domingo, 8 de mayo de 2011

BEAUTIFUL TOMORROW… HERMOSA MAÑANA

“Hermosa mañana” Le dije a una linda mujer cuando estábamos solos en un parque cerca a un acantilado. No nos conocíamos pero el estar unos minutos allí, haber cruzado nuestras miradas e intercambiado sonrisas me hicieron pensar que podía intentar iniciar una conversación con éxito.
Tuvieron que pasar muchos años para que un día, en un lugar jamás imaginado por mí, hacía sólo unos meses, la anécdota contada se volviera a repetir.
Llegué a la ciudad de Long Beach, California, procedente de Lima, Perú, a principios de los 80’s como un turista común y corriente, y luego de unos meses me convertí en un ilegal, también común y corriente. Con el agravante de ser “casi” un completo ignorante del idioma Ingles, en donde el “casi”, para no decir total, se debía a que mi conocimiento era comparado con el vocabulario de un niño de kínder. Entonces, el estribillo de: “Pollito-Chicken y Ventana-Window…” de una canción muy conocida por los párvulos del colegio, “Bambi”, era todo mi vocabulario Ingles.
No es mi intención contarles los detalles de como hice para sobrevivir en gringolandia sin saber el idioma, sino simplemente hablarles del: “Beautiful tomorrow”. 
Siempre me gustó pasearme por la orilla del mar y como vivía, y vivo, a sólo cuatro blocks de ella solía ir a caminar los domingos muy temprano al muelle de pescadores de Long Beach, con una taza de chocolate caliente en la mano.
En uno de esos paseos tuve la oportunidad de encontrar a una señora, muy bonita y sonriente, en el mismo lugar en donde solía detenerme a terminar en pequeños sorbos mi taza de chocolate mientras contemplaba la inmensidad del mar, el vuelo de las gaviotas y la salida de los botes de paseo llenos de gente, y entre ellos, los pescadores aficionados.
Nuestras miradas se encontraron varias veces y nos sonreímos mutuamente. Yo ya había aprendido que la gente del lugar era muy amable y comunicativa, pero mi ineptitud con el idioma me mantuvo mudo en contra de mis intenciones. Silencio que se prolongó hasta cuando ella rompió el hielo y me dijo algo que no entendí.
Yo sólo atiné a decirle: "BEAUTIFUL TOMORROW. ISN'T IT? e hice una señal con la mano acerca del ambiente, cuando creía haber dicho: “HERMOSA MAÑANA ¿NO ES CIERTO?”. Ella rió con franqueza por mi expresión, se acercó y conversamos, es sólo un decir, y me hizo entender que se decía: "BEAUTIFUL MORNING" en vez de lo que dije; luego me invitó a asistir al programa de ESL, English as a Second Language, en el Long Beach City College, donde ella era profesora. Allí, mi esposa y yo, aprendimos el idioma Ingles correctamente en las clases nocturnas en sólo un año, urgidos por la necesidad de expresarnos en todo lugar.
No puedo dejar de recordar, mencionar, sentir vergüenza y hacer un paralelo de cuando viví en el Perú, por mi discriminatoria actitud de burlarme de la gente que hablaban mal el español en mi ciudad natal: La gran Lima, por provenir del interior del país. En todo caso tuve más suerte cuando, en el extranjero, yo era el malhablado, porque a nadie le gustaría ser menospreciado por algún motivo o alguien.
Hoy, y cada vez que recuerdo esta experiencia, me río de la "estupidez" que dije por ignorancia, y aprecio la amabilidad de aquella dama que conocí, quién luego se convirtió en una sincera amistad familiar de casi 30 años. 

lunes, 2 de mayo de 2011

“PAPÁ, ME VOY A ENROLAR AL ARMY…”


