John era un hombre relativamente
joven, de 58 años, de excelente estado físico debido a que era
deportista y mantenía una actitud jovial y despreocupada, quizás por ser
un exitoso empresario en el campo del Arte y Espectáculo.
Pero la imagen que reflejaba en
su círculo amical y mundano, de hombre feliz y exitoso, no correspondía
con la de su vida amatoria. Hacía ya varios años que había terminado muy
discretamente su vida conyugal con su esposa, Brigitte, aunque vivían
juntos en la misma residencia. Los hijos ya habían dejado el seno
familiar y se habían alejado de sus padres debido a la agria relación
que estos mantenían últimamente, además de ser absorbidos por las que
ellos mismos desarrollaban en sus nuevas familias y el magnífico
ambiente de cordialidad del de los de sus parejas.
No es muy difícil adivinar que
para una pareja en crisis, como la de ellos, tanto John y Brigitte,
mantenían respectivas relaciones extramaritales, aunque eran muy
discretos. Pero, ¿Por qué no se habían divorciado? Aparentemente hubiera
sido una solución a la doble vida que llevaban ambos.
“Mira, John, las acciones de la
compañía las has obtenido debido al matrimonio con Brigitte. Su padre te
admiraba, pero era muy precavido y antes de morir puso como condición,
en su testamento, que serías el presidente del directorio, como
accionista mayoritario, mientras perdurase el matrimonio y si, como
afirmas, ella sabe de tu otra relación y lo tolera, entonces sigue así,
es lo que más te conviene”. Le dijo muy claramente su abogado al ser
consultado acerca de la posibilidad de un divorcio.
“Brigitte, no solo soy tu abogada
sino también tu mejor amiga y te advierto que un divorcio sería la peor
opción de tu vida. El lío que se armaría en el proceso de división de
bienes los arruinaría económicamente a ambos, y estoy segura de que tu
marido lo sabe. Lo que si te recomiendo es que te vayas de viaje por el
mundo y disfrutes de la vida con tu amante.” Le aconsejó la abogada,
amiga y confidente ante la inquietud de Brigitte.
Pero ya había pasado más de un
año, desde la coincidente consulta legal, y aún seguían conviviendo en
el mismo lugar. Inclusive, habían hecho un intento de reconciliación en
la noche del aniversario de bodas, pero resultó un fiasco total para
ambos. Hasta que una noche, Brigitte no soportó más y quiso solucionar
el problema de manera radical… y espero a su marido en el lobby de la
casa…con una calibre 38 en mano.
Esa noche John estacionó su
Porsche deportivo de color amarillo al frente de su mansión, donde solo
él podía hacerlo, entre la fuente de agua y los escalones de la casa. Al
entrar a ella encontró a Brigitte parada en medio del lobby, vestida de
negro y sosteniendo un arma en la mano, al lado de su muslo, sin
apuntarle, aunque sin intenciones de ocultarlo. A John le subió una
fuerte corriente de calor hacia la cabeza, a la vez que se figuraba lo
que iba a ocurrir, porque a él mismo se le había ocurrido la misma idea
hacía un tiempo atrás, aunque la había desechado como algo totalmente
descabellado.
John vio como Brigitte levantó el
arma y esta se detuvo apuntándole a la cara, y quedó paralizado a
escasos dos metros de distancia. Pudo ver el negro agujero de la 38 y
detrás el duro rostro de su mujer. Estuvo a punto de implorar calma, pero
el destello de una potente luz lo encegueció y cayó pesadamente al
suelo.
Cuando llegó la policía y la
ambulancia encontraron a John en un charco de sangre en medio del lobby.
Brigitte, ya sin el arma y cubierta de una bata de dormir, lloraba
desconsoladamente mientras respondía las preguntas de estos.
A John lo llevaron de emergencia
al hospital y los doctores diagnosticaron que él había sufrido un
derrame cerebral, aunque su caída al suelo con la consecuente hemorragia
lo había liberado de la fatal presión craneana que ocasionaría tal
derrame, y así, salvado su vida… pero eso no lo libraba de las fatales
consecuencias que le acarrearía.
Brigitte, aunque triste y
asustada por los acontecimientos, se sentía liberada de toda culpa por
no haber llegado a disparar. Tristeza y susto que duró muy poco, ya que a
los quince días John regresó a casa aún convaleciente y con un largo
proceso, prescrito por los doctores, de una terapia para su
recuperación. Si en un principio se sintió culpable del estado de John,
este sentimiento se transformó en compasión, pero, semanas más tarde, en
fastidio e intolerancia ante el “imbécil” que tenía delante, que
babeada constantemente, arrastraba los pies y, por si esto no fuera
suficiente, se cagaba y orinaba en los pantalones. Claro está que
Brigitte no atendió a su esposo en ningún momento. Simplemente contrató a
una enfermera para que se encargara de todo y luego se lo llevó a Miami
para internarlo en una clínica de rehabilitación y desentenderse
totalmente del problema, humanitariamente, dinero había y de sobra.
Luego se fue a pasear por el mundo con su adorado y juvenil amante, no
sin antes dejar expresas ordenes al vicepresidente del directorio de la
empresa que todo continuaba igual que antes.
“Amor mío, han sido los dos meses
más terribles de mi vida. No sabes que ya se me habían acabado las
babas, mierdas y orines fingiendo que no me recuperaba, pero al fin
estoy libre. La muy estúpida de Brigitte ni siquiera se percató que las
cámaras de vigilancia habían grabado todo lo sucedido esa noche en el
lobby, y si no disparó, por lo menos hubo un intento de asesinato, y ya
tengo el vídeo a buen recaudo. Regresaré a casa y viviremos allí y si la
bruja reclama algo más de lo que le voy a dar para que se divierta y no
joda, la denunciaré… Llego a la media noche, en el vuelo 756, desde
Miami, espérame en el aeropuerto”. Y John apagó su celular y se dispuso a
transponer la puerta de abordaje del avión que lo llevaría a la tan
ansiada felicidad con su nueva pareja.
4 comentarios:
Sorprendente cuento Michelángelo.
Muy bueno.
saludos,
ROBER
Gracias Robert, encantado de que te haya sorprendido.
Saludos,
Un placer leerte, gracias por compartir.
Saludos, Pilar
Dear pilar, encantado de que te haya gustado el cuento.
Saludos
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