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domingo, 7 de agosto de 2022

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?


Autor... Michaelangelo Barnez
Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima, conciencia, simplemente energía, o como quiera llamar, deja el cuerpo físico de una persona para migrar a otros lugares y tiempos, a condición de volver al cuerpo y lugar de origen en espacio y tiempo.
Hace poco estuve haciendo una somera investigación acerca del estos llamados “Viajes Astrales” porque el tema me fascina. Y lo que encontré fue una variedad de páginas virtuales que ofrecían información de cómo realizar los mentados viajes. Allí descubrí que la mayoría, si no todos, partían de la premisa de que estos eran experiencias posibles para cualquiera, siempre y cuando siguieran las pautas que luego describían. Otra cosa común que encontré en estos sitios fue que todos tenían como base teórica, o de fe, a la ideología, es un decir, Tibetana, budista o yoga, y algunas otras hasta entremezcladas con supersticiones.
A decir verdad y por lo general dudo mucho ante lo inexplicable, esta es una actitud escéptica espontánea mía, principalmente cuando se nos quiere revelar algo y para conseguirlo empiezan a dar todo un marco teórico de conceptos y definiciones que luego utilizaran para demostrar que todos sus planteamientos son verdaderos.
Y este preciso caso, el de los Viajes Astrales, no escapaba a dicho esquema en los sitios virtuales que visité. Primero, nos plantean la existencia de un universo o plano astral. Luego, el de un cuerpo astral o sutil, que para quienes hemos sido educados en la cultura Occidental y cristiana sería el Alma o Espíritu. Pero, para quienes no creen en la dualidad de la existencia, Alma-Cuerpo, como yo, esta sería nuestra misma indivisible unidad energía-cuerpo. Además, nos plantean la existencia de toda una diversidad de viajes, como en una aerolínea, de vuelos en grupos, inconsciente, consciente o bajo hipnosis. También nos ofrecen el procedimiento de toda una técnica para lograr el Viaje Astral, es decir, el Desdoblamiento o Salida de nuestra alma del cuerpo, sin la necesidad de morir, para lograr esta experiencia, por supuesto, sino a través de la meditación, ya que una vez desdoblados seguimos unidos, alma y cuerpo por separados, por una cuerda de plata, sostienen. Claro está, que a estas alturas de mi somera investigación el tema ya perdía credibilidad por la manera como lo planteaban, quedando como acto de fe. Pero, con el marco teórico previo, si se le daba por aceptado, podía justificarse todo.
Luego, como corolario, encontré que narraban las experiencias logradas por diversas personas en los Viajes Astrales, como para probar el hecho en sí, que para mi opinión y entender eran simples sueños que se logran recordar. ¿Por qué afirmo esto? Simplemente, porque no se proporcionan pruebas concretas. Los “Yo estuve…”, “Conozco a alguien que…”, “Mi maestro afirma que…”, pueden ser testimonios verdaderos y de buena fe, pero solo para probar que tales experiencias, en su mayoría, son sueños enmarcados en el límite del subconsciente.
En definitiva, nos dice que los viajes astrales son aquellos viajes que hace nuestro cuerpo sutil o astral a otros lugares (del plano astral) en el tiempo y el espacio, para luego regresar, felizmente, al mismísimo mísero cuerpo y al valle de lágrimas desde donde partieron; viajes que vienen dándose desde hace miles de años, a capricho y voluntad, por quienes dominan dicha técnica de desdoblarse.
Pero, ¿Realmente será cierto? Me pregunto muchas veces, porque soy un escéptico que deja una puerta abierta al raciocinio de los fenómenos extrasensoriales. ¿Será posible ir y venir, a nuestra discreción y libre albedrío, por el universo? Aunque no solamente eso, sino: ¿Será posible que a través de dichos viajes astrales podamos, además, viajar alterando el tiempo? ¿Es decir, que podamos ir al Sol, a Marte o Júpiter; que podamos salir de nuestra galaxia, la Vía Láctea, e ir por el universo cuya dimensión es infinita y solo puede medirse parte de él en millones de Años Luz y llegar a otras que nos sería abrumadoramente imposible lograrlo con la tecnología actual? ¿Serán posibles aquellos viajes cuando en la actualidad solo hemos llegado a tocar, con mucho riesgo y esfuerzo, la punta de nuestra nariz al llegar a nuestro satélite: La Luna; y los únicos viajes que hacemos en el tiempo son las elucubraciones de nuestros recuerdos o la caprichosa imaginación que hagamos, cuando nos venga en gana, del futuro?
