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domingo, 6 de diciembre de 2020

ALBERTO GÁLVEZ OLAECHEA Y "LA GUERRA SANTA-JIHAD"

Presentación de la novela: "La Guerra Santa-Jihad" de Michaelangelo Barnez por Alberto Gálvez Olaechea.



 “… “Señor Presidente, un comando terrorista tiene una ojiva nuclear en un edificio federal en Los Ángeles y amenaza con hacerla explotar si es que no cumplimos con sus exigencias de…” le comunica el agente del FBI. Esta era la dura esperada probabilidad haciéndose realidad en el seno del país más poderoso del mundo, Los Estados Unidos de América, y lamentablemente el más odiado también.”… LA GUERRA SANTA. Apasionante y controversial historia inspirada en los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad y el accionar de sus principales protagonistas. El desarrollo de América como líder del Mundo le ha generado enemigos irreconciliables que no pararan hasta verla sucumbir derrotada y destruida; así, llega el momento tan temido en que un comando terrorista amenazan con hacer explotar una bomba nuclear en el corazón de América. La historia se desarrolla más allá de la simple ficción literaria de una pelea entre buenos y malos. En LA GUERRA SANTA el autor plantea y brinda al lector las posibilidades reales del conflicto, permitiéndole seguir la trama con avidez, interactuando con sus sentimientos y creencias, como si se desarrollara en la realidad, con sus terribles consecuencias; con los mismos personajes que provienen de la palpitante realidad, las que vemos y oímos en los noticieros a diario, con sus nombres reales como protagonistas. La novela es un urgente llamado a la conciencia, apelando al profundo sentimiento de buena voluntad existente en todo ser humano, y no un mensaje de pesimismo apocalíptico e intimidación. El lenguaje y el tema siembran encargos claros en el espíritu de la gente lúcida y honesta de todas las naciones para reemplazar, ahora, toda una cultura de agresión y de violencia por otra de paz y convivencia. La primera edición se agotó totalmente, y ahora, al alcance del mundo entero, está la segunda edición a través de amazon.com. Léala, LA GUERRA SANTA le fascinará. Búscala en:

martes, 24 de noviembre de 2020

EDUARDO GONZÁLEZ-VIANA Y "LA GUERRA SANTA-JIHAD"

 Presentación de la novela "La Guerra Santa-Jihad" de Michaelangelo Barnez por Eduardo González-Viana


“… “Señor Presidente, un comando terrorista tiene una ojiva nuclear en un edificio federal en Los Ángeles y amenaza con hacerla explotar si es que no cumplimos con sus exigencias de…” le comunica el agente del FBI. Esta era la dura esperada probabilidad haciéndose realidad en el seno del país más poderoso del mundo, Los Estados Unidos de América, y lamentablemente el más odiado también.”… LA GUERRA SANTA. Apasionante y controversial historia inspirada en los grandes problemas que aquejan a nuestra sociedad y el accionar de sus principales protagonistas. El desarrollo de América como líder del Mundo le ha generado enemigos irreconciliables que no pararan hasta verla sucumbir derrotada y destruida; así, llega el momento tan temido en que un comando terrorista amenazan con hacer explotar una bomba nuclear en el corazón de América. La historia se desarrolla más allá de la simple ficción literaria de una pelea entre buenos y malos. En LA GUERRA SANTA el autor plantea y brinda al lector las posibilidades reales del conflicto, permitiéndole seguir la trama con avidez, interactuando con sus sentimientos y creencias, como si se desarrollara en la realidad, con sus terribles consecuencias; con los mismos personajes que provienen de la palpitante realidad, las que vemos y oímos en los noticieros a diario, con sus nombres reales como protagonistas. La novela es un urgente llamado a la conciencia, apelando al profundo sentimiento de buena voluntad existente en todo ser humano, y no un mensaje de pesimismo apocalíptico e intimidación. El lenguaje y el tema siembran encargos claros en el espíritu de la gente lúcida y honesta de todas las naciones para reemplazar, ahora, toda una cultura de agresión y de violencia por otra de paz y convivencia. La primera edición se agotó totalmente, y ahora, al alcance del mundo entero, está la segunda edición a través de amazon.com. Léala, LA GUERRA SANTA le fascinará. Búscala en:

