De Michaelangelo Barnez
Hola, debo confesar, para ser sincero y honesto (¿?) con Uds., que de joven fui un libertino, como bien dice un corrido mexicano: Borracho, mujeriego, pendenciero y jugador. Bueno, pero no tanto, eh!
Hola, debo confesar, para ser sincero y honesto (¿?) con Uds., que de joven fui un libertino, como bien dice un corrido mexicano: Borracho, mujeriego, pendenciero y jugador. Bueno, pero no tanto, eh!
¿Y esto me trajo problemas? Mmm… Déjenme decirles que creo que supe
cuidarme y ver los límites de mis desvaríos, así que: No, no tuve problemas.
Muy al contrario, a esta temprana edad y la espontánea explosión de mi
personalidad me hizo muy popular en el barrio donde vivía y luego en la
universidad, especialmente entre mis amigas, ji, ji, ji… Hasta que me casé.
¿Qué, me jodí? No, en absoluto.
Bueno, pero creo que Uds. quieren que hable de mi amante, así que iré
directo al tema.
Creo coincidir con todos, o por lo menos con la mayoría que sabe, que la
amante es una persona especial, que trae alegría, vitalidad, lozanía, gozo y principalmente
placer sexual sin compromisos aparentes, amoralmente hablando. Y como los
momentos compartidos son breves, relativamente, disfrutamos de ese tan ansiado
extravío a plenitud. Con ella puedo hacer lo que quiera y plazca; ella siempre
está a mis órdenes cuando la llamo para una cita y responde con tal alegría y
ansiedad que llena mi egolatría de amante.
Con la esposa las cosas son diferentes. El matrimonio trae
responsabilidades y compromisos, hijos y preocupaciones; las que están demás
enumerarlas porque son tan conocidas que aburren y/o mortifican. Aunque no
puedo negar que a través del matrimonio uno llega a alcanzar el desarrollo
pleno, en lo personal y como pareja, y uno se siente realizado en la felicidad
de los hijos y esposa. Creo firmemente que ellos son el aliciente del progreso
económico del hogar, porque empezamos a desear tener una casa y auto más
grande; ya no el depa de soltero ni el auto deportivo, solo para dos, de antes.
Si realmente queremos a nuestros hijos, les daremos la mejor educación y seguro
de salud que podamos… Amén de los caprichitos de siempre en la ropa y la moda…
y todo eso cuesta. Por eso estudiamos, trabajamos y doctoramos; o arriesgamos
nuestra salud mental invirtiendo hasta la camiseta en la empresa que dirigimos,
y todo para poder pagar ese progreso económico, en el que mi esposa es una
estricta administradora del gasto familiar.
Con la amante me relajo y voy a los mejor hoteles y restaurantes de la ciudad o
del lugar que decidimos escaparnos brevemente. Con la esposa la cena en casa es
obligada y rodeados de los hijos y sus problemas. Aunque tengo que reconocer
que ningún chef cocina más rico que mi esposa. A la amante no le importa cuánto
gasto, a la esposa sí, y si podemos ahorrar mejor, porque las vacaciones
anuales con todos los hijos cuestan un ojo, o los dos, de la cara.
¿Pero… y la lealtad, la fidelidad, la felicidad…? Se preguntarán Uds.
Ah, sí, me olvidaba decirles que mi esposa es mi amante.
Bye, bye...
Bye, bye...
6 comentarios:
Muy bueno MICHELANGELO.
Lo cierto es que tu narración atrapa por el desarrollo que has elegido.
Un saludo amigo.
ROBER
Gracias Roberto, por la lectura y el comentario.
Saludos
Lo felicito, atrapante su narrativa, he disfrutado mucho de la lectura, saludos cordiales.
Gracias, Ma Gloria, feliz de que hayas disfrutado de la lectura y también por el saludo y el comentario. Van saludos con mucho cariño para ti y los hermanos mexicanos.
Angustiante,pero felizmente al final todo se aclaró
Estimada(o) anónimo, felizmente tu angustia se resolvió, como debe ser, al final. Gracias por la lectura y el comentario.
Publicar un comentario