Mostrando entradas con la etiqueta cosas mías. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cosas mías. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de junio de 2022

YO TÉ


Ya era mediodía cuando me senté alrededor de una pequeña mesa redonda para dos, de mantel a cuadros rojo y blanco y al aire libre, en la acera del Café Le Dome, de La Ciudad de la Luz: París, cercano a la plaza en donde se erguía la imponente Torre de Eiffel, en espera de la única amiga que tenía allí, a quién solo había conocido a través de un portal literario de las redes virtuales de internet. Ella, Marie Deneuve, era la persona fundamental para mi corta estadía en esa gran y hermosa ciudad, ya que hablaba, además del obligado francés, el inglés y español; estas dos últimas las únicas lenguas que yo dominaba.
A decir verdad, desde que salí del aeropuerto internacional de París, Charles de Gaulle, me sentí perdido, puesto que tenía dificultades para comunicarme con la gente con quienes ineludiblemente tenía que tratar. Al taxista únicamente le enseñé el tríptico de propaganda del Hotel para hacerme entender que me llevara allá. Una vez allí, al querer pagarle por el servicio y no entender lo que me decía, opté por enseñarle una baraja de billetes de Euros, equivalentes a $80 Dólares, para que él escogiera lo debido, y el taxista tomó todos y me agradeció con una amplia sonrisa. Realmente no me sentí mal con la actitud de este, ya que yo sabía de antemano que era la tarifa aproximada, incluyendo la propina.
En el hotel me fue más fácil, porque hablaban inglés y mi agente ya había hecho las reservaciones del caso. Solo tuve que mostrar mi pasaporte americano y mi tarjeta de crédito para que las muy amables francesas me atendieran como un rey. ¿Francesas? No, no lo eran. Luego me enteré de que realmente eran españolas, pero solamente me hablaron en inglés durante mi corta estadía.
Así transcurrieron mis primeras horas, acomodándome en mi suite del hotel Saint Dominique, ubicado en la calle del mismo nombre; en el lobby de este, y luego aventurándome a caminar por los alrededores, sin alejarme mucho para no perderme. Y en la noche viéndo la TV en cable.
“A cappuccino, please!” le dije al maître del café cuando este se acercó a atenderme. Luego, desplegué el diario, Los Ángeles Time, que gentilmente me habían obsequiado en el avión el día de ayer, y repasé las noticias ya obsoletas, mientras había dejado sobre la mesa los tres libros que pensaba obsequiar a mi amiga Marie: “Rayuelas” de Cortázar; “Los Heraldos Negros” de Vallejo; y “Te Veré en Sueños”, la novela que iba a presentar el próximo viernes.
Pero Marie demoró más de lo que yo demoré en beber tres tazas de café, así que, como ya era hora del almuerzo, le pregunté al maître por el menú, y este me trajo una cartilla con todo lo que servían allí… escrita en francés por supuesto. Aun así, no tuve dificultad para elegir lo deseado, porque no iba a almorzar aun, sino matar el hambre y justificar mi larga espera en esa meza del concurrido Café. En la lista vi una foto a colores, entre muchas, con una descripción: “Crêpe sgratinées à la mozzarella et jambon”.
“I want this, please!” le dije poniendo mi dedo en el gráfico, adivinando que era un Crepé de mozzarella y jamón. Y el maître me entendió… Pero agregó: “Et pour laboisson? Y me envió al limbo por tres segundos, para remontarme a los años de mi llegada a Gringolandia, cuando sin saber inglés adivinaba lo que me decían acertando casi al 100% de veces, cuando me hablaban. Entonces le respondí: “A cold Pepsy, please!” Y el maître se fue.
El hojear, el diario en mis manos solo cumplían una fachada a mi prolongada espera por Marie. Realmente no tenía ningún interés en releer las noticias ya pasadas y menos los abundantes avisos comerciales. Y de tanto en tanto, miraba a mí alrededor y observaba a la gente que ya iba llenando las mesas contiguas. Y una vez más pude comprobar que el mundo se había globalizado no únicamente en lo económico, sino en razas y culturas, tan igual como sucedía en California desde ya muchos años atrás.    
Y mientras paseaba mi mirada observando a la gente del café, mis ojos coincidieron con los verdes de una linda joven, sentada a pocos metros de mi mesa, quien me sonreía amablemente. Yo, caballerosamente, y con mucha duda, respondí con una leve reverencia con la cabeza y una sonrisa en mis labios, y continué con mi observación, sin mostrar mucha importancia al hecho en particular. Aunque para mis adentros pensaba que quizás ella me conocía del portal literario o en Facebook. Intrigado, volví a buscar sus ojos y encontré su fresca sonrisa y alegre mirada sobre mi persona. Y yo solo atiné a responder de la misma manera, para luego refugiarme en el diario, simulando leerlo.
Mientras comía mi Crepé volví a mirarla, y volví a encontrar su dulce mirada y sonrisa. Entonces yo, cogiendo el vaso de hielo con soda, hice un ademán levantándolo, mientras decía con una sonrisa y sin palabras sonoras: “Salud!”
Ella se alegró e hizo lo mismo diciéndome algo que yo entendí como: “Yo té!”