martes, 22 de octubre de 2019

LA FRONTERA


Estaba al frente de un gran alambrado, abarrotado de gente que buscaba la forma de ver y encontrar a sus familiares, amigos o conocidos del otro lado de esta, sin poder hacer nada por trasponer dicha inmensa barrera. Y yo no era la excepción de esa preocupación en ese mar de gente de identidad étnica multicultural. Sí, allí estaban gentes de todas las edades y géneros, procedentes de todas las culturas que yo conocía en ellos, o adivinaba reconocer, por sus vestimentas, apariencias raciales e idiomas, todos con un solo denominador común dibujado en sus rostros: La desesperación por transponer la barrera o comunicarse con los suyos.
Era tanto el tumulto y el frenesí de la gente que me era imposible acercarme al alambrado, así que decidí alejarme un poco para así buscar algún claro, por donde poder escurrirme y acercarme hasta aquella muralla de alambre.
Cuando me alejé un poco más de veinte metros de distancia del gentío pude ver mejor el panorama… y lo que vi, me asombró. En realidad, las características ya descritas no cambiaban, solo que fui más consciente de su magnitud. A mi izquierda y derecha, el mar de gente agolpada contra la cerca no tenía fin. Y cuando levanté mi rostro para ver la altura de la valla, esperé encontrar alambres enrollados con púas en su tope, pero no fue así. En realidad, no pude ver la parte más alta porque esta se perdía en un cielo nublado, que supuse que era una mezcla de la neblina del campo y el denso humor de la gente en este cálido día.
Entonces me alejé un poco más y más… y caí sentado sobre el césped de ese inmenso campo. No sé, creo que mi mirada abarcaba la distancia de varios kilómetros en ambos lados a pesar de sus ondulaciones, y lo que vi me golpeó el corazón: en realidad… era lo mismo que ya había visto, pero en otra magnitud. Había allí… ¿millones de personas? Sí, porque la fila de gente se perdía a la distancia de aquella sinuosa pradera.
También vi que había mucha gente que se alejaba; cabizbajos muchos, aunque otros demostraban tranquilidad o alegría al alejarse. Pero la multitud no disminuía ya que otro tanto continuaba llegando.
“¿Señor, pudo acercarse al alambrado?” Pregunté inocentemente a quien se retiraba y pasaba por mi lado.
“Sí… Vi a mi familia y pude decirle adiós. Ahora estoy tranquilo, ya puedo irme, no hay forma de cruzar esta frontera.”
“¿Pero, no lo va intentar?” le pregunté con el ánimo de incluirme en la aventura.
“Ya lo hice, señor. Estoy aquí más de un año. Se ve que Ud. Recién llega”.
“Sí, y ni siquiera me he podido acercar al alambrado. ¿Es posible ver a los familiares?”
“Si te apuras, sí, porque ellos también se alejan… a vivir sus vidas.”
Entonces el hombre se marchó.
“Tengo que lograr acercarme”, me dije a mi mismo tomando una resolución, al momento que me ponía de pie, y me dirigí resueltamente al gentío que se apretujaba contra la malla metálica.
No sé como lo logré, después de abrirme paso entre el asfixiante tumulto de desesperados, pero lo logré.
“¿Wow, que es esto?” me pregunté extrañado cuando estuve pegado al alambrado. Realmente no sé cómo explicarlo, pero la malla era aparentemente metálica, solida. Sin embargo no lo podía tocar ya que se desvanecía ante mi intento, aunque si lograba retenerme al intentar querer cruzarlo. Lo máximo que pude hacer allí fue estirar los brazos, e inclusive las piernas, a través del alambrado ya que no me lo impedía, pero dar un paso adelante me fue imposible… Aun así, hice innumerable intentos hasta que me di cuenta que era en vano continuar con el esfuerzo.
“¿Estarán usando barreras de campos electromagnéticos? Mmm… No sabía que la tecnología ya la había hecho realidad”. Me dije dándome una explicación.
Miré a mis costados y en ambos casos vi como la gente alargaba sus manos por tocar a los suyos, entre sollozos, para luego irse. Aunque otros se quedaban y continuaban con la tortura de verlos sin poder hacer más.
Luego miré hacia adelante, en busca de los míos… y no vi a nadie que pudiera reconocer en medio de un gentío que se acercaba y alejaba para luego desaparecer en la bruma ya que la visión era muy borrosa por la neblina circundante.
Allí me quedé un día, el otro y el siguiente, y así perdí la cuenta del tiempo. Hasta que, un día, una ráfaga de viento aclaró la visión y pude ver a un niño muy pequeño, de poco más de un año, caminando cerca de la malla metálica:
“Mi nieto!” exclamé, y él me miró.
En su rostro pude ver sus ojos de alegría porque me reconoció, pero solo atinó a balbucear algunas palabras ininteligibles.
Fue cuando su padre, es decir mi hijo, se acercó, lo cargó y se lo llevó, mientras le decía: “Es hora de almorzar, hijo”.
Increíblemente fue suficiente lo que vi y oí para sentirme reconfortado de mi desgracia de no poder estar allí, con ellos, y recién me di cuenta del límite del limbo en que me encontraba. Y con la esperanza de esperarlos allí el día cuando alguno de ellos cruce la frontera, me alejé a hacer mi propia vida.  

