Dos poemas de amor... De Michaelangelo Barnez
Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta arte. Mostrar todas las entradas
martes, 24 de noviembre de 2020
sábado, 18 de abril de 2020
A THOUNDSAND KISSES DEEP
A THOUDSAND KISSES
DEEP
O MIL PROFUNDOS BESOS
by Michaelangelo Barnez
Miraba el plano de calles de Google que tenía en la pantalla
de mi PC,
Mientras que con mi dedo índice seguía las líneas de las vías
que recorrería.
Iba a ser una larga caminata nocturna, agazapado entre las
sombras,
En pleno toque de queda, debido a la cuarentena provocada
por la pandemia.
“Está prohibido salir!” me advirtió
la razón,
“Puedes contagiarte!” machacó.
“O detenerte, arrestarte y multarte!” volvió a aconsejarme.
“Pero tienes que hacerlo!” me dijo el lado oscuro de mi
mente.
La misma que por lo general me metía en problemas.
“Sí, tengo que hacerlo, tengo que ver a mi amada!” y dejé de
lado a la razón.
Esperé la medianoche, vestido de negro, para salir.
Tan pronto pisé la acera de la calle, al salir de mi dorado
capullo,
El frio de la noche golpeó mi rostro. Hacía ya un mes que no
me aventuraba.
Miré a ambos lados, no vi a nadie.
Prendí mi Ipod y “A Thounsand Kisses Deep” sonó.
Sí, Leonard Cohen me acompañaría en toda mi ilegal, pero
ineludible aventura.
Me cubrí con mi capucha y el sonido se magnificó. Entonces,
manos en el bolsillo, caminé.
Recorrería la Av. Melgarejo, en la Molina, luego la Av.
Separadora Industrial,
Para tomar la Vía de Evitamiento-norte.
Hasta allí, pensé que no tendría problemas y así fue.
Pero al llegar a la Fábrica de pinturas Fast, hoy QROMA, la
cosa cambiaría, estaba en el Agustino.
A esa hora de la noche la gente buena dormía. Los fumones
delincuentes, no.
Y si me detenían, policías o delincuentes, sería lo mismo.
Pero era el lado oscuro de mi mente quien controlaba todas
mis decisiones y movimientos.
Yo estaba ensimismado en mis pensamientos, acompañado por la
grave voz de Cohen.
“A Thounsand Kisses Deep” sonaba y yo imaginaba dándoselos a
mi amada.
Caminé cabizbajo, como un autómata, a lo largo de las
oscuras y desiertas calles,
Parando solo cuando “algo” me lo exigía, acurrucado en las
sombras.
Casi sin prestar atención a los vehículos de seguridad que
raramente pasaban.
Y luego volvía a caminar.
“A Thounsand Kisses Deep!” resonaba en mis oídos,
Y en mi mente, mis labios recorrían el cuerpo de mi amada.
Así, mareado por el dulce licor del libido provocado,
avanzaba por las calles.
Pasé semáforos y oscuros tugurios, deteniéndome no sé si por
el peligro,
O por no llegar al éxtasis antes de tiempo.
Pasé entre gente peligrosa y maloliente, parados en esquinas
y tugurios del Agustino
Y si no me asaltaron fue porque seguro me veían peor que
ellos, creo.
O quizás yo era invisible.
De pronto me detuve, se aclaró mi conciencia, y me vi ante
una gran reja de hierro.
Con una gruesa cadena y candado asegurada. Entonces rodeé la
manzana buscando otra entrada.
Y la encontré, por una pared derruida. Así, excitado por el
inminente encuentro con mi amada,
Entré y entre árboles y arbusto, no muy lejos, la vi. Ella
me esperaba y yo no podía faltar.
“A Thounsand Kisses Deep!” Resonó en mi mente, y se los di
al borde del éxtasis.
Ella me miró, sonrió y respondió a mis besos. Mi corazón
latía desbocado.
Entonces, en medio del placer infinito, mi conciencia se
apagó.
Al día siguiente, los guardianes del lugar encontraron el cadáver
de un sonriente hombre sobre la
lápida de su esposa.
lunes, 2 de diciembre de 2019
POR SIEMPRE JAMÁS
por Michaelangelo Barnez
Desperté lentamente sobre mi cama, con
el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando
del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al
olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e
instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi
amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de
felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente
estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los
días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no
pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi
amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de
pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más profundo
de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al hacerlo
ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono, y sonreímos,
sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a compartir
nuestras vidas.
El despertador sonó a las 5 a.m. y desde
ya hace un tiempo, desde que mi esposa se marchó, era la usual hora de
despertar y empezar mi rutina matinal. Aunque hoy era un día especial: La
Presentación literaria de mi 5ta novela. Por lo que sabía que iba a ser un día
de mucho trajín ya que todos los preparativos que había hecho últimamente
tenían que coincidir finalmente y de manera satisfactoria con este día. El
local de la presentación, los libros, el menaje para el brindis y su arreglo
correspondiente, estaban listos. Además, al mediodía tendría una conferencia de
prensa y a las 4 p.m. una entrevista radial. Aun así, junto con mi agente
literario, estaba nervioso. Creo que más que la primera vez, en que sin agente me
ocupé personalmente de todo el trámite y los arreglos y no tuve el tiempo de
ahora, de pensar más en lo que iba decir y en el cómo impactar a mis lectores e
invitados. Así, salí de casa a las 7 a.m. con dirección a mi oficina para no
regresar hasta culminar la presentación.