Continué comiendo y bebiendo a sorbos mi soda, mientras pensaba que usualmente malinterpretamos los gestos, creyendo que ella había malentendido el mío, cuando levante el vaso, como refiriéndome al contenido de mi vaso, por lo que ella me contestó con lo ella bebía: “Yo té!” sin palabras.
Yo ya había terminado de comer mi crepé, y mi paciencia por la espera se había agotado también, así que estaba dispuesto a pedir la cuenta y regresar a mi hotel. Pero antes hice el último intento de comunicarme con Marie, solo para obtener la misma decepcionante respuesta de que sistema satelital de esa zona no registraba mi llamada.
Así, mientras tenía el celular pegado al oído, vi como la linda joven se acercó a mi mesa y me dijo: “Yo té!” y con toda naturalidad se sentó en la silla libre.
Yo, muy solícito, llamé al maître con un ademán de mano para que se acercara y ordenarle lo que ella pedía: "Un té". Pero la linda muchacha, sonrojada y ofuscada, se levantó y se fue, sin antes decirme algo, en voz baja, como un susurro, que entendí como: “bla, bla, bla, la mierdé!”
Realmente yo no comprendí lo que había sucedido y menos aún el motivo del porqué esta bella joven me había mandado a la mierda.
Pero mi confusión fue breve, ya que la tan esperada amiga Marie Deneuve por fin llegó.
Nos abrazamos, besamos y sentamos, y sin dejarme decir una palabra empezó con un interminable tsunami de palabras.
“Querido Mich, que guapo eres, mejor de lo que aparentas en las fotos de tu portal literario y en Facebook, como me gustan los latinos-hispanos, dios mío, como me gustas Mich. Pero bueno, te pido disculpas por no haber ido ayer a esperarte al aeropuerto, estuve tan ocupada con lo de tu presentación para este viernes que recién hoy lo he finiquitado todo. Vamos a tener como invitados a un poeta español y a un peruano ayacuchano que toca lindo el charango, ambos residentes en París, además de la presencia del agregado cultural del Perú en Francia. Todo eso lo logré confirmar recién hoy, en esta mañana, por eso es que demoré tanto, además de que no contestabas tu celular. Te llamé mil veces y nada. ¿Está malogrado? Bueno, no importa ya, porque por fin nos reunimos para hablar frente a frente y…”  y Marie continuó hablando, asegurándome la presencia de los amigos del portal literario, la comunidad peruana y de países hermanos residentes en París, dándome todos los detalles del evento literario y los preparativos para los días siguientes, previos al evento. Mientras yo solo asentía con la cabeza a todas sus decisiones ya tomadas por Marie.
Luego de la andanada de palabras de mi amiga, cambiando de tema, recién pude contarle mi breve experiencia de las 24 horas que llevaba en París.
Así, tuve la oportunidad de preguntarle acerca del comportamiento de la bella joven, que de cierta manera podía decir que había conocido en ese Café.
Y le conté todo, con lujo de detalles acerca de lo ocurrido, de lo que me dijo, de lo que creí entender, de lo que pensé y también supuse.
Entonces, Marie me interrumpió con una carcajada interminable. Ella reía como una loca. Sí, realmente como loca, sin importarle que llamara la atención de la gente que estaba en las otras mesas. Al principio me sentí incómodo, pero su risa era tan franca que contagiaba a la risa a quien la escuchara. Así que yo también reí, aunque sin saber por qué realmente. Inclusive la gente de otras mesas empezaron a sonreír; y cuando el maître vino sonriendo a ver que sucedía, Marie le contó en breves palabra lo sucedido, y este, soltando una sonora carcajada, comenzó a reír como un loco también, mientras se marchaba.
“Mich, mi querido Mich… Jajajaja oh dios, oh dios!” Me decía Marie, y no pudo continuar porque la risa se lo impedía. Y así entre risas y las lágrimas provocadas por esta, me siguió diciendo: “Esto tienes que contarlo el viernes, dios mío, no puedo más, me orino de la risa… Jajajajajaja!!!”
Los vecinos de otras mesas, hombres y mujeres, reían también, pero no me incomodé por eso.
Salimos del Café porque era imposible conversar allí sin que a Marie le diera otro ataque de risa.
Caminamos un poco, bajo la guía de ella, y encontramos un parque y allí bancas vacías, en donde nos sentamos a conversar.
Allí pude pedirle que me explicara lo que pasó, entre la bella joven y yo, sin percatarme realmente.
Entonces ella me explicó que cuando yo creía que ella me decía: “Yo té!” ella realmente me decía: “Je t'aime!” que suena parecido para tus oídos, Mich, pero significa: “Yo te amo!” y no se refería a la bebida de té que pensabas. Y cuando se sentó a tu lado en la mesa, volvió a decirte. “Je t'aime!” pero volviste a creer que te estaba pidiendo un Té. Y Marie soltó una vez más otra carcajada: “Jajajajajaj… oh dios, oh dios!”
“Y cuando llamaste al maître del Café, ella creyó que te ibas a quejar, por eso es que, ofuscada y avergonzada, se fue!” dijo Marie y añadió “Pero luego… Jajajajajaja…Oh dios!... Ella no te mandó a la mierda… Jajajajaja… Cuando ella se fue…Jajajajaja… te dijo: “Bienvenue à la Ville Lumière!” Jajajajaja… y no “bla, bla,bla a la mierdé! Jajajaja… Oh dios, me oriné otra vez!” 