Realmente no lo creo. No considero que sea posible planteado de esa manera. La lógica me dice que seríamos totalmente diferentes si esos viajes fueran posibles, múltiples y a muestra propia discreción.
Para mí, lo más importante es que, más allá de los anecdóticos “viajes astrales” de quienes lo hacen a diario y, repito, al libre albedrío, y que luego llenan las páginas de aquellas Webs por doquier con sueños comunes y corrientes; existen muchas evidencias reales de que el hombre ha viajado por el Universo y el Tiempo rompiendo las barreras que lo limitan a la Tierra y al momento vivido. Eso es lo que me hace pensar que la posibilidad sea real.
En la historia existen algunos ejemplos de personajes que han dejado plasmado sus experiencias, ya sea como predicciones o ficciones literarias, o quizás ambas. Y entre muchos solo quisiera mencionar a Miguel de Nostradamus (“Las verdaderas centurias astrológicas y profecías, 1555”), Julio Verne (“Viaje de la Tierra a la Luna, 1865”) y Helbert George Wells (“La máquina del tiempo, 1895”).
Quienes hayan leído las predicciones de Nostradamus, las novelas de Julio Verne y H. G. Wells, por sitar únicamente algunos, pueden imaginarse lo impresionante que resulta la relación que existe entre sus líneas literarias y la historia que acabamos de vivir, o estamos viviendo; habiendo sido escritas muchísimos años antes que sucedieran en la realidad, y de la cual somos testigos de excepción. Claro que hay otras evidencias más de un posible viaje astral del hombre, por así llamarlo, debido a que no existe aún la posibilidad tecnológica de viajar a través del tiempo y el espacio, y no menos maravillosas, dependiendo de nuestro límite de credibilidad. Porque si no, ¿Cómo explicamos los “Códigos Secretos de la Biblia”, “Las predicciones de las Pirámides de Egipto”, “Las Predicciones de los Mayas” entre otras más? Pero como dije, dependerá mucho del límite que tengamos de dar crédito a un sin fin de teorías que van desde las más extravagantes a las más asombrosas por su posibilidad concreta.
Sin embargo, dejemos de lado lo que podamos creer, a final de cuentas, como voluntad de un acto de fe, místico o mágico, y veamos su posibilidad real por las evidencias reales.
Y las evidencias reales nos muestran que han existido personas que han logrado vencer las humanas ataduras de las distancias galácticas y las barreras del tiempo, experiencias increíbles aun debido a la falta de una explicación científica.
Lo real y concreto es que dichos personajes tenían una increíble imaginación, poder de concentración y, según contaron ellos mismos, lograron sus visiones, o inspiraciones, a través del sueño o ensueño.
En mi humilde criterio, un Viaje Astral no difiere en nada al “sueño” que podamos tener, a condición de poder dirigirlo y recordarlo. ¿Pero cuál sería la diferencia con un evento extrasensorial? Ah, allí está el detalle.
Lo extrasensorial sería la capacidad de una persona de penetrar en lo más profundo de su propio ser y lograr llegar a aquel lugar, en la mente, en donde se une la espiritualidad con el universo cuántico que nos rodea. Aquel recóndito punto en nuestro cerebro, o mente, desde donde fluye como un manantial nuestra conciencia y, por lo tanto, nuestras ideas y emociones. En aquellos espacios intercelulares de nuestro cerebro, en donde las ideas y emociones se manifiestan como pulsos eléctricos de nuestro neuro-sistema y/o de combinaciones químicas que producen nuestras hormonas como la Serotonina y otros. Justo en el punto en donde se produce la “chispa” o salto cuántico que incendiará la pradera de neuronas del cerebro para dar paso al universo de la consciencia, de las ideas y su interacción mutua.
Los Viajes Astrales, o como se les llamen, son toda una experiencia extrasensorial posible, de viajes a través del sueño, la concentración y la guía consciente.
