiendas que ya no había marcha
atrás, descubrí el pecho de mi madre, limpié la zona de su corazón y alrededores
con alcohol yodado y le inyecté una solución apropiada directo al corazón… ya
no había vuelta atrás.
Antes de
salir de casa e ir al encuentro de Lilith, revisé que todo esté en orden, y lo
estaba, ahora ya no había más tiempo que perder. Entonces, tomé el teléfono,
marqué 911 y llamé a los paramédicos, ellos comprenderían. Y salí raudo al
encuentro del destino, cualquiera que fuera este.
“Alice, lo
trajiste?” me dijo Lilith ansiosa.
Y yo,
sonriendo, levante la caja conservadora.
“Wow, Alice,
te adoro, nunca te vi tan seguro de ti mismo, me gustas!”
Y sin más
dilación nos fuimos con rumbo al lugar en donde se llevaría a cabo la diabólica
Ceremonia.
Por el
camino, solo tuve un instante de debilidad cuando el cuento “El Ruiseñor y
Ya era de
noche y parecía que la carretera era solo para nosotros. Dentro del auto
reinaba el silencio. Entonces en un recodo del camino me detuve y encendí la
luz interior. Lilith estaba extrañada por haber detenido el auto y me miró
directamente a los ojos. Yo no sé lo que vio en los míos, pero lanzó un grito
descomunal.
De vuelta a
la carretera conduje desenfrenadamente, casi como un loco, pero sabiendo
perfectamente lo que hacía.
Freneé
haciendo rechinar las llantas de mi auto, frente a la puerta de emergencia del
hospital, y corriendo por el pasillo de este llegué al quirófano en donde
estaba mi madre y grité:
“Doctor, ya
puede operar a mi madre, aquí les traigo un corazón!"
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martes, 30 de octubre de 2018
LILITH
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