sábado, 18 de abril de 2020

A THOUNDSAND KISSES DEEP




A THOUDSAND KISSES DEEP
O MIL PROFUNDOS BESOS
by Michaelangelo Barnez
Miraba el plano de calles de Google que tenía en la pantalla de mi PC,
Mientras que con mi dedo índice seguía las líneas de las vías que recorrería.
Iba a ser una larga caminata nocturna, agazapado entre las sombras,
En pleno toque de queda, debido a la cuarentena provocada por la pandemia.
“Está prohibido salir!” me advirtió la razón,
“Puedes contagiarte!” machacó.
“O detenerte, arrestarte y multarte!” volvió a aconsejarme.
“Pero tienes que hacerlo!” me dijo el lado oscuro de mi mente.
La misma que por lo general me metía en problemas.
“Sí, tengo que hacerlo, tengo que ver a mi amada!” y dejé de lado a la razón.
Esperé la medianoche, vestido de negro, para salir.
Tan pronto pisé la acera de la calle, al salir de mi dorado capullo,
El frio de la noche golpeó mi rostro. Hacía ya un mes que no me aventuraba.
Miré a ambos lados, no vi a nadie.
Prendí mi Ipod y “A Thounsand Kisses Deep” sonó.
Sí, Leonard Cohen me acompañaría en toda mi ilegal, pero ineludible aventura.
Me cubrí con mi capucha y el sonido se magnificó. Entonces, manos en el bolsillo, caminé.
Recorrería la Av. Melgarejo, en la Molina, luego la Av. Separadora Industrial,
Para tomar la Vía de Evitamiento-norte.
Hasta allí, pensé que no tendría problemas y así fue.
Pero al llegar a la Fábrica de pinturas Fast, hoy QROMA, la cosa cambiaría, estaba en el Agustino.
A esa hora de la noche la gente buena dormía. Los fumones delincuentes, no.
Y si me detenían, policías o delincuentes, sería lo mismo.
Pero era el lado oscuro de mi mente quien controlaba todas mis decisiones y movimientos.
Yo estaba ensimismado en mis pensamientos, acompañado por la grave voz de Cohen.
“A Thounsand Kisses Deep” sonaba y yo imaginaba dándoselos a mi amada.
Caminé cabizbajo, como un autómata, a lo largo de las oscuras y desiertas calles,
Parando solo cuando “algo” me lo exigía, acurrucado en las sombras.
Casi sin prestar atención a los vehículos de seguridad que raramente pasaban.
Y luego volvía a caminar.
“A Thounsand Kisses Deep!” resonaba en mis oídos,
Y en mi mente, mis labios recorrían el cuerpo de mi amada.
Así, mareado por el dulce licor del libido provocado, avanzaba por las calles.
Pasé semáforos y oscuros tugurios, deteniéndome no sé si por el peligro,
O por no llegar al éxtasis antes de tiempo.
Pasé entre gente peligrosa y maloliente, parados en esquinas y tugurios del Agustino
Y si no me asaltaron fue porque seguro me veían peor que ellos, creo.
O quizás yo era invisible.
De pronto me detuve, se aclaró mi conciencia, y me vi ante una gran reja de hierro.
Con una gruesa cadena y candado asegurada. Entonces rodeé la manzana buscando otra entrada.
Y la encontré, por una pared derruida. Así, excitado por el inminente encuentro con mi amada,
Entré y entre árboles y arbusto, no muy lejos, la vi. Ella me esperaba y yo no podía faltar.
“A Thounsand Kisses Deep!” Resonó en mi mente, y se los di al borde del éxtasis.
Ella me miró, sonrió y respondió a mis besos. Mi corazón latía desbocado.
Entonces, en medio del placer infinito, mi conciencia se apagó.
Al día siguiente, los guardianes del lugar encontraron el cadáver de un sonriente hombre sobre la
lápida de su esposa.

martes, 12 de febrero de 2019

¿ADICTO AL SEXO?



