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jueves, 28 de marzo de 2013

ATRAPADA EN UNA PESADILLA

Atrapada en una Pesadilla

De Michaelangelo Barnez
“Hola doctora”.
“Adelante, por favor, siéntese lo más cómoda posible”.
“Gracias, doctora, gracias”.
“¿Y en que puedo ayudarla?”
 “Doctora, mi nombre es María Luz Cielo, tengo 35 años y mi marido 38. Tenemos tres hijos de 12, 11 y 6 años. El menor, Carlos Alberto,  fue nuestro último intento, luego de un lapso de cinco años que habíamos decidido no tener más hijos, por tener una mujercita en la familia. Pero igual, eso solo lo pensamos antes de tenerlo…” entonces María Luz hizo una pausa, tragó saliva o algo muy parecido al falso orgullo propio, debido a que sentía una gran vergüenza de hablar acerca de algo tan íntimo, aun cuando tenía al frente a una doctora en psiquiatría y estar absolutamente solas. Pero, venciendo esa barrera interna, se animó a hablar, pues para eso había hecho la cita con anterioridad.
 “La razón por la que he venido, doctora, es que últimamente he tenido horribles pesadillas”.
“Las pesadillas son eso, María luz, sueños horribles, y muchas veces sin aparente sentido, ya que son temores disfrazados…” comentó la doctora amablemente, a manera de relajarla, para que a María le sea más fácil ser más específica en explicar su problema.
“Doctora, sueño que, por alguna razón que desconozco, estoy recluida en un sanatorio para enfermos mentales… Es horrible, doctora, en mi sueño estoy en una sala rodeada de gente alterada con las que no puedo compartir las más mínima conversación, digo esto por solo mencionar lo básico entre otras actividades en las que me veo forzada a participar, si se puede llamar participar a estar totalmente quieta, sin hablar, ni moverme, como una muerta, como si mi mente no estuviera allí. Pero, además de esa tortura sicológica, recibo el constante maltrato por parte de los doctores y enfermaras, ya que me tratan como una paciente y yo me opongo, porque estoy totalmente cuerda. Pero ellos no me hacen caso, no me prestan atención, no escuchan mis explicaciones. Yo me enfrento a la terapia que me dan, no quiero los electroshocks, ni los baños con agua helada, pero no puedo luchar contra ellos y finalmente me vencen.  Solo tengo paz cuando, en mi pesadilla, me llevan o logro refugiarme en mi dormitorio y me duermo. Es en ese momento en que por fin logro despertar y ver a mi esposo a mi lado, dormido. Pero el sueño me deja muy alterada, nerviosa, asustada a que pueda verdaderamente perder la razón.”
“María Luz… -empezó a interrogarla la doctora-… ¿Acaso son siempre las mismas pesadillas, una secuencia de ellas con ese mismo tema o totalmente diferentes?”
“Doctora, ahora hasta tengo miedo irme a dormir, porque las pesadillas han sido repetitivas, sino diferentes, aunque relacionadas con el mismo tema… No obstante, tengo otras que empiezan muy lindo, pero se vuelven horribles, al extremo que me sacudo, muevo mis brazos y grito para lograr salir del mal sueño, pero no lo logro fácilmente.”
“¿Y cómo son esas pesadillas?” preguntó con avidez la doctora, adivinando que por allí podría encontrar la explicación del tormento onírico.
“Como le dije, doctora, empiezan muy lindas porque estamos en casa con mucha alegría, preparando nuestro equipaje ya que nos vamos de camping por tres días. Los niños se ven muy animados preparando sus mochilas con sus pertenencias personales. Mi marido se encarga de preparar el equipo de la tienda de campaña, los sacos de dormir y de la caja conservadora para los refrigerios, y empacar, además de todo lo que concierne al mantenimiento de la camioneta 4×4 en que viajaremos. Yo me encargo de los sándwiches y jugos que llevaremos para el camino, además de escoger toda la comida fresca y conservada para los tres días. Además de todo lo concerniente a Carlos Alberto.”