Eran las 7 a.m. del 11 de septiembre de 2001, en California, y aun estaba durmiendo cuando empecé a escuchar voces de un noticiero de la TV provenientes desde la sala de la casa. Algo inusual porque a esa hora era la bulla de los Raperos de MTV, que mi hijo solía poner para terminar de despertase él mismo, los que solían perturbar mi sueño. Eran las 7 a.m. en Long Beach, exactamente a las 9 a.m. en New York y el noticiero propalaba el primer choque del avión comercial a una de las torres gemelas.
Mi hijo Miguel Jr. Entró abruptamente al dormitorio y me dijo:
“Papá, nos están atacando... Empezó la guerra!!!...”
Mi hijo Miguel recién había terminado su Hight School y hacía sólo unas semanas que un oficial del Ejército había visitado nuestra casa para animar a mi hijo a enrolarse al “Army” hablandole de los beneficios y del gran espíritu de camaradería que se vivía. Además, le prometió que si se enrolaba le daban una beca para la universidad que él eligiera...
Mi esposa y yo prendimos el TV de dormitorio y vimos la constante repetición de las escenas del avión estrellándose en el edificio, y nos impresionó de sobremanera.
Nos levantamos y en pijamas compartimos con júnior unas tasas de café mientras tratábamos de calmarlo.
“Papá me voy a enrolar al Army y les vamos a patearles el poto a esos terroristas hijos de puta!” me dijo mi hijo con lágrimas en los ojos, terriblemente afectado por las escenas que veíamos en la TV, y se fue al trabajo. “Ya hablaremos a tu regreso hijo” le dije preocupado de que la idea prosperase.
Mi hijo, como muchos de su misma edad, era amante del Surfing y skateboarding. Y pasaba sus momentos libres en las playas cercanas a donde vivimos, como Seal Beach o Huntington Beach, y fue exactamente por allí, practicando correr olas y skateboarding con sus amigos en el parking lot de una de esas playas, en que conoció al ya célebre Tony Hawk, joven skater profesional. Conversaron por unos minutos y Tony les enseñó algunos trucos de cómo hacer los tan conocidos malabares que tan diestramente hacía sobre la tabla de cuatro ruedas. Al final, al despedirse, Tony le preguntó a Junior “¿Miguel, que vas hacer este verano?” “No sé aun…-respondió Junior, y añadió-… posiblemente venga todos los días a la playa y además amplíe mis horas en la Pizzería en donde trabajo part-time… o quizás me voy al army al terminar la secundaria, no sé…” “Y porque no vienes a ayudarnos, tiempo completo, en nuestro taller de skateboards” le sugirió Tony extendiéndole una tarjeta de su empresa.
Cuando Junior regresó del trabajo a casa, ese fatídico 11 de septiembre, y los días subsiguientes, estuvo muy callado, aun cuando mirábamos las noticias en la tv. Silencio que respeté. Hasta que un día nos dijo: “Papá, mamá… no voy a ir al army”, emocionado y con lagrimas en los ojos. Y nosotros sentimos un gran alivio en el alma.
Después nos enteramos que en donde él trabajaba, como obrero del taller de skateboards, había veteranos de guerra en los diversos niveles de la empresa, y fueron ellos, mejor que nosotros, los que a la hora del break, en donde todos se reúnen amigablemente a tomar un café sin ninguna distinción de posición, los que convencieron a Junior a no enrolarse en una aventura que lo marcaría toda su vida.
Hoy nos enteramos de la muerte del terrorista más nefasto y buscado en el mundo, Osama Bin Laden, y la desarticulación de su organización terrorista. Por lo tanto, la causa o excusa, como quiera interpretarlo, que tuvo George W. Bush en iniciar una de las más grandes y nefastas guerras en el Medio Este, que ya lleva diez años, llegue a su fin y que las tropas del ejército regresen a casa. Los padres, esposas, hijos, hermanos y amigos los queremos de vuelta para poder abrazarlos nuevamente. Mi hijo no se enroló, pero comprendo el gran dolor de los seres queridos de quienes no volverán.

viernes, 8 de abril de 2011

¿Clase Sociales?... algo obsoleto.