Estoy en la suite de un hotel de cinco estrellas, porque esta noche será especial, recostado en la cama, desnudo, pero cubierto discretamente luego de haberme duchado. Reposo plácidamente, con mis dedos entrelazados, entre mi húmeda nuca y la almohada, en espera de que mi pareja salga del baño y venga a recostarse a mi lado, para hacer lo que ya teníamos propuesto hacer desde mucho antes que entráramos al hotel.
No está de más decir que venía preparado para la faena, no había bebido nada de alcohol ni comido más de un bocadillo en el preámbulo que hicimos antes de subir a la suite, porque definitivamente pensaba fornicar toda la noche… ¿Seré adicto al sexo?
Pero ya no soy tan joven y ni los ejercicios que hago a diario para mantenerme en “forma” (léase: “listo para el sexo”) dan los resultados esperados, ya que lo que antes tenía como un depredador cóndor ahora es un tímido pingüinito. Así que, con antelación, fui a ver a un doctor para que me recete la bendita pastilla del Viagra. Tengo 60 años de edad, y por lo menos 45 fornicando como gallo arrecho, y no pude evitar que una idea cruzara mi mente… ¿Seré adicto al sexo?
Resultado de imagen para mujer en baby dollEntonces apareció mi deseada hembra, en el marco de la puerta, vistiendo un breve y transparente “baby doll”, a contraluz, entre la semipenumbra del suite y la luz del baño, posando de manera sexy, con un brazo en alto y la otra mano apoyada en su carnosa cadera, mirándome seductoramente, muy segura de sí misma de que muy pronto iba a conseguir su pecaminoso propósito. En mí, lo que tenía que erguirse se irguió, y agradecí el milagro a la bendita pastilla azul. Entonces me quedé absorto, mirando su espectacular figura, mientras por mi mente hacía el recuento de la docena de condones, de colores y sabores, que había traído y usaría con mucha ilusión… ¿Seré adicto al sexo?
La opulenta y voluptuosa mujer vino caminando lentamente hacia mí, moviendo sus caderas, para provocarme la libido o, ya provocada en ella misma, por el anhelo de devorar su apetecible bocado que la sabana no podía ocultar.
Yo me mantuve quieto, tranquilo, y seguí recostado en la cama, dejando que ella tome la iniciativa y despliegue todo lo que su imaginación de hembra en celo le provoque hacer. ¿Acaso soy un diablo en la cama? No, soy más que eso, soy viejo y aunque necesito Viagra la experiencia de la vida es mi aliada… ¿Seré adicto al Sexo?
Ella se detuvo a sólo un metro de la cama y empezó a bailar suavemente al ritmo de la oriental melodía que llenaba el ambiente, girando y contorsionando sus caderas y hombros, haciendo danzar su ombligo, frotando con sus manos las protuberancias y pliegues de su cuerpo, despeinándose y meneando su cabellera, e inclinándose a recoger cosas imaginarias del suelo, sólo para mostrarme la sinopsis de lo que más tarde me enseñaría al detalle, y en mi alma sentí el perturvador sabor dulce de la lujuria.
Los latidos de mi corazón se acrecentaron y mi respiración se transformó en una secuencia de profundos suspiros. Ella evitaba mirarme a los ojos para no perturbar mi gozo, pero yo creí descubrir en su dulce rostro que la danza erótica la afectaba a ella también, hasta que se quitó el “Baby doll” y totalmente desnuda vino hacia mí… ¿Seré adicto al sexo?
Debo confesar que ella no es la joven ni esbelta mujer que Uds. se imaginan. Entonces, ¿Porqué es frenesí de querer hacerle el amor?… O acaso realmente… ¿Seré adicto al sexo?
Resultado de imagen para mujer en baby dollBueno, les diré que ella ya perdió la lozanía de su piel, y los contornos de su cuerpo no son los que conocí en su juventud; ella ha perdido unos dientes que fueron reemplazados a la perfección, y en su rostro hay arrugas que ya son imposibles de ocultar. Aun así, esta noche deseo hacerle el amor de una manera inolvidable… ¿Seré adicto al Sexo?
Mmm… No lo creo… O al menos, no exactamente. Lo que sí creo, es que lo justo sería decir que Soy Adicto a Ella, porque llevamos 50 años de enamorados, y la adoro con toda mi alma.
Sí, soy un irremediable adicto, porque sin ella no podría vivir… Y esta noche es nuestro 50° Aniversario de matrimonio.
“Apaga ya la luz cariño… y ven!!!” Me pidió con voz dulce y sensual, y yo muy obediente… obedecí.
               








LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...