En mi auto y en camino a la entrevista,
recibí una llamada.
“¡Aló!” dije en mi celular.
“¡Aló, soy María!” Me respondió una
dulce voz e inmediatamente asocié el nombre, la voz y abruptamente el recuerdo
que me habían provocado.
Sí, era María, la hermosa y obsesiva mujer
que había sido mi amante por años, durante mi crisis existencial al cumplir 40
años de edad, hasta que llegó el fatídico día, como era de esperar, que mi
esposa se enteró y mi matrimonio estuvo a punto de acabar, de no haber sido por
la madures e inteligencia de ella de no lanzarme por despecho a los brazos de
quien deseaba, pero no amaba. Sí, era María, quien después de treinta años me
traía el traumático recuerdo de una traición conyugal.
“¡Bueno, ya pasó mucho tiempo!” me dije
y fui cortés al contestar. “¡Hola, María, que sorpresa!”
“¡Dany, mi amor, te estuve buscando por
años, recorrí todo California y en los Estados a donde iba. Estuve a punto de
rendirme, pero, felizmente, hace poco me enteré que estabas en Lima!” Dijo con
su peculiar dulce y posesiva vehemencia, sin preámbulos ni preguntar por mi
estado marital, que presumo no le importaba. Y añadió “¡Tenemos que hablar, mi
amor!” como un ruego imperativo que me conmovió.
“¿María, estás en Lima?”
“¡Sí, mi amor, llegué anoche!”
“¡Wow!” dije para mis adentros, y
recordé los tiempos en que ella a pesar de estar casada y tener una pequeña
hija, era capaz de arrastrarse por el suelo y lamer mis zapatos si se lo pedía,
aunque nunca lo hice, porque me bastaba poseer de ella esa misma disposición de
entrega en la cama. Lo que, por otro lado, cuando traté de alejarme de ella después
de haber gozado, ambos, sin límites, los placeres de los amantes, María casi
enloqueció acosándome por teléfono o rondando mi lugar de labores y hasta mi
propia casa. Por eso su vientre fue un dulce pero prohibido pantano por cinco
años, cuyo fango sexual me había atrapado.
Hasta que mi esposa se enteró. Durante
esos años de infidelidad nunca fui consciente del dolor que podía provocarle.
Pero al verla allí, el día D, frente a mí, encarándome mi traición, mi
deslealtad hacia el amor que ella me brindaba cada segundo de su vida para
hacerme sentir feliz, de haberme apoyado en todos mis proyectos y sueños, de
haber compartido el cuidando de nuestros hijos y ella a mí como uno más, y
trabajando como la mejor obrera-empresaria del hogar y en su profesión, hizo
que toda esa vanidad machista que yo tenía, de poseer una amante joven, hermosa
e incondicional para la lujuria, se desvanezca como lo que era, una simple
ilusión intrascendente. Jamás vi tanto dolor reflejado en el rostro de mi amada
esposa al límite de creer que enloquecería. Yo podía percibir que ella no
estaba molesta, no era ira o furia lo que ella sentía, sino un dolor inconmensurable
de que su mayor tesoro la haya traicionado. Entonces lloré, lloré junto con
ella con un profundo arrepentimiento y le juré que haría todo lo posible e
imposible para recuperar su amor. En esos momentos tan difíciles no se habló
para nada de “Dios y los pecados” o “por el bienestar de los hijos”, no, solo
de ella, yo y nuestros profundos sentimientos verdaderos.
Pero a María no le importó ni no se dio
por rendida. Ella volvió a la carga sin importarle las advertencias de mi
esposa de denunciarla y encarar su infidelidad ante su marido. Pero ante su
obsesiva insistencia yo accedí a verla una vez más.
Cita a la que no fui, sino que
desaparecimos de California sin dejar rastros. Sí, mi esposa y yo volvíamos a
ser cómplices conyugales y dejamos todo atrás por la salud de nuestro
matrimonio. Hasta que…
“¡Estoy en Lima, mi amor, dispuesta a
hacer realidad este amor que he guardo con mucho cuidado en mi corazón por
treinta años!”
“¡Ok, María, que bien!” empecé
diciéndole muy amablemente, sabiendo que ella no aceptaría un “¡NO!” como
respuesta. Y añadí “¡Mi secretaria te va a decir el lugar y la hora, para
vernos esta tarde!” Entonces le pasé mi celular a mi secretaria a la vez que le
pedía con señas y frases entrecortadas que cancelara la entrevista radial. Así,
con esa actitud, creía yo, le enviaba un mensaje que no le daba muchas
esperanzas de nuestro encuentro.
Esa tarde en el restaurante en donde
esperaba a María vi entrar a una radiante mujer. "Oh, que sorpresa" me dije en silencio al verla, porque era María, quien a pesar de
sus ya cercanos 60 años de edad estaba más hermosa y lozana que nunca. Y cuando
me vio sus ojos brillaron de alegría y su hermosura se realzó aún más con su
sonrisa. No miento al decir que me halagó mucho verla venir hacia mí. Así,
totalmente dispuesta a volver a entregarme todo de ella, sin reclamarme nada,
sino la compañía amorosa de amantes que un día disfrutamos. Pero que nunca lo
tomé en serio porque pensaba que todo era mentira, quizás por el pecado
original de nuestra relación.