Hola… Soy ciudadano originario de una República Bananera, también conocida, por merito propio, como “Republiqueta”. Ubicado en el patio trasero del Imperio, o mejor dicho: en el trasero del mismo. Al Este de la injusticia, al Oeste de la miseria y en el mismísimo Centro de la corrupción. Esa es mi tierra, entre los polos Norte y Sur de este lotizado y repartido mundo global. Aunque luego inmigré y viví, como dijera Martí, en la mismísimas “entrañas del monstruo”.
Hoy, de vuelta a este hermoso país del sur, que no tiene la culpa de ser tratada como la prostituta de la burguesía en el poder porque la usa, explota, vende o regala a doquier; aun así, es mi patria original, a la que defendería hasta con la vida de mi… gato… por lo de las siete vidas. Aquí vivo, cuando vengo del norte, en un lindo vecindario de clase media alta y mas alta, en donde la mayoría de mis vecinos son honestos médicos, abogados, ingenieros, empresarios y también algunos ladrones muy bien camuflados “de cuello duro y corbata”, asalariados de la política; aunque además, por allí haya un burócrata infiltrado, de mísero salario pero tan corrupto como el agua cloacal o baba de dragón de Komodo, porque sólo de esa manera pudo comprar el terreno y construir su casa en este exclusivo lugar, y así, vivir con los que, dice él, son de su misma clase o condición. Mmm… quizás tenga mucha razón aunque no se dé cuenta del por qué.
“¿Y… un profesor puede vivir allí?” me pregunta alguien disfrazado de periodista, con un tonito de voz y cara de simular inocencia porque sospecha mi devoción.  
“¡No jodas pe, estoy hablando en serio!”  Le contesto, ya que adivino sus intenciones de hacer justamente eso, joder.
Pero, justamente en este barrio de la abundancia, lo paradójico de todo esto es que ninguno de mis vecinos reconoce que existan clases sociales. Y mucho menos que existan ricos y pobres, sino hombres muy inteligentes y trabajadores, como ellos, y los brutos y ociosos de siempre, como los de los barrios marginales. Con los que no confraternizan, sino en la exclusiva relación: Empleado-Patrón. 
Como serán de inteligentes y optimistas mis vecinos que creen que todos tenemos Calefacción, Aire acondicionado, Cable TV, Teléfono e Internet en casa propia y que vivimos en el paraíso porque la crisis es un cuento; y el que no lo tiene, es porque no quiere, y lo justifican diciendo que están en su derecho: “Para eso vivimos en libertad y democracia, la que renovamos cada cinco años”, comentan.
¿Y los servicios del agua, gas y luz eléctrica?
“¡Por dios, eso lo tenemos todos desde el siglo pasado!” creen los benditos.
Pero no todo es desacierto en mis vecinos, de todas maneras tienen algún tino, ¿y si no, cómo hicieron su dinero? Por ejemplo, todos construyeron sus casas en la ciudad y en la playa, con garajes grandes en ambas para parquear los autos del señor, la señora y el “niño o la niña”. Sí, el “niño o la niña”, entre comillas, porque ya fuman, beben, tiene carros, licencia de conducir; y si el “niño” no ha embarazado a aun a la empleada, la “niña” ya podó el tronquito del hijo del jardinero.
No cómo los vecinos de mi antiguo barrio, de clase media a secas, que la crisis de los 80s los mandó a la mierda y a mí a gringolandia, quienes se matan trabajando y sí creen en las clases sociales, pero con la particularidad de creer que no pertenecer a ninguna. Aunque confían que pronto llegará el día de su suerte, en que las cosas cambien, y se contagien de amnesia y pasen a vivir a este barrio de mis vecinos, los que no creen que las clases existan. Claro que no quieren esperar mucho, por lo pronto la mayoría de sus casas tienen garaje, aunque sin ningún carro para estacionar. ¿Y el “niño” de la casa? Ah, él estudia en escuela privada para no mezclarse con la chusma del colegio estatal; pero “elhijodepu#@” no tiene reparo en besar a la hermosa hija de la empleada del hogar a escondidas, a la vez que le niega el saludo cuando la ve pasar y él está con sus amigos.