“Tienes mucha razón, María Luz, lo que me cuentas es muy lindo porque con mi familia también hemos hecho esos viajes, que son muy extenuantes pero maravillosos…-comentó la doctora, y añadió-…  Ahora dime, ¿cuándo o qué torna a ese sueño en una pesadilla?”.
“Doctora, trataré de ser breve y le diré directamente que sueño que estamos viajando al Cañón del Colorado por la carretera 66, admirando la belleza del paisaje, pero al oscurecer vamos por un atajo que va por el borde de este. Esta vía no está asfaltada y es muy agreste. Yo le digo, mejor dicho, le ruego a mi esposo a que regrese a la vía principal y que nos hospedemos en un motel, solo por esa noche. Pero él insiste que conoce la vía y que no me preocupe de nada, porque ya la recorrió con sus padres cuando era un adolescente. Doctora, allí es cuando empieza mi desesperación, presiento que algo muy malo nos va a pasar, especialmente cuando la camioneta empieza a dar tumbos por el mal estado del camino. Doctora, eso ya lo he soñado repetidas veces y sé lo que viene. Reconozco el lugar que transitamos y sé que un terrible accidente va a ocurrir. Le ruego a mi esposo que pare, que no continúe, pero él no me escucha y vamos a lo que ya sé, nuestro fatídico destino. Doctora, en un recodo de la carretera aparece un camioneta pick up de gran tamaño, creo que le llaman Big-Foot, que viene en sentido contrario, con las luces muy potentes encendidas, y mi esposo pierde el sentido de orientación. Doctora, dios mío, nos desbarrancamos. Lo he soñado ya tantas veces, sin embargo siempre sufro lo indecible, sino igual, peor. Veo como todo da vueltas dentro de la camioneta, cayendo por el precipicio, oigo los gritos de mi esposo y de mis hijos. Dios mío, mis hijos, mis hijos, cada vez que sueño esto los veo morir, pero me doy cuenta que estoy dentro de una pesadilla y hago lo posible por despertar… entonces todo oscurece y súbitamente lo logro. Doctora, ya se podrá imaginar Ud. lo alterada que me encuentro cuando despierto en la cama, a lado de mi esposo. A veces él se despierta y me abraza, protegiéndome, y me dice: “Mary, tuviste un mal sueño, te escuché gemir mientras te movías angustiada…”. Luego me levanto, voy a buscar a mis hijos en su dormitorio y los veo allí, sanos, durmiendo plácidamente, entonces los acaricio sin despertarlos, me siento feliz de encontrarlos en sus camas. Luego, mi rutina diaria me envuelve, me doy una ducha fría que logra disipar mi preocupación, y así, preparo el desayuno, despido a mi esposo cuando va al trabajo, llevo a mis hijos al colegio y me voy a la oficina legal en donde trabajo como secretaria ejecutiva… es decir ya no tengo tiempo para pensar nuevamente en la pesadilla, pero luego de un tiempo, dos o tres semanas, o a veces meses, la pesadilla regresa.”
María Luz mira fijamente a la doctora, angustiada, en espera de una respuesta, y esta le dice, sin mucha preocupación: “Querida, María Luz, te voy a prescribir unas pastillas para que puedas relajarte durante el sueño y puedas dormir bien, estas desaparecerán con el tiempo.”
María Luz regresa más tranquila a casa y esa noche, luego de acostar a sus hijos, sigue las recomendaciones de la doctora, tomando las pastillas relajantes antes de ir a dormir en brazos de su amado esposo.
“Pobre mujer… -comenta un doctor en una junta de médicos de un hospital para enfermedades mentales-… no hemos logrado traerla a la realidad desde el accidente que tuvo, hace dos meses, en donde perecieron su esposo y sus tres hijos. Cuando abre los ojos no deja de gritar desesperadamente, hasta que la sedamos con tranquilizantes para hacerla dormir, entonces se calma y hasta sonríe constantemente como si viviera un lindo sueño.”