Estuvimos allí por espacio de dos
horas, entre cafés y pastelitos, cuando yo había planeado ilusoriamente que
solo estaríamos 15 minutos; que al final de cuentas serían los únicos minutos
que yo hablaría porque María se apoderó del resto del tiempo.
María me contó todos los detalles de su
espera y búsqueda. Y de que me amaba más que a su vida y estaba dispuesta a
quedarse conmigo para siempre, que sus hijos ya habían dejado el hogar y que ella
solo seguía con su marido por lastima, por lo tanto ahora ya no tenía ataduras.
Fueron más de cien minutos en donde María repitió hasta el cansancio lo mismo
de lo mismo, que me amaba y de que estaba inmensamente feliz de haberme
encontrado y de sentir que yo la amaba. Repitió los recuerdos de nuestros
encuentros sexuales en los moteles de California con lujos de detalles
explícitos que ella anhelaba volver a vivir. Y su erótica letanía logró mover algo
en mí, al fin y al cabo, como si me hubiera lavado el cerebro, consiguiendo
mover los recuerdos más escabrosos de nuestra aventura sexual que yo también tenía
escondido aun en algún lugar de mi cerebro. Y ella lo notó. Felizmente
estábamos en un lugar público, de no ser así hubiéramos acabado en la cama.
Mi horario ya no daba para más.
Entonces mi secretaria entró al restaurante y me dijo muy claramente que
teníamos que irnos, que los presentadores tenían que coordinar sus intervenciones
conmigo. Así terminó la cita con María que, al levantarnos de la mesa, sin
rendirse añadió a mi oído “¡Te veo en la presentación, mi amor!” en el momento del
formal beso de despedida que me dio en la mejilla.
La presentación me llenó de
satisfacción porque los presentadores se lucieron con el tema, fueron agiles,
breves y amenos, para el deleite de la audiencia, y cuando me tocó el turno de
hacerlo la concurrencia ya estaba preparada para mis palabras. Y no era para
menos, hablamos del trasfondo de la novela, de los fenómenos paranormales, los
poderes de la mente, de la teoría cuántica y los universos paralelos; todo para
sostener los hechos excepcionales de los argumentos de la novela y sus
protagonistas.
Aunque no puedo dejar de mencionar que
hubo un factor extra literario que contribuyó en algo a realzar el ambiente de
la presentación y esta fue la presencia de María, que por su belleza, gracia y
glamor no podía pasar desapercibida. Más aun y ante la mirada de todos, cuando
no se despegó de mí desde que llegué, con la excepción del momento del inicio
de la presentación formal en que los presentadores y yo teníamos que sentarnos
alrededor de una mesa en el escenario o ir al pódium.
Luego, María fue la primera fan a la
que tuve que firmar el ejemplar de la novela comprada, con el detalle que
cuando lo hacía ella sin reparos recostó su busto sobre mi hombro y sentí su
aliento muy cerca de mi rostro. Me pareció demasiado. Así, un tanto incomodado,
levanté mi rostro y miré al fondo del auditorio y comprobé que mi esposa,
Sarah, me observaba. En realidad lo había estado haciendo desde que llegué y
que yo solo lo comprobaba por momentos. ¿Estaba molesta, celosa? No, al
contrario, parecía divertirse con la escena de ver a María revolotear como una
mariposa a mí alrededor.
La presentación llegó a su término y
todos con besos, abrazos y promesas de vernos otra vez, nos marchamos.
Busqué a mi esposa con los ojos antes
de subir a mi coche y no la vi por ningún lado, solo a María, que no se
despegaba de mí.
“¡María, se acabó la noche, me voy a
casa, no puedo llevarte!.. -Era lo obvio-… ¿Cómo voy a llevarte a mi casa si
allí está mi esposa?” remarqué.
“¡Pero si ella ya se fue!” Replicó.
Entonces cortésmente añadí, “¡Voy a
llamar un taxi!” y marqué en mi celular el símbolo de tal servicio. Y una vez
que lo conseguí no me quedé a esperarlo “¡Ya viene por ti, te llevará a tu
hotel, adiós María!” y subí a mi camioneta. Si pasaba unos minutos más con
María corría el riego de ceder a sus suplicas de amor y sexo, y yo por el amor
que sentía por mi esposa no estaba dispuesto a ese deleite. Y me marché.
Ya eran las 10 p.m. y como el lugar de
la presentación había sido en una librería de Miraflores, enrumbé hacia la
llamada Bajada de Miraflores que me conduciría a la autopista de la Costa
Verde, con el solo propósito de gozar de la nocturna briza del mar y así despejar
mi mente.
Llegué al vecindario donde vivía cerca
de la medianoche, manejando lento y con cuidado por las semis oscuras calles,
hasta que ya muy cerca de la casa hice funcionar el control del portón de entrada.
De pronto, desde detrás de unos altos arbustos del jardín exterior, vi la
figura de María, que caminando resueltamente entró a los límites de mi casa.
Al ver eso yo me detuve, pensé unos
segundos y luego accioné el control remoto del portón y lo cerré. Así, a la
distancia vi a María parada sobre el césped, quien al ver que cerraba la puerta
dio media vuelta y se dirigió a la entrada principal.
