Anónimo.
Cuenta
una leyenda que un día la verdad radiantemente vestida y la mentira con
inmunda ropa se cruzaron:
–
Buenos días- dijo la mentira.
–
Buenos días- contestó la verdad solo como un saludo porque no lo era.
–
Hermoso día- insistió la mentira.
Y
la verdad, miró al cielo y oteó el horizonte para ver si era verdad… Y sí, en
cierta manera lo era.
–
Hermoso día- contestó entonces la verdad.
–
Aún más hermoso está hoy el lago- dijo la mentira.
Y
la verdad, miró y requeté miró al lago para convencerse de que era verdad…
Y sí, lo era.
–
Cierto, está más bonito- dijo entonces la verdad.
Y
la mentira, corriendo hacia el agua, dijo:
–
¡Vayamos al agua a nadar! ¡El agua está muy tibia!
La
verdad se acercó con prudencia al agua, la tocó con la yema de los dedos, sintió
que sí, el agua estaba muy agradable, y decidió creer a la mentira y seguirla.
Ambas
se quitaron la ropa y se lanzaron al agua. La verdad y la mentira
estuvieron nadando un buen rato, muy a gusto, hasta que la mentira salió y se
puso la ropa de la verdad. La verdad, incapaz de ponerse la asquerosa ropa de la
mentira, comenzó a caminar desnuda por las calles y todos se escandalizaron al
verla.
Así
es cómo, desde entonces, la mayoría de personas prefieren ver la mentira
disfrazada de verdad que la verdad al desnudo.
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