Al principio dije que había hecho una somera investigación acerca del tema, por lo tanto, creo que por la superficialidad que esas páginas mostraban no nos da una real comprensión de tales experiencias. Como comprenderán, el asunto es mucho más complejo y trascendental, y carece absolutamente de algún carácter místico o religioso, que va desde los excepcionales poderes de la mente a la conjunción del conocimiento milenario con la llamada ciencia actual. Si soy escéptico a la mayoría de casos anecdóticos, eso no me limita a sentir admiración por quienes, aunque muy pocos, logran dicha experiencia siguiendo las enseñanzas de los maestros Tibetanos, o quizás hasta podría incluir, la experiencia onírica que tuve ayudado por un brebaje de la milenaria cultura amazónica: La Ayahuasca. El mismo que narro bajo el título de: “Ayahuasca, Un Viaje al Infinito” en una serie de notas… (Buscar en Google).
Para terminar este asunto, que quedará meciéndonos por mucho tiempo en el columpio de, “Cierto-No Cierto”, en el pensamiento del común de la gente, diré, desde mi óptica dual, de Ingeniero y escritor de ficciones, que el tema de las experiencias de los Viajes Astrales son una rica fuente de inspiración.

lunes, 2 de diciembre de 2019

POR SIEMPRE JAMÁS


POR SIEMPRE JAMÁS

por Michaelangelo Barnez

Desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más profundo de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al hacerlo ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono, y sonreímos, sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a compartir nuestras vidas.

El despertador sonó a las 5 a.m. y desde ya hace un tiempo, desde que mi esposa se marchó, era la usual hora de despertar y empezar mi rutina matinal. Aunque hoy era un día especial: La Presentación literaria de mi 5ta novela. Por lo que sabía que iba a ser un día de mucho trajín ya que todos los preparativos que había hecho últimamente tenían que coincidir finalmente y de manera satisfactoria con este día. El local de la presentación, los libros, el menaje para el brindis y su arreglo correspondiente, estaban listos. Además, al mediodía tendría una conferencia de prensa y a las 4 p.m. una entrevista radial. Aun así, junto con mi agente literario, estaba nervioso. Creo que más que la primera vez, en que sin agente me ocupé personalmente de todo el trámite y los arreglos y no tuve el tiempo de ahora, de pensar más en lo que iba decir y en el cómo impactar a mis lectores e invitados. Así, salí de casa a las 7 a.m. con dirección a mi oficina para no regresar hasta culminar la presentación.
En mi auto y en camino a la entrevista, recibí una llamada.
“¡Aló!” dije en mi celular.
“¡Aló, soy María!” Me respondió una dulce voz e inmediatamente asocié el nombre, la voz y abruptamente el recuerdo que me habían provocado.
Sí, era María, la hermosa y obsesiva mujer que había sido mi amante por años, durante mi crisis existencial al cumplir 40 años de edad, hasta que llegó el fatídico día, como era de esperar, que mi esposa se enteró y mi matrimonio estuvo a punto de acabar, de no haber sido por la madures e inteligencia de ella de no lanzarme por despecho a los brazos de quien deseaba, pero no amaba. Sí, era María, quien después de treinta años me traía el traumático recuerdo de una traición conyugal.  
“¡Bueno, ya pasó mucho tiempo!” me dije y fui cortés al contestar. “¡Hola, María, que sorpresa!”
“¡Dany, mi amor, te estuve buscando por años, recorrí todo California y en los Estados a donde iba. Estuve a punto de rendirme, pero, felizmente, hace poco me enteré que estabas en Lima!” Dijo con su peculiar dulce y posesiva vehemencia, sin preámbulos ni preguntar por mi estado marital, que presumo no le importaba. Y añadió “¡Tenemos que hablar, mi amor!” como un ruego imperativo que me conmovió.
“¿María, estás en Lima?”
“¡Sí, mi amor, llegué anoche!”
“¡Wow!” dije para mis adentros, y recordé los tiempos en que ella a pesar de estar casada y tener una pequeña hija, era capaz de arrastrarse por el suelo y lamer mis zapatos si se lo pedía, aunque nunca lo hice, porque me bastaba poseer de ella esa misma disposición de entrega en la cama. Lo que, por otro lado, cuando traté de alejarme de ella después de haber gozado, ambos, sin límites, los placeres de los amantes, María casi enloqueció acosándome por teléfono o rondando mi lugar de labores y hasta mi propia casa. Por eso su vientre fue un dulce pero prohibido pantano por cinco años, cuyo fango sexual me había atrapado.
