By Michaelangelo Barnez
George era un tipo… Mmm, digamos… que muy particular. ¿Por qué? ¿Acaso era extremadamente simpático o feo? No, no, al contrario, él tenía otro tipo de detalle que lo definía así, eso, muy particular, por decirlo de una manera, para la mayoría de gente. Pero, ¿cuál era esa particularidad?
Él era el típico tipo adinerado que creía que no existía nadie en el mundo a quien su dignidad no podía comprar o pisotear. Decía además, en medio de sus amigotes, mientras bebía cerveza chorreando por las comisuras de sus labios, que el honor y la honestidad de cualquiera tenía un precio, sea este un hombre o una mujer. Comía con las manos y se relamía los dedos, no por el placer de comer, sino para demostrar con una descarada arrogancia que podía hacer lo que le venía en gana en cualquier lugar. Sí, como una muestra del poder que tenía. Despreciaba a los mendigos de las calles y presos en las cárceles, a quienes, según él, deberían ser eliminados de la sociedad. Y a los pobres los soportaba a regañadientes, como un mal necesario, ya que en sus dogmas de fe, patrió-religiosa, sostenían que fueron creados por dios para que lo sirvan a él y a sus amigotes empresarios. Ah, y por supuesto, era un fervoroso devoto religioso, quien únicamente en la misa dominical, a la que asistía con toda la familia, mostraba santa pasividad y generosidad en su limosna… Esa era su particularidad.
Por supuesto que nadie nace así, sino que se hace bajo la vigilante e impositiva tutela del padre, aplaudida por el entorno amical y, lamentablemente, secundada por una sumisa madre; quien aplastada por la bestia que la violó, preñó y llevó al altar; sin alternativas, aceptó el ultraje, para beneplácito de la intachable alcurnia social del padre; este era el mejor ejemplo para el “niño” George del papel que debía tener toda mujer en el matrimonio y la sociedad.
Su padre estaba orgullosísimo de tener un hijo como George, porque creía que él no solo conduciría sus empresas, sino que además los destinos de la nación. Para eso lo educó en los más sublimes, pero fanáticos y trastornados dogmas de Patria, Iglesia, Familia y Libertad, y en la absoluta convicción de que la fuerza de la severa ley era igual para todos, pero como toda regla tiene su exclusión, menos para él y sus amigos.
Su madre estaba preocupada por el futuro de George, pero poco podía hacer. En cambio su padre sí, “El ejército le hará bien”, creía con toda convicción; y antes de llegar a la universidad fue obligado a estudiar en una escuela militar ¿Para formar su carácter? No. Si no para terminar de moldear su conducta Cívico Militar, además de sus grotescos modales. Y a pesar de que no lo lograron, lo premiaron con todos los honores como el más destacado que alguna vez tuvieron en dicha escuela.
Una vez en la universidad, George amplió su círculo de amistades limitada a solo los “niños” de su clase social. Un sector de ellos lo convirtió en el líder indiscutible para la defensa de los principios ortodoxos de la moral y la familia. Aunque otros, ricos también, se alejaron de él porque lo veían como un matón fascista no acorde con los tiempos de renovación liberal. No obstante, estos no tenían reparos para aliarse con él y su grupo de matones cuando había que enfrentar a la gran mayoría de estudiantes progresistas, humildes o provenientes de familias ricas, que según el “niño George” eran simplemente: Agentes o mercenarios Comunistas infiltrados en la universidad, a quienes insultaba como rojetes, caviares o terrucos. ¿Participaba en debates políticos de estudiantes? A veces. Los que siempre terminaban cuando su banda de matones, “Orden, Disciplina y Estudios”, irrumpía a golpes para rescatarlo del apaleamiento de ideas que siempre sufría. Nunca pudo tener la satisfacción de “ganar” en las polémicas universitarias, pero sí de apalear a sus opositores. De la misma manera, nunca entendió porqué sus mentores: Franco, Pinochet, Fujimori y el Opus Dei, eran tan repudiados por la mayoría; entonces, se satisfacía culpando a la incomprensión de los otros, de su propia limitación mental. Sí, George era el típico Fascista adinerado.