Mi casa estaba rodeado de un excelente
sistema de seguridad, con láser, video y alarma, pero una vez traspasado ese
límite, la casa quedaba a merced que quien estuviera dentro, por lo que María
no tuvo ningún problema de entrar al lobby y desaparecer de mi vista.
“¿Y ahora qué hago?” me dije abrumado
por la situación. “creo que si no entro, ella se marchará!”. Entonces, como un
autómata manejé lentamente por las calles del vecindario, no sé cuánto tiempo,
hasta que me vi nuevamente al frente de mi casa. Pero ahora ya resuelto a
encarar la situación que se había generado hacía treinta años y que nunca se
resolvió entre los tres.
Entré al lobby, pasé a la sala, a la
cocina, que usualmente estaban con las luces encendidas y no encontré a nadie. Miré
por la ventana al patio pero solo había oscuridad. Busqué en los dormitorios y
tampoco hallé a nadie. Y mi mayor preocupación se desvaneció “¡Felizmente María
se largó!” pensé, ahora no tenía nada que temer, “¡A no ser que mi esposa…!” y
dejando de pensar me fui a darme una ducha tibia.
Oh, sorpresa. En pleno baño que me daba,
cuando el agua disolvía las espumas de jabón que cubrían mi cuerpo, entró María
totalmente desnuda, se mojó todo el cuerpo y se pegó al mío. Jabón, agua y el
resto del mundo que me rodeaba desapareció de mi mente, porque María no perdió
un segundo en abrumarme provocándome un exquisito placer con sus labios. Sí,
ella sabía que yo no debía pensar de lo contrario se impondría la cordura… y
tendría que irse. Y así jugamos como amantes por no sé cuantos minutos,
repasando la lista de todo los pecados que habíamos compartido una vez, y de
allí pasamos a la cama, pero ya con el libido a punto de estallar.
María, embriagada con el erotismo de sus
hormonas, se arrodilló en el borde de la cama, separó sus rodillas, reposó el costado de su rostro
en la misma y desplegó sus brazos como si fuera a volar y en medio de jadeos,
que amenazaban con ahogarla, a las justas pudo hablar, y me pidió mientras cimbriaba sus caderas: “¡Envíame al
cielo, mi amor!”
Yo estaba parado frente a ella, contemplando
todo lo que María me ofrecía, embelesado con la visión y la dosis erótica que
recorría por mis venas, listo para darle el ansiado empujón. Cuando de pronto,
por el rabillo de mis ojos pude ver moverse las cortinas y volteé de
inmediato. Y vi a mi esposa, Sarah,
cubierta con una larga bata blanca semitransparente de dormir, parada allí,
haciéndome una señal con el dedo índice en los labios para que guardara
silencio, mientras se acercaba sigilosamente.
Me miró a los ojos y sonriendo se puso en medio, entre María, que no se había percatado de nada, y yo. Y me besó dulcemente como no lo hacía hace ya varios años, luego se volteó y se arrodilló en el mismo lugar que estaba María, fundiéndose con ella en una sola persona. Y yo sentí en mi alma lo que debía hacer. Fui cuidadoso con mi ímpetu y lo esperado llegó como una explosión sideral.
Al día siguiente desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
Al día siguiente desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e
instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi
amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de
felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente
estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los
días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no
pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi
amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de
pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más
profundo de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al
hacerlo ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono,
y sonreímos, sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a
compartir nuestras vidas.
“Buenos días, felicitaciones por su
nueva pareja…!” me saludaban alegremente mis amigos y conocidos al vernos
pasear.
“Pobre incrédulos!” le susurraba a los
oídos de María, “Ellos nunca entenderían que realmente eres Sarah!”
lunes, 9 de septiembre de 2019
UNIVERSOS PARALELOS
Me casé con una hermosa mujer
morena y nuestro matrimonio perduró por unos largos 30 años, claro está
que con los consabidos altos y bajos de toda relación. Pero últimamente,
en los momentos de crisis, hemos llegado no solamente al límite de la
tolerancia, sino que esta se había transformado en una asfixiante
intolerancia, mutua y con la misma intensidad en ambos. Aunque, ya
calmados, siempre llegábamos a la reconciliación… pasajera.
Hoy tuvimos una nueva discusión,
en donde la expresión “nueva” es solo un decir, porque, en la larga fila
del recuento de estas, creo que ese término ya no cabía más.
¿Cuál fue el motivo de la
discusión? Vaya, solo fue hace unas horas y ni lo recuerdo, solo queda
mi desagrado y rabia hacia ella. Pero Uds. pueden imaginarse cualquiera,
la más insulsa, burda y vana que puedan pensar, y esa sería el suficiente
motivo para encender la hoguera de injurias que logran hacer brotar el
odio reprimido que sentimos ambos por cada uno de nosotros.
No hablaré acerca de ella,
directamente, sino de mí, porque a pesar de la rabia que siento no
pierdo la cordura de mi caballerosidad… en las formas.
Bueno, lo primero que quiero
mencionar son algunos defectos, creo que graves, que he tenido por años,
y que a estas alturas de mi vida no han cambiado. Sin embargo, nunca
fui totalmente consciente de ellos hasta que ella me los enrostró,
repetidas veces, como causa de la desgracia de su vida.