miércoles, 1 de mayo de 2019

QUIEREN QUE MATE A MI MEJOR AMIGO


Quieren que mate a mi mejor amigo, Boston… pero me rehusó a hacerlo. Él me ha acompañado por estos últimos doce años y existe un gran amor entre nosotros dos. Pero ahora, que lo veo muy deteriorado, no sé…
Yo soy un hombre maduro y a él lo conocí cuando era muy joven, casi un bebe. Yo caminaba por la calle, en la noche, por los alrededores de mi casa luego de haber cenado. Era mi habitual caminata para ayudar a mi digestión, y lo hacía dando una gran vuelta por los blocks del vecindario en el que vivo, a través de las calles que usualmente están desiertas.
Era una noche fría cuando lo vi venir desde lejos, caminando en la misma acera que yo lo hacía pero en sentido contrario, así que, si ninguno de nosotros cambiábamos de rumbo, nos cruzaríamos de todos modos en algún punto. Cuando él estaba no muy lejos, sentí miedo, pensé que quizás pueda atacarme, pero inmediatamente deseché ese temor porque él lucía muy erguido, joven, caminando con confianza. Nos cruzamos sin mirarnos ni comunicarnos de manera alguna, pero luego de dos paso volteé mi rostro y mis ojos se encontraron con los de él. Él también había volteado y me miraba intensamente con sus ojos negros. Yo no supe que hacer, pero me quedé parado, allí, mirándolo. De pronto me dio ganas de acercarme y acariciarlo, pero me contuve. Entonces volteé y volví mi mirada al frente y caminé con dirección a casa, con paso calmado, y en el camino me di cuenta que él me seguía. No tuve miedo, sabía que no me atacaría, sino que otro era su propósito. Y así fue como nos conocimos hace doce años. Desde esa noche jamás nos separamos y hemos vivido tratando de alegrarnos la vida mutuamente. Yo lo cuido con mucho amor y él me comunica su alegría de estar junto a mí con la energía que irradia sus ojos negros.  
Hace poco, cuando ambos estábamos recostados en el sofá, acaricié su cabeza y él me miró a los ojos… y creo que descubrió mi pensamiento… y lloró… y se acurrucó bajo mis brazos. Yo no pude resistir y lo abracé con toda mi alma y también lloré. No me resignaba a perderlo y no aceptaba que en solo 12 años hubiera envejecido tanto. Él ahora veía con dificultad y se tropezaba con los mueble de la casa al caminar, pero yo estaba dispuesto a ayudarlo en todo, no solo con la comida sino además en el ya no desagradable momento cuando quería defecar u orinar.
Una noche, mientras dormíamos, comenzó a quejarse y me despertó, él temblaba. Algo le dolía intensamente, dolor que yo no sabía cómo calmar, así que fuimos al doctor, a emergencias.
La doctora me miró a los ojos, en silencio, luego de auscultarlo. Y yo entendí el mudo diagnostico. “¿Qué podemos hacer, doctora?” le pregunté al borde de la desesperación.
“Lo único que le recomiendo es ponerlo a dormir… no sufrirá en absoluto”
“Eutanasia!!!” Palabra que, con solo imaginarla, resonó en mi mente como un interminable eco. Quizás lo permitiría con alguno de mis queridos y más cercanos familiares. No sé. Pero ahora, frente a la alternativa concreta de decidir que hacer con mi mejor amigo, no pude consentirlo.
“Doctora, deme unas horas para pensarlo, regreso mañana temprano...”. Dije, al momento que involuntariamente miré a mi amigo, totalmente tendido, indefenso, aunque mirándome con tristeza, como sabiendo lo que le esperaba.
“¿Podría darle un calmante?”
“Sí. Ya lo hicimos, le hemos inyectado un fuerte calmante, por eso está tranquilo, pero el efecto irá disminuyendo con el uso”
Así, dejé a mi entrañable amigo internado en la sala de emergencias de la clínica, sin las esperanzas de una recuperación, ni siquiera milagrosa, sino con una condena de muerte, que si yo no decidía prontamente, esta llegaría inexorablemente luego de una prolongada y terrible agonía.
Ya en casa, no sé si dormí y soñé todos y cada uno de los eventos más importantes de mi vida con mi mejor amigo, o solo fueron recuerdos los que desfilaron por mi mente en una interminable noche de insomnio…
Al día siguiente no quise ir a la clínica, es decir, no me atrevía a ir. No podía ordenar la muerte de mi mejor amigo en su presencia o cerca de él.
“¿Aló, Doctora?” Llamé a la clínica con una resolución ya tomada, y les dije claramente que por ningún motivo terminen con mi amigo, y que dentro de unos minutos estaría allí. Dejé el fono y partí.
“Tenga mucho cuidado cuando le inyecte esta droga para el dolor… -me previno la doctora cuando recogí a mi fiel amigo, luego de indicarme cómo hacerlo, y añadió-… Una sobredosis es mortal”.
Esa semana le apliqué la droga repetidas veces para calmarle el insoportable dolor que sentía. Ya no comía ni caminaba, aunque cada vez que me miraba movía la cola como diciéndome “Aquí estoy aún, amigo”.
Hasta que una noche despertó y aulló como nunca… ya la dosis de droga para el dolor no surtía efecto.
Cogí su cabeza y busqué sus ojos. Al encontrarnos calmó su llanto por un instante. Así estuvimos por unos minutos comunicándonos sin palabras como solíamos hacer, hasta que empezó a llorar muy quedamente, como mordiendo el dolor que sentía. Yo entendí perfectamente el mensaje y preparé, deliberadamente, una sobre dosis de la droga. Él me miraba con sus inmensos ojos negros, tranquilo ahora, como para que yo lo esté también… Y le apliqué la letal inyección. Mi amigo se calmó y luego se reanimó. Y como sabiendo que se iría, se puso de pie, dio unos pasos, giró y frente a mí, mirándome, meneó la cola, se acercó, me volvió a mira con sus inmensos ojos negros y murió a mis pies. 
Yo me arrodillé, lo abracé, le pedí perdón en llantos y le juré que lo buscaría cuando yo también partiera de este mundo.
Hoy los restos de Boston yacen enterrados en mi jardín, aunque yo lo siento a mi lado en todo instante. Inclusive ahora, cuando escribía esta nota, gruñendo y jalándome las pantuflas, contento de que les contara de él.