Estudió leyes y descubrió que no había que cambiar la Constitución ni las normas vigentes de su país para construir el tan deseado Estado disciplinado que su padre le enseñó. Bastaba con hacerla cumplir, a sangre y fuego, para que la tan mentada paz social con desarrollo llegara.
¿Y… George era feo? No, él era alto, fornido y de sonrisa fácil, el prototipo del apuesto varón. Muchas mujeres que por más rigurosa que fuera su ideal de hombre, lamentablemente, se sentiría atraída por él… a la condición de que no hablara, ni lo conociera en la intimidad… Si no… era un desastre.
Hasta que llegó una candidata que no tuvo reparos en acostarse con él sin cobrarle, aparentemente, y la boda-pacto-familiar de la más rancia alcurnia de la sociedad se realizó; boda bendita por su mejor amigo y consejero: el Arzobispo de la ciudad.
Ya suelto en la sociedad, como toro en ruedo, envistió a todos. “¿Derechos de la mujer?”, se preguntaba con voz de payaso en reuniones intimas. “Mi Pinga!!!” respondía con soberbia para el deleite de sus amigotes.
“¿Y los Derechos Humanos?” le preguntó una vez la prensa, cuando intervino por primera vez en política.
“Son puras cojudeces!!!” respondió aullando y haciendo gestos del hombre lobo.
“¿Y qué opina del aborto?” le preguntó una reportera.
“Es un crimen. Madre que mata un hijo, debe morir!!!” le respondió mirándola amenazadoramente.
“¿Así fuese producto de una violación?” le repreguntó sin intimidarse.
“Para eso está el matrimonio… hija!!!” dijo mordiendo la última palabra.
A lo que un reportero le preguntó: “Y qué opina de la Pena de Muerte”.
Y George, muy serio, respondió como diciendo un axioma “Es la solución para librarnos de tantos indeseables en esta nación, además es muy económico… Muerto el perro muerta la rabia ¿No?”
Al día siguiente, después de que su partido: “Dios, Patria y Libertad” le prohibiera dar conferencias de prensa, George se preguntó mentalmente: “¿Liberta de prensa?”. Y se respondió despectivamente: “Mi culo!!!”
Su esposa le dio dos hijos. Según él, el varoncito, Georguito júnior, fue una bendición, y la mujercita, María, una desgracia. Hasta allí aguantó su mujer el desprecio, los engaños y las palizas. El divorcio fue un escándalo judicial, en donde su ahora ex-esposa solo pudo lograr obtener una magra compensación por los gasto de los alimentos de su pequeña hija, María, con quien se fue de casa. Sin embargo, la pequeña María tuvo que regresar cada mes por el óbolo hasta que un día…
“Papá, Hoy cumplo 21 años”, le dijo su hija María, alegre y respetuosa como siempre, cuando fue a recoger su último cheque de la pensión por alimentos.
“Hija, quiero que le entregues este cheque a tu madre y le digas… -Y parándose le grito en la cara-… Que este es el último maldito puto cheque que va recibir de mí en lo que resta de su perra vida!... –y luego, calmado como si no hubiese sucedido nada, se acicaló los bigotes y añadió- …Ah, pero quiero que regreses mañana y me cuentes la cara que pone… Te daré una propina”.
María, aunque ofendida por las palabras de su padre no dijo nada y fue a entregar el cheque a su madre, con el consuelo de que solo lo vería una vez más.
George se regocijaba imaginando el efecto de sus palabras en su mujer y esperó ansioso la respuesta.
Al día siguiente, cuando María regresó donde George entró sonriente, feliz.
“¿Y qué te dijo tu madre?” le preguntó George directamente, sin saludar, casi como un insulto.
Y María con inmensa alegría le contestó:
“¡Me dijo que justamente estaba esperando este día para decirte que realmente no eres mi papá… bye, bye!”.
Y María se fue cantando.