Hasta que mi esposa se enteró. Durante esos años de infidelidad nunca fui consciente del dolor que podía provocarle. Pero al verla allí, el día D, frente a mí, encarándome mi traición, mi deslealtad hacia el amor que ella me brindaba cada segundo de su vida para hacerme sentir feliz, de haberme apoyado en todos mis proyectos y sueños, de haber compartido el cuidando de nuestros hijos y ella a mí como uno más, y trabajando como la mejor obrera-empresaria del hogar y en su profesión, hizo que toda esa vanidad machista que yo tenía, de poseer una amante joven, hermosa e incondicional para la lujuria, se desvanezca como lo que era, una simple ilusión intrascendente. Jamás vi tanto dolor reflejado en el rostro de mi amada esposa al límite de creer que enloquecería. Yo podía percibir que ella no estaba molesta, no era ira o furia lo que ella sentía, sino un dolor inconmensurable de que su mayor tesoro la haya traicionado. Entonces lloré, lloré junto con ella con un profundo arrepentimiento y le juré que haría todo lo posible e imposible para recuperar su amor. En esos momentos tan difíciles no se habló para nada de “Dios y los pecados” o “por el bienestar de los hijos”, no, solo de ella, yo y nuestros profundos sentimientos verdaderos.
Pero a María no le importó ni no se dio por rendida. Ella volvió a la carga sin importarle las advertencias de mi esposa de denunciarla y encarar su infidelidad ante su marido. Pero ante su obsesiva insistencia yo accedí a verla una vez más.
Cita a la que no fui, sino que desaparecimos de California sin dejar rastros. Sí, mi esposa y yo volvíamos a ser cómplices conyugales y dejamos todo atrás por la salud de nuestro matrimonio. Hasta que…
“¡Estoy en Lima, mi amor, dispuesta a hacer realidad este amor que he guardo con mucho cuidado en mi corazón por treinta años!”
“¡Ok, María, que bien!” empecé diciéndole muy amablemente, sabiendo que ella no aceptaría un “¡NO!” como respuesta. Y añadí “¡Mi secretaria te va a decir el lugar y la hora, para vernos esta tarde!” Entonces le pasé mi celular a mi secretaria a la vez que le pedía con señas y frases entrecortadas que cancelara la entrevista radial. Así, con esa actitud, creía yo, le enviaba un mensaje que no le daba muchas esperanzas de nuestro encuentro.
Esa tarde en el restaurante en donde esperaba a María vi entrar a una radiante mujer. "Oh, que sorpresa" me dije en silencio al verla, porque era María, quien a pesar de sus ya cercanos 60 años de edad estaba más hermosa y lozana que nunca. Y cuando me vio sus ojos brillaron de alegría y su hermosura se realzó aún más con su sonrisa. No miento al decir que me halagó mucho verla venir hacia mí. Así, totalmente dispuesta a volver a entregarme todo de ella, sin reclamarme nada, sino la compañía amorosa de amantes que un día disfrutamos. Pero que nunca lo tomé en serio porque pensaba que todo era mentira, quizás por el pecado original de nuestra relación.
Estuvimos allí por espacio de dos horas, entre cafés y pastelitos, cuando yo había planeado ilusoriamente que solo estaríamos 15 minutos; que al final de cuentas serían los únicos minutos que yo hablaría porque María se apoderó del resto del tiempo.
María me contó todos los detalles de su espera y búsqueda. Y de que me amaba más que a su vida y estaba dispuesta a quedarse conmigo para siempre, que sus hijos ya habían dejado el hogar y que ella solo seguía con su marido por lastima, por lo tanto ahora ya no tenía ataduras. Fueron más de cien minutos en donde María repitió hasta el cansancio lo mismo de lo mismo, que me amaba y de que estaba inmensamente feliz de haberme encontrado y de sentir que yo la amaba. Repitió los recuerdos de nuestros encuentros sexuales en los moteles de California con lujos de detalles explícitos que ella anhelaba volver a vivir. Y su erótica letanía logró mover algo en mí, al fin y al cabo, como si me hubiera lavado el cerebro, consiguiendo mover los recuerdos más escabrosos de nuestra aventura sexual que yo también tenía escondido aun en algún lugar de mi cerebro. Y ella lo notó. Felizmente estábamos en un lugar público, de no ser así hubiéramos acabado en la cama.