sábado, 20 de abril de 2019

POBRE HOMBRE


By Michaelangelo Barnez
George era un tipo… Mmm, digamos… que muy particular. ¿Por qué? ¿Acaso era extremadamente simpático o feo? No, no, al contrario, él tenía otro tipo de detalle que lo definía así, eso, muy particular, por decirlo de una manera, para la mayoría de gente. Pero, ¿cuál era esa particularidad?
Él era el típico tipo adinerado que creía que no existía nadie en el mundo a quien su dignidad no podía comprar o pisotear. Decía además, en medio de sus amigotes, mientras bebía cerveza chorreando por las comisuras de sus labios, que el honor y la honestidad de cualquiera tenía un precio, sea este un hombre o una mujer. Comía con las manos y se relamía los dedos, no por el placer de comer, sino para demostrar con una descarada arrogancia que podía hacer lo que le venía en gana en cualquier lugar. Sí, como una muestra del poder que tenía. Despreciaba a los mendigos de las calles y presos en las cárceles, a quienes, según él, deberían ser eliminados de la sociedad. Y a los pobres los soportaba a regañadientes, como un mal necesario, ya que en sus dogmas de fe, patrió-religiosa, sostenían que fueron creados por dios para que lo sirvan a él y a sus amigotes empresarios. Ah, y por supuesto, era un fervoroso devoto religioso, quien únicamente en la misa dominical, a la que asistía con toda la familia, mostraba santa pasividad y generosidad en su limosna… Esa era su particularidad.
Por supuesto que nadie nace así, sino que se hace bajo la vigilante e impositiva tutela del padre, aplaudida por el entorno amical y, lamentablemente, secundada por una sumisa madre; quien aplastada por la bestia que la violó, preñó y llevó al altar; sin alternativas, aceptó el ultraje, para beneplácito de la intachable alcurnia social del padre; este era el mejor ejemplo para el “niño” George del papel que debía tener toda mujer en el matrimonio y la sociedad.
Su padre estaba orgullosísimo de tener un hijo como George, porque creía que él no solo conduciría sus empresas, sino que además los destinos de la nación. Para eso lo educó en los más sublimes, pero fanáticos y trastornados dogmas de Patria, Iglesia, Familia y Libertad, y en la absoluta convicción de que la fuerza de la severa ley era igual para todos, pero como toda regla tiene su exclusión, menos para él y sus amigos.
Su madre estaba preocupada por el futuro de George, pero poco podía hacer. En cambio su padre sí, “El ejército le hará bien”, creía con toda convicción; y antes de llegar a la universidad fue obligado a estudiar en una escuela militar ¿Para formar su carácter? No. Si no para terminar de moldear su conducta Cívico Militar, además de sus grotescos modales. Y a pesar de que no lo lograron, lo premiaron con todos los honores como el más destacado que alguna vez tuvieron en dicha escuela.
Una vez en la universidad, George amplió su círculo de amistades limitada a solo los “niños” de su clase social. Un sector de ellos lo convirtió en el líder indiscutible para la defensa de los principios ortodoxos de la moral y la familia. Aunque otros, ricos también, se alejaron de él porque lo veían como un matón fascista no acorde con los tiempos de renovación liberal. No obstante, estos no tenían reparos para aliarse con él y su grupo de matones cuando había que enfrentar a la gran mayoría de estudiantes progresistas, humildes o provenientes de familias ricas, que según el “niño George” eran simplemente: Agentes o mercenarios Comunistas infiltrados en la universidad, a quienes insultaba como rojetes, caviares o terrucos. ¿Participaba en debates políticos de estudiantes? A veces. Los que siempre terminaban cuando su banda de matones, “Orden, Disciplina y Estudios”, irrumpía a golpes para rescatarlo del apaleamiento de ideas que siempre sufría. Nunca pudo tener la satisfacción de “ganar” en las polémicas universitarias, pero sí de apalear a sus opositores. De la misma manera, nunca entendió porqué sus mentores: Franco, Pinochet, Fujimori y el Opus Dei, eran tan repudiados por la mayoría; entonces, se satisfacía culpando a la incomprensión de los otros, de su propia limitación mental. Sí, George era el típico Fascista adinerado.