Fui y soy dominante… y en un
principio a ella le gustaba. En casa se hacía lo que yo creía y decía,
actuando siempre con la absoluta convicción de que era lo mejor para
todos… y ella, aparentemente feliz, se sometía y hacía las cosas más
simples en casa. Hoy mis hijos no tienen porque soportarme, porque se
han ido por sus propios caminos. No obstante, ella sigue a mi lado,
aunque con el consabido desagrado de no poder soportarme y hacerlo
explicito en cada oportunidad que puede.
Fui y soy muy apasionado en el
amor. Esto, como virtud, fue algo que a ella le encantó y lo disfrutó
por años, a la vez que hizo tolerante todos mis defectos. Hasta que el
tiempo me venció y la fuerza menguó, entonces el embrujo acabó, aunque
no mi pasión por ella. Ahora sé la humillante verdad, de sus propios
labios escupiéndome al rostro, cuando no puedo hacer el amor y me
reprocha diciéndome: “nunca me saciaste!!!”.
Hoy ya no soy el adonis de antes,
y en mi cuerpo mis músculos han sido reemplazados o cubiertos por la
grasa. Al extremo que, en donde había un sexy escultural abdomen,
tallado en músculos, ahora sobresale una prominente panza. Y en mi
rostro, tanto sonreír a la vida como el fiel reflejo de la alegría de mi
espíritu, ahora hay surcos profundizados por el desprecio sentido que
llego a percibir de ella hacia mi persona, provocando, peor aún,
horribles ojeras y rictus como reflejo de mi amargura.
Mis cabellos, si no han
encanecido, se han ido con el viento, el champú y el agua o el
acondicionador y el peine… y ni qué decir de mis dientes, que a decir
verdad hacen honor a un conocido refrán, porque se han ido con mis
parientes… al más allá.
Hoy, temprano en la mañana, al levantarme de la cama, me miré al espejo y comprobé que soy el espanto que ella dice que soy.
Peor aún, ahora dice que huelo,
que soy descuidado y sucio debido a las manchas de comida en el pecho de
mi camisa… y del baño ni qué decir.
Por eso, viviendo en la misma
casa, dormimos en dormitorios separados, con baños separados y todo… lo
que ha evitado las reconciliaciones, ¿?.
Mis hijos ya se han ido de casa
para vivir en las suyas. Ahora, en esta tremenda mansión, sólo quedamos
dos seres que ya no se soportan y dos criadas fantasmas que penan por la
casa cocinando y limpiando.
Esta noche, mientras ella
dormía, entré a su dormitorio y me metí entre las sabanas con mucho
cuidado en no rozar su cuerpo para no despertarla y así, indudablemente,
encolerizarla, aunque yo sospechaba que estaba despierta.
Allí, recostados en la misma
cama, dándonos la espalda y a un aparente kilometro de distancia,
nuestra respiración sonaba profunda y calmada. Y en medio de mis
pensamientos tomé la resolución de irme… para siempre… de esta vida.
Al día siguiente, mi esposa, al
despertar, comprobó que el inerte cuerpo que yacía a su lado era el de
un muerto, y lanzó un alarido de dolor diciendo mi nombre, llamándome
como una loca desenfrenada; lo que me conmovió profundamente, mientras
que yo, como una nube, la observaba desde un rincón del dormitorio. Fue
tanto la expresión de dolor y llanto que ella dejó salir del fondo de su
corazón, que estuve a punto de regresar para consolarla… pero ya no era
posible… y me marché, definitivamente, caminando por un oscuro túnel en
donde se podía apreciar una salida luminosa al final de esta.
De pronto, en mi estado de
adormecimiento, sentí el suave rozamiento de alguien que se enroscaba a
mi cuerpo… y desperté en mi cama cubierto por la rubicunda cabellera de
mi mujer. Había dormido tan profundamente que solo atiné a desprenderme
lo más suavemente de ella para ir al baño. Allí, me miré al espejo,
primero un lado de mi rostro y luego el otro, abrí mi boca y miré mis
dientes, luego me dije a mí mismo: “Aún estoy lozano… pero ya llegará la
vejez” y alcé mis hombros como un ademán despreocupado y sonreí del
sueño que recordaba tenuemente.
De regreso a la cama, me escurrí
suavemente entre las piernas de mi amada y me hundí en su blonda
entraña. Así, ambos tuvimos un esplendoroso despertar, mucho mejor que
el de ayer, aunque, quién sabe, no tanto como el de mañana.
PS: “Universos paralelos es el
nombre de una hipótesis física, en la que entran en juego la existencia
de varios universos o realidades relativamente independientes. El
desarrollo de la física cuántica, y la búsqueda de una teoría unificada
(teoría cuántica de la gravedad), conjuntamente con el desarrollo de la
teoría de cuerdas, han hecho entrever la posibilidad de la existencia de
múltiples dimensiones y universos paralelos conformando un multiverso”…
Wikipedia
domingo, 13 de enero de 2013
“TE VERÉ EN SUEÑOS” Comentario de Patricia Gómez
“TE
VERÉ EN SUEÑOS” Y “LA PUERTA DEL SOL” de Michaelangelo Barnez
Comentario
de Patricia Gómez
“Cuando
estoy en Laguna, cuando mi visión se pierde en los pinos por un lado o en un
mar, a veces calmo o embravecido, en otras, el silencio abre las puertas a mi alma
y ahí, todo cambia, todo es sereno, quieto y manso. Sin distracciones, ni
ilusiones en las cuales sumergirte. Qué tiene que ver esto con “Te Veré
en Sueños y La Puerta del Sol”, todo.