“Estudia hijo y hazte profesional. ¿Ya ves lo que hizo el hijo del vecino? Ese que estudio internado en un colegio de curas, se hizo ingeniero, se fue a los Estados unidos y ahora que ha regresado vive allá, en el barrio de los ricos”. Le escuché decir a mi antiguo ex vecino a su “niño”, otro vago de 22 años, rey del taco, la tiza y la minga, cuando lo fui a visitar.
“Mi mamá dice que ese, tu amigo, no cree en Dios y es comunista!!!” le respondió llorando el malcriado mientras recibía la propina, y se iba tirando la puerta al salir a la calle, a jugar… ¿billar?.
No puedo negar que mis vecinos son muy educados y corteses, por lo general me invitan a sus fiestas, a las que no suelo ir sino en muy raras ocasiones, por sentirme como bicho raro entre ellos, aunque me malinterpretan y me crean gringo y soberbio, no obstante, ellos sí lo son… para los del otro barrio.
Vivir tanto tiempo fuera de la patria tiene sus inconvenientes porque lo convierte a uno en un desarraigado y casi sin amigos. ¿Qué puedo hacer?
Sí, a decir verdad creo que yo soy el problema. Porque desde hace mucho tiempo, desde que tuve uso de razón, admiro a Fidel y al Che Guevara. Y hoy a Correa, Chávez, Morales y Lula.
“¡Ajá!… ¡Entonces eres un maldito comunista!” me dice el mismo sonso de hace un rato, como lanzándome una piedra a la cara.
Mmm… No lo creo, pienso, porque honestamente me conozco mejor que nadie y sé que nunca he sido tan bueno. Pero sí creo que las Clases sociales existen y en su pleito inacabable como motor de la historia.
“¡Entonces eres Marxista!” insistirán otros más educados, frunciendo las cejas.
“Es decir, un terrorista!!!” añade un lumpen de la ultra derecha.
Claro, ¿También soy Newtoniano porque creo en la Ley de la Gravedad? O ¿Darwiniano por creer en la Evolución de las Especies? O ¿Einsteniano por la Teoría de la Relatividad?... ¿y así hasta el infinito, por algo tan natural?
“¡Pero no crees en Dios!” insisten los cucufatos y “quemavelas”, no sé si por joder o a manera de decirme el peor de los insultos.
“¡Creo en Dios tanto como lo cree el Papa!” les contesto de todo corazón y sin dudar ni pestañar.
Y se calman, yéndose tranquilos de que mi pensamiento tenga temor y dueño, justo cuando empiezo a reírme a carcajadas con la purísima verdad que les dije.
Pero no me malinterpreten, a veces yo mismo me pregunto: “¿Existirán las Clases sociales?” y me quedo pensativo, sentado en mi silla reclinable y bajo la sombrilla, al lado de la piscina de mi nada humilde casa de playa bebiéndome un peruanísimo Pisco sour que el barman me trajo, admirando el hermoso atardecer en la playa de Asia, al sur de Lima, y con mi laptop en mis rodillas, terminando de escribir este fastidioso tema: “¿Existirán las Clase Sociales?”.
“Hey, Julio… -Llamo al barman estirando la mano con la copa vacía-… Tráeme otro… y tú tómate uno también”.
Es muy probable que Julio lo haga, pero él no osará sentarse a mi lado ni brindarme su amistad.
“Gracias señor!”. Me responde respetuosamente julio al alcanzarme la copa. Él vive muy cerca a este vecindario, cruzando la carretera asfaltada de la Panamericana y la invisible valla de la infranqueable frontera económica de nuestra división social, en un barrio que no reúne las mínimas condiciones para una vida con dignidad.
“¡Ajá… Ahora sí te atrapé: Eres un comunista de mierda!” me grita ya Uds. saben quién.
No, no lo soy. Pero recuerdo que hace treinta años, cuando recién llegué a gringolandia, al terminar de excavar una pequeña zanja a mano, pico y pala, porque el tractor no alcazaba entrar a esa esquina cuando construíamos unos condominios en California, mi patrón se acercó y me dijo: “Tenemos una barbacoa mañana en casa, te espero a ti y tu familia.” Y cinco años después me gradué, saqué licencia de constructor y fuimos socios de la misma empresa. Cinco años más tarde establecí la mía. Veinte años después… quebré… Y hoy, plácidamente retirado, escribo cuentos como este en esta playa del sur de Lima.
¡¡¡Salud!!!
“¿Entonces, en qué quedamos?… ¿Existen clases sociales o no?... Puta madre, este comunista de mierda me ha confundido”.