Mi horario ya no daba para más. Entonces mi secretaria entró al restaurante y me dijo muy claramente que teníamos que irnos, que los presentadores tenían que coordinar sus intervenciones conmigo. Así terminó la cita con María que, al levantarnos de la mesa, sin rendirse añadió a mi oído “¡Te veo en la presentación, mi amor!” en el momento del formal beso de despedida que me dio en la mejilla.
La presentación me llenó de satisfacción porque los presentadores se lucieron con el tema, fueron agiles, breves y amenos, para el deleite de la audiencia, y cuando me tocó el turno de hacerlo la concurrencia ya estaba preparada para mis palabras. Y no era para menos, hablamos del trasfondo de la novela, de los fenómenos paranormales, los poderes de la mente, de la teoría cuántica y los universos paralelos; todo para sostener los hechos excepcionales de los argumentos de la novela y sus protagonistas.
Aunque no puedo dejar de mencionar que hubo un factor extra literario que contribuyó en algo a realzar el ambiente de la presentación y esta fue la presencia de María, que por su belleza, gracia y glamor no podía pasar desapercibida. Más aun y ante la mirada de todos, cuando no se despegó de mí desde que llegué, con la excepción del momento del inicio de la presentación formal en que los presentadores y yo teníamos que sentarnos alrededor de una mesa en el escenario o ir al pódium.
Luego, María fue la primera fan a la que tuve que firmar el ejemplar de la novela comprada, con el detalle que cuando lo hacía ella sin reparos recostó su busto sobre mi hombro y sentí su aliento muy cerca de mi rostro. Me pareció demasiado. Así, un tanto incomodado, levanté mi rostro y miré al fondo del auditorio y comprobé que mi esposa, Sarah, me observaba. En realidad lo había estado haciendo desde que llegué y que yo solo lo comprobaba por momentos. ¿Estaba molesta, celosa? No, al contrario, parecía divertirse con la escena de ver a María revolotear como una mariposa a mí alrededor.
La presentación llegó a su término y todos con besos, abrazos y promesas de vernos otra vez, nos marchamos.
Busqué a mi esposa con los ojos antes de subir a mi coche y no la vi por ningún lado, solo a María, que no se despegaba de mí.
“¡María, se acabó la noche, me voy a casa, no puedo llevarte!.. -Era lo obvio-… ¿Cómo voy a llevarte a mi casa si allí está mi esposa?” remarqué.
“¡Pero si ella ya se fue!” Replicó.
Entonces cortésmente añadí, “¡Voy a llamar un taxi!” y marqué en mi celular el símbolo de tal servicio. Y una vez que lo conseguí no me quedé a esperarlo “¡Ya viene por ti, te llevará a tu hotel, adiós María!” y subí a mi camioneta. Si pasaba unos minutos más con María corría el riego de ceder a sus suplicas de amor y sexo, y yo por el amor que sentía por mi esposa no estaba dispuesto a ese deleite. Y me marché.
Ya eran las 10 p.m. y como el lugar de la presentación había sido en una librería de Miraflores, enrumbé hacia la llamada Bajada de Miraflores que me conduciría a la autopista de la Costa Verde, con el solo propósito de gozar de la nocturna briza del mar y así despejar mi mente. 
Llegué al vecindario donde vivía cerca de la medianoche, manejando lento y con cuidado por las semis oscuras calles, hasta que ya muy cerca de la casa hice funcionar el control del portón de entrada. De pronto, desde detrás de unos altos arbustos del jardín exterior, vi la figura de María, que caminando resueltamente entró a los límites de mi casa.
Al ver eso yo me detuve, pensé unos segundos y luego accioné el control remoto del portón y lo cerré. Así, a la distancia vi a María parada sobre el césped, quien al ver que cerraba la puerta dio media vuelta y se dirigió a la entrada principal.
Mi casa estaba rodeado de un excelente sistema de seguridad, con láser, video y alarma, pero una vez traspasado ese límite, la casa quedaba a merced que quien estuviera dentro, por lo que María no tuvo ningún problema de entrar al lobby y desaparecer de mi vista.