A George le dolió en el alma la burla de madre e hija; entonces recordó que hacía aproximadamente 22 años sucedió algo…
George siempre molestaba a su mujer con bromas machistas sin ningún reparo de quien las pueda oír. Un día fue al aeropuerto a despedir a su esposa que viajaba a París de compras, para compensarla de la paliza que le había dado hacía una semana. Una vez pasado el chequeo del pasaporte y boleto de vuelo de María, frente a todo el mundo y desde lejos, George le deseó buen viaje y en tono burlón le gritó: “Amor, no te olvides de traerme una hermosa francesita Ja, ja, ja”. Ella bajó la cabeza por la humillación pública y se embarcó muy molesta. Su mujer pasó quince días en Francia, y al regreso, George otra vez fue al aeropuerto, ahora a recibirla. Al verla llegar, lo primero que le gritó a toda voz fue: “Y amor ¿me trajiste mi francesita?”
“Hice todo lo posible, mi amor… -le contestó ella mostrando alegría y agitando la mano, luego entre dientes murmuró-… ahora sólo tenemos que rezar para que nazca niña”… Y así nació María.
George, como abogado, tuvo que ver el último problema de violación-asesinato en que su padre se vio comprometido. Así, tuvo que oír la declaración de una pobre mujer campesina, que trabajaba en su hacienda, explicando lo que sucedió:
“¿Julia, por qué mataste al Papá George?”, le preguntó el juez.
“Is qui como qui lo maté y no lo maté, tábanos jugando, pues” dijo Julia en llantos.
“A ver Julia, tienes que explícame eso”, le exigió el juez e hizo una señal al secretario para que tome nota de la declaración.
“Is qui istaba lavando los calzonis di mi maredo y is qui llega il viejo yurch, agarra la cubeta dil agua y mi la avienta y mi dece: 'Cómo qui ti llovizna, chola cojuda'. Intoncis qui yo mi enojo y agarro ditirjente y se lo aviento en la cara y li dego: ‘como qui ti neva, grengo!'. Intoncis, il agarra un puñu di piedras y mi dice: 'como qui ti graniza, sirrana de mierda!'. Y intoncis yo qui mi inojo más, agarru piedras y li dego: 'como qui ti graniza tambén!'. Pero dispues il mi agarrú mi calzún y mi la bajú y qui me dece: 'como qui ti la meto!'. Y me atacú, intoncis yo ben molista agarru cochello i li dego: ¡¡¡ZASSSSSS!!!... COMO QUI TI LA METO TAMBEN MALDETO CABRÚN!!!!”
Y todo lo que pudo logar George hijo, como abogado, fue quitarle la misera chosa donde vivia, que la condenen a cadena perpetua a la pobre campesina, enterrar a su padre y apoderarse de toda la herencia sin considerar a su hermana, porque como toda mujer perdería su apellido.
George después del divorcio volvió a casarse, es un decir, esta vez con una mujer muy joven y bella, casi adolescente, y muy pobre, y además trajo a vivir con ellos a la madre y hermana de su esposa. Luego de unos años de máxima felicidad para George, un día, después del almuerzo, se sintió muy mal…
George, en su lecho de muerte, llamó a su mujer y con voz ronca y ya débil, le dijo:
“Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero hacerte una confesión”.
“No, no, tranquilo, tú no debes hacer ningún esfuerzo” Le dijo su joven esposa.
“Pero mujer, es preciso… -insistió George-… Es preciso que muera en paz. Te quiero confesar algo.”
“Está bien, está bien. ¡Habla!”
“Te confieso que he tenido relaciones con tu hermana, tu mamá y tu mejor amiga.” Dijo George, pronto a morir.
“Lo sé, lo sé George… ¡¡¡Por eso te envenené, MALDITO!!!.”
Y así acabó George. Pobre hombre, aparte de su madre nadie lo amó. Gran mujer.
A su sequito fueron los más connotados hombres de la sociedad, en política y economía. Allí estuvo toda la radio, prensa y televisión, de ellos, por supuesto. George fue enterrado con todo los honores cívicos, como defensor de las libertades y derechos humanos, principalmente, los de la mujer… A decir de su mejor amigo en la homilía final: el Arzobispo de la ciudad.
Después crecieron mujeres más libres que criaron mejores hijos, y así mejores hombres.