lunes, 2 de mayo de 2011

“PAPÁ, ME VOY A ENROLAR AL ARMY…”


Eran las 7 a.m. del 11 de septiembre de 2001, en California, y aun estaba durmiendo cuando empecé a escuchar voces de un noticiero de la TV provenientes desde la sala de la casa. Algo inusual porque a esa hora era la bulla de los Raperos de MTV, que mi hijo solía poner para terminar de despertase él mismo, los que solían perturbar mi sueño. Eran las 7 a.m. en Long Beach, exactamente a las 9 a.m. en New York y el noticiero propalaba el primer choque del avión comercial a una de las torres gemelas.
Mi hijo Miguel Jr. Entró abruptamente al dormitorio y me dijo:
“Papá, nos están atacando... Empezó la guerra!!!...”
Mi hijo Miguel recién había terminado su Hight School y hacía sólo unas semanas que un oficial del Ejército había visitado nuestra casa para animar a mi hijo a enrolarse al “Army” hablandole de los beneficios y del gran espíritu de camaradería que se vivía. Además, le prometió que si se enrolaba le daban una beca para la universidad que él eligiera...
Mi esposa y yo prendimos el TV de dormitorio y vimos la constante repetición de las escenas del avión estrellándose en el edificio, y nos impresionó de sobremanera.
Nos levantamos y en pijamas compartimos con júnior unas tasas de café mientras tratábamos de calmarlo.
“Papá me voy a enrolar al Army y les vamos a patearles el poto a esos terroristas hijos de puta!” me dijo mi hijo con lágrimas en los ojos, terriblemente afectado por las escenas que veíamos en la TV, y se fue al trabajo. “Ya hablaremos a tu regreso hijo” le dije preocupado de que la idea prosperase.
Mi hijo, como muchos de su misma edad, era amante del Surfing y skateboarding. Y pasaba sus momentos libres en las playas cercanas a donde vivimos, como Seal Beach o Huntington Beach, y fue exactamente por allí, practicando correr olas y skateboarding con sus amigos en el parking lot de una de esas playas, en que conoció al ya célebre Tony Hawk, joven skater profesional. Conversaron por unos minutos y Tony les enseñó algunos trucos de cómo hacer los tan conocidos malabares que tan diestramente hacía sobre la tabla de cuatro ruedas. Al final, al despedirse, Tony le preguntó a Junior “¿Miguel, que vas hacer este verano?” “No sé aun…-respondió Junior, y añadió-… posiblemente venga todos los días a la playa y además amplíe mis horas en la Pizzería en donde trabajo part-time… o quizás me voy al army al terminar la secundaria, no sé…” “Y porque no vienes a ayudarnos, tiempo completo, en nuestro taller de skateboards” le sugirió Tony extendiéndole una tarjeta de su empresa.
Cuando Junior regresó del trabajo a casa, ese fatídico 11 de septiembre, y los días subsiguientes, estuvo muy callado, aun cuando mirábamos las noticias en la tv. Silencio que respeté. Hasta que un día nos dijo: “Papá, mamá… no voy a ir al army”, emocionado y con lagrimas en los ojos. Y nosotros sentimos un gran alivio en el alma.
Después nos enteramos que en donde él trabajaba, como obrero del taller de skateboards, había veteranos de guerra en los diversos niveles de la empresa, y fueron ellos, mejor que nosotros, los que a la hora del break, en donde todos se reúnen amigablemente a tomar un café sin ninguna distinción de posición, los que convencieron a Junior a no enrolarse en una aventura que lo marcaría toda su vida.
Hoy nos enteramos de la muerte del terrorista más nefasto y buscado en el mundo, Osama Bin Laden, y la desarticulación de su organización terrorista. Por lo tanto, la causa o excusa, como quiera interpretarlo, que tuvo George W. Bush en iniciar una de las más grandes y nefastas guerras en el Medio Este, que ya lleva diez años, llegue a su fin y que las tropas del ejército regresen a casa. Los padres, esposas, hijos, hermanos y amigos los queremos de vuelta para poder abrazarlos nuevamente. Mi hijo no se enroló, pero comprendo el gran dolor de los seres queridos de quienes no volverán.

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