Había
comenzado a leer la primera novela (Te Veré en Sueños) en Santiago, pero el
cansancio que cargaba por los días de tanto movimiento, las interrupciones, el
yoga, los deberes de una casa, los seres que te rodean y sus demandas, o las
tuyas por ellos, no me habían permitido tomar el verdadero sentido de estas dos
maravillosas novelas. Había caminado por las primeras hojas en forma mecánica,
pero un fin de semana de los tantos en que decido aislarme del mundo las traje
conmigo, y ahí todo cambió. Mis ojos se devoraban las palabras, mis sentidos se
complacían por encontrar un libro que tal vez no es una obra literaria como
muchos excelentes libros, pero sí es uno de esos que debes leer, sobre todo si
tu camino va un paso más adelante que la cotidianidad de gastar la vida
sobreviviendo en una “matrix” o mundo que te traga haciéndote perder el
atributo de la verdadera libertad.
Te Veré
en Sueños transcurre rápida, amena, interesante, es de esas novelas que te
lees sin esfuerzo y no quieres que termine. A medida que avanzan en la
historia los personajes se te hacen queribles y anhelas vivir de alguna manera
su superioridad. Donde aprendes, sueñas, y te dejas llevar de la mano del autor
de una forma casi amistosa, donde vas recogiendo los mensajes o la información
que éste te entrega agazapada en una narrativa amena, con asombro y gratitud.
¿De qué se trata?, creo que tendrán que leerla, de otra forma se perdería el encanto,
pero les adelanto que está involucrada la reencarnación, el valor a los
atributos más nobles del ser humano, nos muestran un Perú que te deja con
necesidad de conocer si aún no lo haces, de vivir conscientemente. De ese amor
que traspasa las barreras del tiempo.
En la
Puerta del Sol, donde continúan las historias de estos singulares personajes,
recibes la información en forma más contundente y concreta, donde
distingues que el autor tiene un acabado dominio de cierto valorado
entendimiento, que muchos deberíamos ya conocer, donde valoras lo que él
descubrió por ti y valoras que te lo entregue de una forma amena y singular.
Para aquel lector que busca más en un libro y “tiene ojos” que ven
más allá en el no-tiempo, este es uno de esos libros.
En resumen,
son un par de obras que recomiendo y espero disfruten tanto como yo con su
lectura”.
Para adquirir la novela ir a ... Michaelangelo Barnez en Amazon.
Para adquirir la novela ir a ... Michaelangelo Barnez en Amazon.
sábado, 14 de enero de 2012
MIGUEL ÁNGEL BURRONOTTY
Hola, mi nombre es Miguel Ángel
Burronotty y por una estúpida razón, que creo que Uds. adivinarán, me puse a
pintar. Dibujé muchas cosas siguiendo las escuelas que marcaron los grandes
maestros, especialmente mi homónimo, pero que llegaron a ser nada porque
siempre quise, como ellos, decir algo muy obvio.
Luego de un corto entrenamiento
empecé a dibujar de verdad. Por eso hice el dibujo de un caballo a puro
puntitos de colores que me gustó mucho, porque obviamente se veía como un
caballo y no otra cosa.
Mi agente artístico lo miró y me
dijo:
“Mmm… No sirve, esto ya lo hizo
Paul Sinac… y un millón veces mejor.”
“Damn it…” murmuré como respuesta.
Días después, sin desanimarme,
traté de inspirarme y hacer algo nuevo, pero el puntillismo, como un pájaro
carpintero, seguía puntillándome el cerebro. Así que, para variar, busqué un
pincel más grueso y una espátula delgada, y dibujé, con trazos más grandes, un
burro esta vez. Al borrico lo iba a plasmar en su máxima expresión artística
XXX, pero mi falso pudor pudo más y no me lo permitió. Como sea, al terminar me
limpié las manos, los pinceles y las espátulas con un trapo del sobrante de un
lienzo, y contemplé mi obra de arte: El bendito Burro.
Cuando llegó mi agente lo miró de
orejas al rabo, y tímidamente me dijo, rascándose la barbilla:
“¿Autorretrato...?”
“Fuck you!!!” le respondí.
“Mira, Miguel Ángel… -empezó a
decirme el agente, haciendo un gran esfuerzo en pronunciar mi nombre sin
insultar al Maestro-… Tienes que crear algo con estilo propio y no imitar a…
-y, mirando al pobre burro, balbuceó el nombre de mi mentor de turno-… Monet…
u otros”.
Cuando el agente se marchó, cerré
mi taller de pintura DE ARTE, y escribo “de arte” en mayúscula para que no se
confundan y piensen que allí arreglo y pinto autos viejos o chocados, no, no,
no. Bien, pero les decía que cuando se fue el H de P, quedé sumido en una
depresión muy brava. Cerré mis ventanas y corrí las cortinas porque la luz del
día me mortificaba, y así dormí cerca de tres días con sus noches sin poder
diferenciarlas, hasta que me despercudí de la modorra y busqué otra solución a
mi tristeza artística. Por eso salí a la calle y me fui directamente al bar de
la esquina, cuyo rótulo a las justas decía: “Contra…tura” en donde se
había desdibujado la sílaba intermedia “cul”, la que nunca arreglaron
porque así la confundían con la “na”, lo que comenzó a traer más clientes.