Estudió leyes y descubrió que no había que cambiar la Constitución ni las normas vigentes de su país para construir el tan deseado Estado disciplinado que su padre le enseñó. Bastaba con hacerla cumplir, a sangre y fuego, para que la tan mentada paz social con desarrollo llegara.
¿Y… George era feo? No, él era alto, fornido y de sonrisa fácil, el prototipo del apuesto varón. Muchas mujeres que por más rigurosa que fuera su ideal de hombre, lamentablemente, se sentiría atraída por él… a la condición de que no hablara, ni lo conociera en la intimidad… Si no… era un desastre.
Hasta que llegó una candidata que no tuvo reparos en acostarse con él sin cobrarle, aparentemente, y la boda-pacto-familiar de la más rancia alcurnia de la sociedad se realizó; boda bendita por su mejor amigo y consejero: el Arzobispo de la ciudad.
Ya suelto en la sociedad, como toro en ruedo, envistió a todos. “¿Derechos de la mujer?”, se preguntaba con voz de payaso en reuniones intimas. “Mi Pinga!!!” respondía con soberbia para el deleite de sus amigotes.
“¿Y los Derechos Humanos?” le preguntó una vez la prensa, cuando intervino por primera vez en política.
“Son puras cojudeces!!!” respondió aullando y haciendo gestos del hombre lobo.
“¿Y qué opina del aborto?” le preguntó una reportera.
“Es un crimen. Madre que mata un hijo, debe morir!!!” le respondió mirándola amenazadoramente.
“¿Así fuese producto de una violación?” le repreguntó sin intimidarse.
“Para eso está el matrimonio… hija!!!” dijo mordiendo la última palabra.
A lo que un reportero le preguntó: “Y qué opina de la Pena de Muerte”.
Y George, muy serio, respondió como diciendo un axioma “Es la solución para librarnos de tantos indeseables en esta nación, además es muy económico… Muerto el perro muerta la rabia ¿No?”
Al día siguiente, después de que su partido: “Dios, Patria y Libertad” le prohibiera dar conferencias de prensa, George se preguntó mentalmente: “¿Liberta de prensa?”. Y se respondió despectivamente: “Mi culo!!!”
Su esposa le dio dos hijos. Según él, el varoncito, Georguito júnior, fue una bendición, y la mujercita, María, una desgracia. Hasta allí aguantó su mujer el desprecio, los engaños y las palizas. El divorcio fue un escándalo judicial, en donde su ahora ex-esposa solo pudo lograr obtener una magra compensación por los gasto de los alimentos de su pequeña hija, María, con quien se fue de casa. Sin embargo, la pequeña María tuvo que regresar cada mes por el óbolo hasta que un día…
“Papá, Hoy cumplo 21 años”, le dijo su hija María, alegre y respetuosa como siempre, cuando fue a recoger su último cheque de la pensión por alimentos.
“Hija, quiero que le entregues este cheque a tu madre y le digas… -Y parándose le grito en la cara-… Que este es el último maldito puto cheque que va recibir de mí en lo que resta de su perra vida!... –y luego, calmado como si no hubiese sucedido nada, se acicaló los bigotes y añadió- …Ah, pero quiero que regreses mañana y me cuentes la cara que pone… Te daré una propina”.
María, aunque ofendida por las palabras de su padre no dijo nada y fue a entregar el cheque a su madre, con el consuelo de que solo lo vería una vez más.
George se regocijaba imaginando el efecto de sus palabras en su mujer y esperó ansioso la respuesta.
Al día siguiente, cuando María regresó donde George entró sonriente, feliz.
“¿Y qué te dijo tu madre?” le preguntó George directamente, sin saludar, casi como un insulto.
Y María con inmensa alegría le contestó:
“¡Me dijo que justamente estaba esperando este día para decirte que realmente no eres mi papá… bye, bye!”.
Y María se fue cantando.