martes, 19 de octubre de 2010

“Estoy hasta el culo…”

MICHAELANGELO BARNEZ
Vaya manera de empezar este entuerto literario, dizque narrativo, nada menos y a su altura, con un improperio. Cuando decimos, si es que alguno lo ha dicho, o escuchado: “estoy hasta el culo”, significa muchas cosas que se resumiría en una sola: “Estar Jodido”. ¿Más explicaciones? Váyanse a la… biblioteca, o mejor sigan leyendo.
Cuando dije lo que dije, quise decir exactamente eso. Porque confieso que no tengo espíritu de político del tercer, o cualquier mundo. Que dice y se desdice en cada palabra que se le escapa por la boca o por su no menos pestilente opuesto. Que jura no haber dicho lo que dijo, o peor aún, que lo que dijo no fue lo que escucharon o publicaron… y así hasta el infinito.
 Muchas veces en mi vida he dicho, o simplemente pensado, haber estado hasta el culo, cuando me encontraba fastidiado de algo o ante un problema sin aparente solución, en el que me ahogaba, que luego resolvía satisfactoriamente, de una manera real o como consuelo.
No es mi intención detallar esos cruciales momentos de mi vida, pero por lo menos quiero mencionar el primero que recuerdo de cuando era muy niño, de siete años aproximadamente, cuando estuve parado por espacio de media hora frente a la puerta de mi casa, totalmente inmóvil, la que no me atrevía a llamar por temor al castigo, ya que había salido sin permiso. Problema que luego se solucionó cuando, oh sorpresa, mis padres llegaron y pensaron que se me había cerrado la puerta por casualidad, y me colmaron de besos. Suerte ¿no?
 Pero ahora es diferente, a mis 63 años de edad, estoy realmente hasta el culo, totalmente inmóvil, ante una puerta que no deseo llamar y menos entrar: La Sala de Operaciones. ¿Vendrán mis padres, como en la primera vez? No. Definitivamente, no, porque ellos ya se fueron para no volver.
Hasta hace pocos meses pensé, o creí, que yo era indestructible. Rocanroleaba como un adolecente, corría tres kilómetros diarios, “subía al árbol” tres veces a la semana para satisfacción de mi mujer, además de tener la buena costumbre de ser “ratón de un solo hueco”; comía de todo y bien, remojaba mi espíritu con un buen vino; y hacía muchos años, unos 30, que había dejado de fumar. Quiero confesar que por el ejemplo recibido de mi mujer practicaba el chequeo médico preventivo e iba al doctor cada cumpleaños a que me hagan una revisión general, aún sintiéndome como Supermán. Hasta que un día me sentí mal y fui a ver al matasanos de la familia.
En realidad, fue él y su pandilla los que me vieron. Revisaron mi impecable historia de salud y aún así, ordenaron una serie de análisis, radiografías y tomografías que, de no haber sido por el interés de mi salud, las calificaría como violatorias.
¡Dios mío! La pandilla me agarró peor que a una estrella porno insaciable. Y mi orgullo machista, es decir mi culito, fue mancillado, y además tuve que pagar y decir gracias.
Así, me dijeron: ponte para arriba, para abajo, voltéate, agáchate, agárrate los cachetes y ábretelos, ciérralo, tose, no respires, respira, no te muevas.
Pero, bueno fuera que solo hubieran sido palabras. No, además me hicieron beber sustancia que en mi sano juicio jamás hubiera aceptado. Y peor aún, si hablamos de los aparatos que me introdujeron, por delante y atrás, por decirlo decentemente.
Yo adivino que Uds. han visto las llamadas películas XXX. Bueno, lo que yo vi, o me hicieron ver, fue más allá de eso, más allá del la barrera de lo explicito. Fue XXXXXX…. ¿Por qué? Veamos.
Porque mi pipí tampoco se salvó por más que se mantuvo calladito y escondido en su capullo, y lo despertaron. Le dieron un par de cachetadas, lo agarraron sin asco del cuello, como a un malhechor, y me hicieron una cistoscopia. Así, vi las paredes de mi vejiga, ya se imaginan por donde metieron la cámara de TV, ¿no?, y encontraron que estaba limpias de tumores o escoriaciones, aunque un poco irritada en una zona vesical. En conclusión, estaba en perfecto estado, con una próstata buena y no había señales de cáncer.
La “Estrella Mustia” no se salvó por más que apretó. Por allí metieron otra cámara TV que trataban de esconder a mi vista, pero que por un descuido de la enfermera logré ver y constatar que era más grande que la del burro. Me drogaron para que no sintiera nada, carajo, la que me perdí, aunque pude ver todo el show XXXXXX. Mi Colon, así, sin acento, estaba limpio, hermoso, libre de tumores o llagas, es decir no había señales de cáncer.
“¿Entonces, doctorcito, papito lindo?” le dije esperando lo peor.
“Su colon está en perfecto estado… Pero tiene divertículos”. Me dijo el Doc.
“¿Qué, mi culo es divertido, cómo se atreve doctor?”
“No, ja, ja, ja… Es decir, que existen ciertas bolsas, llamadas divertículos, que pueden traer complicaciones. Y parece que una de ellas se ha pegado a la vejiga creando una fistula”.
“Ya, ya, ya… ¿Y cuál es el tratamiento, doctor?”
“No hay tratamiento, solo queda la cirugía”. Me contestó el doc. frotándose las manos y con una malsana risita en los labios.
“Holy shit, ahora sí estoy literalmente hasta el culo” pensé.
Por eso, ahora estoy como cuando era muy niño, cuando estuve parado por espacio de media hora frente a la puerta de mi casa, totalmente inmóvil frente a la sala de operaciones, a la que no me atrevo a entrar por temor a no despertar.
¿Vendrá mis padres esta vez?
Y todo esto, por la salud y la alegría de vivir unos años más… Veremos qué pasa.
Hasta pronto amigos.

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...