Este era un antro etílico en donde se reunían poetas, pintores, escultores y
otras alimañas subversivas al aseo y los parámetros de la urbanidad, para
ahogarse mancomunadamente con el licor más barato y mortal, y divagar acerca de
sus desventuras creativas. Por una fuerza instintiva, que no comprendía ni me
esforzaba en hacerlo, tenía el deseo de ahogarme con ellos también, a pesar de
que el lugar en sí me repugnaba. Eso sí, antes de entrar a esta pocilga de
artistas, ajusté bien la hebilla de mi pantalón y el cierre de mi bragueta,
porque allí, luego de unas copas, algunos susodichos se ponían muy afectuosos
y, cambiando de arte, quería practicar el sodómico arte culinario o
lingüístico… fuchi!!!
Al día siguiente desperté en mi
cama, sin saber cómo demonios había regresado, con un dolor de cabeza, la
de arriba, por si acaso me malinterpreten, y una fuerte presión en la de abajo.
Entonces la conciencia me vino como un rayo y abrí los ojos pensando lo peor, y
descubrí un bello rostro de mujer frente a mí, dormida, quien tenía aún
atrapada mi pincelito en su pretendido intento de devorarme, antes de quedarse
dormida. ¿Dije mujer? Sí, pero no me constaba. Así que, con sospecha y cierta
repulsión, me liberé de… ¿ella?, ojalá, y fui a constatar para salir de la duda
antes de bañarme con gasolina. "Uf" suspiré, ya que lo que vi
me agradó. No tanto por lo explícito y exquisito del panorama, sino porque la
bella era realmente bella.
Contento de haber despejado la
repentina incógnita, me levanté y fui a darme un baño de ducha fría, luego
preparé café y huevos revueltos con papas fritas y chorizos.
Cuando estuvo todo listo, mi
hermosa fémina se hizo presente en el comedor, con el cabello aun húmedo del
baño y totalmente desnuda, en un ambiente muy natural, que a mí me produjeron
muchas ideas ¿pecaminosas? No, sino artística. Sí, allí, frente a mí, estaba no
solo la fuente de mi inspiración, sino mi modelo también.
Tan pronto terminamos el Brunch, "desayuno tarde" para los que no entienden, serví dos vasos de vino y encendí unos cigarros de yerba bendita. Yo estaba listo y ella, después de dos chupadas profundas, al cigarro, mal pensados, adoptó todas las
poses que le pedí, no, no en mi cama, sino en el taburete del taller de pintura,
desnuda y vestida, sumisamente a mis órdenes. Y yo, paleta y pincel en mano,
rodeado de múltiples envases de pinturas óleo con los colores primarios, me
puse mezclarlas en mi paleta y a pintar muchos lienzos de diversos tamaños y
texturas.
Pinté como un loco, limpiando mis
manos, mis brazos y mi cara manchados con los óleos, además de los pinceles y
espátulas de diversos tamaños cada vez que quería mezclarlas para lograr un
nuevo color y tonalidades. Así, extasiado por el licor de la adrenalina de la
creatividad, pinté una mujer desnuda tendida sobre en un cómodo sofá y que reposaba
sus manos detrás de su cabeza. Hice otra a cubitos de colores acompañada de
tres músicos. A otra la retorcí al lado de un reloj doblado colgando de la rama
de un árbol. Otra más, la dibujé con el rostro asustado, con sus manos en ambas
mejillas, cuando cruzaba un puente; muy parecida a la imagen distorsionada de
un espejo malogrado. También hice otra en donde mi bella modelo tenía un cuello
largo como de una jirafa. No me gustó. Entonces, finalmente, vestí a la modelo,
le puse un collar de perlas y al dibujarla como un retrato, solo alargué su
cuello.
No sé cuándo terminé de pintar,
solamente recuerdo que mi paroxismo creativo terminó en el vientre de ella… y quedé
dormido.
Al día siguiente, mi adorable
modelo se había marchado, no sin antes haber arreglado todo con un meticuloso
aseo. Los envases de pinturas estaban en orden. Mis cuadros iban de acuerdo al
tamaño del lienzo, colocados del más grande al menor, mis pinceles y paletas
muy limpios, e incluso, hasta el trapo de limpieza estaba en un caballete.
Cuando mi agente llegó, se paseó
por el taller, parándose frente a cada cuadro de pintura para observar
detenidamente, mientras yo aguardaba como araña colgada de la cúpula de la
Sixtina.
“Este no sirve… Goya ya lo hizo.
Este tampoco… Picasso ya lo hizo. Este, menos… Dalí ya lo hizo. Este… luce como
una extraterrestre asustada… Mmm, ya lo hizo Munch”.
El bendito agente sabía bien su
trabajo o mis trabajos era más obvio que perra en celo. Pero aún quedaba lo que
yo consideraba mi obra monumental: la mujer del collar y el cuello largo.