A George le dolió en el alma la burla de madre e hija; entonces recordó que hacía aproximadamente 22 años sucedió algo…
George siempre molestaba a su mujer con bromas machistas sin ningún reparo de quien las pueda oír. Un día fue al aeropuerto a despedir a su esposa que viajaba a París de compras, para compensarla de la paliza que le había dado hacía una semana. Una vez pasado el chequeo del pasaporte y boleto de vuelo de María, frente a todo el mundo y desde lejos, George le deseó buen viaje y en tono burlón le gritó: “Amor, no te olvides de traerme una hermosa francesita Ja, ja, ja”. Ella bajó la cabeza por la humillación pública y se embarcó muy molesta. Su mujer pasó quince días en Francia, y al regreso, George otra vez fue al aeropuerto, ahora a recibirla. Al verla llegar, lo primero que le gritó a toda voz fue: “Y amor ¿me trajiste mi francesita?”
“Hice todo lo posible, mi amor… -le contestó ella mostrando alegría y agitando la mano, luego entre dientes murmuró-… ahora sólo tenemos que rezar para que nazca niña”… Y así nació María.
George, como abogado, tuvo que ver el último problema de violación-asesinato en que su padre se vio comprometido. Así, tuvo que oír la declaración de una pobre mujer campesina, que trabajaba en su hacienda, explicando lo que sucedió:
“¿Julia, por qué mataste al Papá George?”, le preguntó el juez.
 “Is qui como qui lo maté y no lo maté, tábanos jugando, pues” dijo Julia en llantos.
“A ver Julia, tienes que explícame eso”, le exigió el juez e hizo una señal al secretario para que tome nota de la declaración.
“Is qui istaba lavando los calzonis di mi maredo y is qui llega il viejo yurch, agarra la cubeta dil agua y mi la avienta y mi dece: 'Cómo qui ti llovizna, chola cojuda'. Intoncis qui yo mi enojo y agarro ditirjente y se lo aviento en la cara y li dego: ‘como qui ti neva, grengo!'. Intoncis, il agarra un puñu di piedras y mi dice: 'como qui ti graniza, sirrana de mierda!'. Y intoncis yo qui mi inojo más, agarru piedras y li dego: 'como qui ti graniza tambén!'. Pero dispues il mi agarrú mi calzún y mi la bajú y qui me dece: 'como qui ti la meto!'. Y me atacú, intoncis yo ben molista agarru cochello i li dego: ¡¡¡ZASSSSSS!!!... COMO QUI TI LA METO TAMBEN MALDETO CABRÚN!!!!”
Y todo lo que pudo logar George hijo, como abogado, fue quitarle la misera chosa donde vivia, que la condenen a cadena perpetua a la pobre campesina, enterrar a su padre y apoderarse de toda la herencia sin considerar a su hermana, porque como toda mujer perdería su apellido.
George después del divorcio volvió a casarse, es un decir, esta vez con una mujer muy joven y bella, casi adolescente, y muy pobre, y además trajo a vivir con ellos a la madre y hermana de su esposa. Luego de unos años de máxima felicidad para George, un día, después del almuerzo, se sintió muy mal…
George, en su lecho de muerte, llamó a su mujer y con voz ronca y ya débil, le dijo:
“Muy bien, llegó mi hora, pero antes quiero hacerte una confesión”.
“No, no, tranquilo, tú no debes hacer ningún esfuerzo” Le dijo su joven esposa.
“Pero mujer, es preciso… -insistió George-… Es preciso que muera en paz. Te quiero confesar algo.”
“Está bien, está bien. ¡Habla!” 
“Te confieso que he tenido relaciones con tu hermana, tu mamá y tu mejor amiga.” Dijo George, pronto a morir.
“Lo sé, lo sé George… ¡¡¡Por eso te envenené, MALDITO!!!.”
Y así acabó George. Pobre hombre, aparte de su madre nadie lo amó. Gran mujer.
A su sequito fueron los más connotados hombres de la sociedad, en política y economía. Allí estuvo toda la radio, prensa y televisión, de ellos, por supuesto. George fue enterrado con todo los honores cívicos, como defensor de las libertades y derechos humanos, principalmente, los de la mujer… A decir de su mejor amigo en la homilía final: el Arzobispo de la ciudad.  
Después crecieron mujeres más libres que criaron mejores hijos, y así mejores hombres.

