Hola, soy Irenne, de solo 20 años
de edad y sin embargo, el ser más desgraciado del planeta. ¿Por qué? Ok, les
contaré.
Soy bella, muy bella y vanidosa,
tanto que hace dos años gané un concurso de belleza, el Tiffany 2010. Sin
embargo la fama y la fortuna no me han traído la felicidad, porque hasta hace
unas semanas no había encontrado el verdadero amor. ¿Entonces, debería estar
feliz hoy? No es así, y ese es mi problema.
Conocí a Richy, un hombre bello,
fuerte y muy amable hace quince días en un Centro Comercial de los muchos que
hay aquí en Los Ángeles. Él se acercó a mí cuando estaba en una tienda de ropa
para damas, en la sección de lencería para ser más precisa, y de manera muy
natural entablamos una conversación que al final se transformó en amistad,
aunque en mi corazón ya nacía esa extraña sensación del deseo y la ternura por
estar junto a él. Así, al final solo quedé momentáneamente tranquila al
concertar un nuevo encuentro para el día siguiente.
Los días pasaron y no hubo
ninguno de estos en que dejáramos de vernos luego del trabajo, e inclusive los
fines de semanas. Así, devenimos en enamorados y yo sentía que el corazón me
iba ha estallar cada vez que nos besábamos e incluso perdía el conocimiento por
segundos, pero felizmente él me sujetaba fuertemente con sus brazos.
Cada día íbamos a un lugar nuevo
de esta gran ciudad Angelina. Al teatro, al cine, de paseo en una góndola por
una Venecia artificial, a los juegos de básquetbol, béisbol o fútbol, si no a
cenar a un bonito restaurante. Los besos y caricias que nos dábamos eran muy
discretos y nunca faltaron, aunque él era muy delicado y nunca fue más allá de
la segunda base cuando estábamos solos.
Pero hoy, esta noche, creo que ya
llegó el momento y deseo perder mi virginidad. Virginidad que he conservado hasta
hoy, no por motivos morales ni religiosos, sino porque estaba esperando al
hombre indicado, a quien amaría con todo mi corazón. Quizás he construido todo
un mito acerca del amor y el modelo del ser amado, pero sé que Richy es mi
hombre y a él se lo entregaré. Además, sé que me ama, sé que me corresponde
hasta hoy… aunque desconoce algo muy importante de mi vida, y no sé cuál será su
reacción cuando llegue a saberlo, a pesar de que me ha jurado su amor
incondicional.
Ahora, en medio de estos
atormentados pensamientos, miro y admiro mi escultural cuerpo, totalmente
desnuda frente al espejo, luego del baño, lista para vestirme e ir al encuentro
culminante con mi amado. Sin embargo, no puedo dejar de sufrir por aquella horrible
cosa que veo colgar en mi pubis, que ni el premio a mi belleza puede calmar, y
solo puedo exclamar con rabia y tristeza:
“¡Dios, porque me diste eso, si soy
una mujer!”