“¿Y ahora qué hago?” me dije abrumado por la situación. “creo que si no entro, ella se marchará!”. Entonces, como un autómata manejé lentamente por las calles del vecindario, no sé cuánto tiempo, hasta que me vi nuevamente al frente de mi casa. Pero ahora ya resuelto a encarar la situación que se había generado hacía treinta años y que nunca se resolvió entre los tres.
Entré al lobby, pasé a la sala, a la cocina, que usualmente estaban con las luces encendidas y no encontré a nadie. Miré por la ventana al patio pero solo había oscuridad. Busqué en los dormitorios y tampoco hallé a nadie. Y mi mayor preocupación se desvaneció “¡Felizmente María se largó!” pensé, ahora no tenía nada que temer, “¡A no ser que mi esposa…!” y dejando de pensar me fui a darme una ducha tibia.
Oh, sorpresa. En pleno baño que me daba, cuando el agua disolvía las espumas de jabón que cubrían mi cuerpo, entró María totalmente desnuda, se mojó todo el cuerpo y se pegó al mío. Jabón, agua y el resto del mundo que me rodeaba desapareció de mi mente, porque María no perdió un segundo en abrumarme provocándome un exquisito placer con sus labios. Sí, ella sabía que yo no debía pensar de lo contrario se impondría la cordura… y tendría que irse. Y así jugamos como amantes por no sé cuantos minutos, repasando la lista de todo los pecados que habíamos compartido una vez, y de allí pasamos a la cama, pero ya con el libido a punto de estallar.
María, embriagada con el erotismo de sus hormonas, se arrodilló en el borde de la cama, separó sus rodillas, reposó el costado de su rostro en la misma y desplegó sus brazos como si fuera a volar y en medio de jadeos, que amenazaban con ahogarla, a las justas pudo hablar, y me pidió mientras cimbriaba sus caderas: “¡Envíame al cielo, mi amor!”
Yo estaba parado frente a ella, contemplando todo lo que María me ofrecía, embelesado con la visión y la dosis erótica que recorría por mis venas, listo para darle el ansiado empujón. Cuando de pronto, por el rabillo de mis ojos pude ver moverse las cortinas y volteé de inmediato.  Y vi a mi esposa, Sarah, cubierta con una larga bata blanca semitransparente de dormir, parada allí, haciéndome una señal con el dedo índice en los labios para que guardara silencio, mientras se acercaba sigilosamente.
Me miró a los ojos y sonriendo se puso en medio, entre María, que no se había percatado de nada, y yo. Y me besó dulcemente como no lo hacía hace ya varios años, luego se volteó y se arrodilló en el mismo lugar que estaba María, fundiéndose con ella en una sola persona. Y yo sentí en mi alma lo que debía hacer. Fui cuidadoso con mi ímpetu y lo esperado llegó como una explosión sideral.
Al día siguiente desperté lentamente sobre mi cama, con el costado derecho de mi rostro aun hundido en la suave almohada, disfrutando del dulce sueño que había tenido hasta que mi conciencia fue empujándolo al olvido, de pronto reaccioné y desperté completamente.
“¿Soñé o fue real?” me dije e instintivamente moví la mano a mi costado y encontré el tibio cuerpo de Sarah, mi amada esposa. Entonces, de espaldas a ella, volví a cerrar los ojos plenos de felicidad para deleitarme con los recuerdos eróticos de la mágica noche. Realmente estaba conmocionado con la experiencia a pesar de haberla deseado todos los días y noches por más de dos años. Entonces, abrumado por la felicidad ya no pude dormir. Me levanté de la cama con mucho sigilo para no despertar a mi amada esposa con quien había compartido más 50 años de enamorados y, allí de pie, la miré que descansaba como un ángel. Visión que me provocó en lo más profundo de mi corazón el deseo de besar sus labios y no pude resistirme, y al hacerlo ella despertó. “¡Buenos días!” Nos dijimos mutuamente casi al unísono, y sonreímos, sus ojos relampaguearon y volvimos a besarnos, felices de volver a compartir nuestras vidas.
“Buenos días, felicitaciones por su nueva pareja…!” me saludaban alegremente mis amigos y conocidos al vernos pasear.
“Pobre incrédulos!” le susurraba a los oídos de María, “Ellos nunca entenderían que realmente eres Sarah!” 

LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?

Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...