lunes, 15 de abril de 2019

BREVE HISTORIA DE UN AMANTE CÍNICO…



“Por fin encontré a mi pareja ideal. Ella salía de un desengaño y yo de un engaño. Yo solo quería sanar, aunque ella buscaba la felicidad. Así, de mutuo y tácito acuerdo decidimos vivir juntos, y yo me dediqué a recordarle todos los días que ella era solamente mi pareja. En las noches disfrutábamos haciendo el amor, aunque ella en un solo sentido. Pero era tan tierna y no sabía lo que era engañar, que a veces la complacía y hacíamos sexo a plenitud.
Esta es mi historia de amor…
Firmado: Yo, El Amante Cínico
Esta podría ser una historia de amor… pero no lo es. Usar el diccionario del personaje:
Diccionario: Real significado de las palabras del Amante Cínico. 
Pareja: Muñeca de carne y hueso, que aguanta todo, desde golpes hasta embarazos, que mientras más la jodan, rara vez en el sentido de hacer sexo, jamás abandonará la búsqueda de la felicidad con su torturador.
Desengaño: Cuando el ser amado se va con otro. En realidad, significa salir del engaño.
Engaño: Creerse correspondido.
Sanar: Encontrar a alguien que realmente me quiera… para engañar.
Felicidad: Vivir en el engaño.
Acuerdo: Solo lo que yo diga.
Vivir: Tiempo que dedico para joder a mi pareja.
Joder: Todos los sentidos de la palabra, solo a veces el sexual.
Engañar: Breve lapso de tiempo de mi felicidad.
Fidelidad: Lealtad a pesar de mis engaños.
Lealtad: Capacidad de aguante.
Amor: Sinónimo de sexo.
Sexo: Búsqueda de mi propia satisfacción.
Cinismo: Orgullo de mi identidad.
Valores: No existe en mi diccionario.

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...