“Mmm… -le escuché susurrar al
agente, y pensé que era el sonido del aprecio, pero cruelmente dijo-… Este,
este… es un Modigliani: Miguel Ángel, por favor…”
El agente iba a continuar
hablando, despotricando de mi creación artística, haciendo trizas el poco
orgullo que me quedaba, pero se quedó callado, mudo, y con los ojos muy
abiertos. Este había dado unos pasos hasta llegar al frente del caballete en
donde pendía el trapo de limpieza de mis manos y pinceles. Y allí, con los ojos
desorbitados al punto de salir y caer, se hincó de rodillas, me miró con la
boca abierta y balbuceó:
“Maestro, maestro Miguel Ángel,
con esta pintura superas a Jackson Pollock… -y mirando al cielo levantó los
brazos para decir fervorosamente-… Dios mío, te agradezco que me enviaras a un
genio y sea yo quien lo descubriera”.
Así, después, busqué quién era
este bendito Jackson Pollock y sus pinturas, porque mi rudimentario y
superficial conocimiento del arte empezaba y moría en los maestros clásicos, y
encontré lo que jamás podré entender, pero sí respetar.
Uds. no van a creerlo, pero me
dieron varios millones de dólares por el trapo sucio. Así, seguí pintando lo
que me gustaba y expresaba algo para mi entender, pero con un máximo cuidado
guardaba los lienzos de limpieza; los que periódicamente mi agente recogía para
exponerlos y venderlos.
Pintura de Jackson Pollock...
Nota: Era muy obvio que este Miguel Ángel de marras se aprovechaba del mercado que le ofrecía una moda, y pertenecía a esa gran masa de la población que no lograba percibir el universo subjetivo que nos rodea. Del que solo unos pocos, relativamente, pueden acceder y, por lo tanto, disfrutar verdaderamente. Algo así como lo eternizó Modigliani, mucho antes del boom de lo que hoy vemos en el arte plástico: “Cuando conozca tu alma, pintaré tus ojos” o “¡Pinta lo que nadie ve!”.
Para entender a Pollock les recomiendo ver...
sábado, 20 de agosto de 2011
“Untitled”… La película.
Hace unos días hice un alto en la tarea de escribir mi nueva novela y vi esta película, “Untitled”, por cable y en un canal que poca gente ve, el mismo que suelo merodear de vez en cuando en busca de una evasión de las estruendosas producciones hollywoodenses. Ah, pero no me malentiendan por lo que digo en esta introducción, porque tampoco pertenezco al selecto grupo de la élite intelectualidad esnobista, la que no comprendo al fin y al cabo.
La película me gustó porque trataba de un tema que siempre aparece en mi pensamiento cuando veo el Arte moderno, contemporáneo, de estos días o como quieran llamarlo, expresada en sus diversas manifestaciones como en la escultura, la pintura, la música o inclusive en la poesía. Arte que, en mi opinión, es un reverendo adefesio, por no decir una grosería. Muchas veces he observado cuadros pintarrajeados, esculturas en hierro, concreto o madera, pequeñas y colosales, que califico como simple &@&@, y además escuchado un conjunto de sonidos “sin ton ni son”, las que nunca pueden ser interpretadas dos veces de la misma manera, tarareadas o siquiera silbadas ya que carecen de melodía alguna, sólo con el propósito de poder entender o adivinar lo que el artista quiere transmitir a mundo. En este punto quiero confesar que soy un tremendo ignorante y falto de sensibilidad artística para poder apreciar ese arte… porque le doy el beneficio de la duda y reconozco mis limitaciones.
La película me gustó, porque me hizo ver lo variado y contradictorio que puede ser el espíritu humano, especialmente de aquellos que no encajan en el llamado comportamiento estándar de la mayoría de la población o el estereotipo que hemos creado, reflejando así lo tortuoso y torturante que puede resultar ser un alma diferente en el mundo y al expresarse en el arte.
Felizmente, el director de la película, Jonathan Parker, no es un “tipo de esos, como sus protagonistas,” y desarrolla la historia con comicidad, orden y fluidez, lo que hace que la película sea entendible, entretenida y, especialmente, apreciada. Actúan allí Adam Goldberg, Marley Shelton, Vinnie Jones, Eion Bailey y otros. Mírenla, si tienen la oportunidad, se lo recomienda un ignorante del Arte Contemporáneo.
sábado, 8 de mayo de 2010
DIÁLOGO SUBLIME Y ETERNO… MODIGLIANI
“Cuando conozca tu alma pintaré tus ojos”
le dice Amadeus Modigliani a su esposa, en el largo proceso de su creación artística.
“¿Y… cómo pinta un ciego?”
le responde su esposa, encarándole su distraído amor.
“¡Pinta lo que nadie ve!”
le respondió Modigliani.
le dice Amadeus Modigliani a su esposa, en el largo proceso de su creación artística.
“¿Y… cómo pinta un ciego?”
le responde su esposa, encarándole su distraído amor.
“¡Pinta lo que nadie ve!”
le respondió Modigliani.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?
Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...
-
DE MICHAELANGELO BARNEZ Hola, creo que ya conoces mi nombre: Soy el Diablo. Y he estado por aquí desde que apareció tu conciencia. Sí, justa...
-
Estoy en la suite de un hotel de cinco estrellas, porque esta noche será especial, recostado en la cama, desnudo, pero...
-
¿QUÉ ME ESTÁ SUCEDIENDO? By Michaelangelo Barnez. Enero 2021. Diciembre del 2020 fue fabuloso, realmente fabuloso e increíble. Uds. Se...