lunes, 14 de marzo de 2011

La vida es un viaje…

La vida es un viaje… ¿A dónde?
Muchas veces hemos escuchado decir que: “la vida es un viaje”, relacionándola principalmente con las experiencias por las que atravesamos durante la vida; y pocas veces, por lo desagradable del tema, metafóricamente, con la vida y la muerte, ya que todo viaje tiene un punto de partida y otro de llegada… Igual que nosotros.
Pero si nos ponemos a meditar un poco acerca de lo antedicho, veremos que tal decir solo nos muestra un episodio parcial, miope o superficial, de lo que realmente es la vida.
¿Por qué? ¿Acaso la vida no empieza cuando nacemos y acaba cuando morimos?
Si creyésemos en eso entonces nuestra opinión o concepto realmente sería, como ya afirmamos, “parcial, miope o superficial…”
Entonces, hablemos del inicio de aquel supuesto viaje: La vida.
Creo que no me equivocaría al afirmar que al menos más de la mitad más uno cree que empieza cuando nacemos, y así, con ese casi axioma que más parecería un dogma de fe, nos contentamos con aceptarlo. 

Otros dirían, gracias al progreso de la ciencia, que esta empieza en el momento de la concepción, es decir en pleno chucu chucu, tango o acto sexual. Pero esta afirmación es solo un cambio del tiempo, de nueve meses, en la afirmación acerca del comienzo de la vida.
No es mi intención burlarme de la ciencia y crear una nueva, y ridícula, teoría. No. Muy al contrario, creo que la ciencia ha progresado tremendamente y cada vez va definiendo mejor los intrincados misterios de la vida, que antes la tomábamos como actos de creación divina. La ciencia seguirá investigando y descubriendo más detalles del antes y después de la unión del ovulo y la esperma… y habrán muchos que irán afinando las manecillas del reloj, o mejor dicho: el cronometro, del inicio de la vida. Pero, aún así, esta visión será “parcial, miope o superficial”, porque no es a donde queremos ir.
 
¿Entonces, señor?
La vida, nuestra vida, no es el resultado de una aparición repentina, como un acto de magia o divina, sino que, como todo en el universo, está íntimamente interrelacionado y solo somos una de los billones de sus probabilidades.
Hoy, se ha llegado a “ver” al genoma humano y lo han expresado en esa hermosa escalera grafica del ADN… pero no han encontrado a “la vida” en sí, por más búsqueda que hayan realizado, sino un agregado de elementos químicos que existen desde la época del Big Bang, por eso, si buscamos nuestros orígenes no nos equivocaremos al afirmar que tenemos la edad del universo. Ese es nuestro inicio, el resto son solo detalles del proceso que la ciencia va descubriendo, es decir del manejo de las manecillas del cronometro antes mencionado.
O.k… ¿Y la muerte?... Igual. Nunca “morimos”, solo pasamos a ser otras cosas, infinitas por decir lo menos, como la reencarnación entre una de ellas.
 
Por eso creo que sí, realmente “la vida es un viaje”, con la particularidad de que el momento transcurrido desde que “nacemos” hasta que “morimos” es solo el coche, o cuerpo físico, en que realmente viaja la vida, y que al llegar a su destino se baja y toma otro en el largo tour por el universo.

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...