domingo, 29 de septiembre de 2019

LA VIUDA NEGRA


De MICHAELANGELO BARNEZ 

Nota del autor: Queridas amigas y amigos, hoy les traigo un cuento, repito, un cuento y no algo que me sucedió, por más que lo narre en primera persona. Claro que resulta todo un halago hacerles creer en mis cuentos que realmente me sucedió o fui testigo de esas historia que, quiéralo o no, le sucedió a alguien en el mundo de una u otra manera. Allí va, pues…
Hace unos meses celebramos el 50 aniversario de la promoción de la escuela secundaria en donde estudié. Allí, lamentablemente, no pudieron estar todos los que egresamos; unos por estar muy lejos y ocupados, y otros porque habían hecho el consabido viaje sin retorno. Como sea, la celebración fue muy amena, llena de alegría y cariño fraternal por el reencuentro.
De allí, luego de la algarabía de la Cena y Baile en un centro de celebraciones de un hotel de cinco estrellas, nos retiramos prometiendo reunirnos más a menudo. Aunque mis más cercanos amigos y sus esposas no querían irse a casa inmediatamente. Así que los invité a ir a la mía… a seguirla!!!, como decíamos y hacíamos antes, pero ya no en el mismo sentido de una juerga de esos tiempos, sino a hacer lo que no habíamos podido hacer durante la fiesta, y esto era conversar, intercambiar tantas experiencias acumuladas todos estos años y contarlos sin ninguna presión o compromisos.
En el camino a mi casa la mayoría de mis amigos compraron bebidas y botanas, a pesar de que ya les había dicho que tenía de todo en casa. Así, cuando fueron llegando comencé a apilar botellas de Whisky, Vodka y Tequila en mi bar y las botanas nacionales en el frío bar; y ellos encontraron una variedad de fuentes de botanas al estilo de California, vinos peruanos y nuestro infaltable pisco, es decir yo estaba preparado… por algo soy viejo en estas lides.
Todos teníamos mucho que contar de nuestras vidas, ya sea como profesionales u hombres de familia… y así lo hicimos una vez bien instalados alrededor de una gran mesa, bebiendo y comiendo con mucha moderación, prestando atención a las palabras de quien hablaba.
Todos contaron acerca de cómo conocieron a sus parejas, de sus logros y éxitos en la vida, de los hijos y también de nietos que ya llegaban.
Así las horas pasaron volando y ya en la madrugada comenzamos a rememorar nuestras travesuras de adolescencia. Y de todas ellas, una merece ser contada.
Fue durante el llamado viaje de promoción que hicimos al Cuzco, vía Arequipa y Puno, en donde a uno de los compañeros, el más “vivo” de la clase, se le ocurrió debutar en el arte amatorio con una “obrera” del oficio más antiguo, lo cual no tiene nada de malo, y menos en un grupo de jóvenes adolescentes, pero sí, hacerlo a más de 4,000 mts de altura sobre el nivel del mar, en Puno; cuya consecuencia le costó a este costeño fue ser llevado al hospital, en emergencia, porque se ahogaba, lo que acarreó además perderse el resto del viaje.
Bien con este antecedente contado y por todos festejado, el susodicho se animó a contar lo que le sucedió años más tarde, cuando ya era un profesional y gerente de una gran empresa importadora.
Resulta que en el proceso de la firma de un acuerdo muy importante con otra empresa de Hong Kong, tuvo que viajar, con su asistente, a esa gran ciudad del lejano oriente.
Una vez allí, desde su llegada, fueron atendidos en todas sus necesidades de alojamiento y transporte, así como asesorados con guías y traductores hasta que firmaron el pretendido contrato.
Una vez terminado los asuntos de negocio tuvieron un día más para ir de compras y la consabida diversión, antes de regresar, así que esa noche ambos decidieron darse “la vida loca”. Así, con eso en mente, le preguntaron al guía, que los había acompañado desde el primer día, con toda confianza por un lugar donde conseguirlo, y este, ni corto ni perezoso y ducho en esas lides, no solo los iba a orientar con una información, sino que se incluyó en el paseo del placer.
Esa noche, no bien se ocultó el sol, empezaron a recorrer diversos lugares que ofrecían, con sus brillantes luces de neón, toda clase de pecados; desde las comidas y bebidas exóticas hasta el carnal en su variedad para mirar o “tocar”. Mi amigo, el mismo pájaro loco que se le ocurrió hacer el amor a 4,000 mts. en Puno, estaba eufórico por hacer lo mismo, pero ahora en Hong Kong, a nivel del mar… Y de este modo fue.
De nada valió los consejos de su asistente y del guía para que tome las cosas con calma y no bebiera tanto, y de que era preferible escoger solamente un sitio para todo lo que él quería, porque allí se lo ofrecían por unos buenos dólares. Pero el loco arrecho estaba eufórico y, ya bebido, incontrolable.
Los tres estaban en la barra del bar de un buen centro nocturno, bebiendo y charlando, a la espera de que las consabidas damas de compañía del night club se acercaran; mientras a sus espaldas unas bellas mujeres se esmeraba en su baile exótico en la pista y en el tubo, mientras que el guía y el asistente se enfrascaron en una conversación de cómo abordarlas cuando se acercaran.
De pronto se percataron que el pájaro loco había desaparecido del lado de ellos; lo buscaron en el baño, en los cuartos privados y por los alrededores del centro nocturno y no lo encontraron. Así, decidieron esperar unos minutos, en caso de que esté con alguna dama en los privados, a puertas cerradas… pero, nada, no apareció. El loco les había arruinado la noche. El guía comentó que si andaba bebido, perdido por las calles a estas horas… nada garantizaba su vida.
El guía, más para librarse de responsabilidades que otra cosa, le pidió al asistente que denunciara la desaparición de su jefe… Pero en la estación de policía le contestaron entre carcajadas que seguro estaba “viviendo la vida loca” y que ya aparecería, y como sea, ellos no podían hacer nada antes de las 48 horas de su supuesta desaparición.
El asistente y el guía no podían hacer más; y se despidieron una vez que el primero ya estaba en el lobby de su hotel, con el compromiso de contactarse al día siguiente.
El asistente durmió a piernas sueltas a pesar de no haberse embriagado por el susto, sino de la cantidad de alcohol consumido. Pero fue despertado casi al medio día por la ruidosa llegada de su jefe y amigo… el loco había aparecido apestando a alcohol y con todo el cuerpo pintarrajeado de colorete por los besos recibidos.
El loco entró como un zombi, sin percatarse de nada, y se fue directamente al baño a darse una ducha. Allí pasó casi media hora y al salir le dijo a su asistente: “Hey, compadre, no entres al baño por un buen rato, porque lo he dejado, uyuyuiiii…!!!” y fue a sentarse en la otra cama vacía.
“Hay carajo, como me duele el culo, seguro que anoche me caí sentado al suelo de lo borracho que estaba!” añadió el loco. Luego el asistente le comentó de la preocupación que habían tenido por su desaparición, pero el loco no dejaba de vanagloriarse de la aventura sexual que había tenido esa noche, o de lo que recordaba de ella, con una mujer extremadamente linda, de talla y cuerpo espectacular y voluptuosa como ninguna, que le había dado el placer jamás conocido antes a pesar de su experiencia como don Juan, con mujeres casadas y mayores que él. “Sí, la Viuda Negra, así se hace llamar la bendita, rompió los límites de mi experiencia amatoria… oh, que placer, dios mío!!!” decía el loco.
“Disculpe, jefe, debo llamar al guía, debe estar preocupado!” y sin esperar nada cogió el auricular y llamó.
“Sí, ya apareció mi jefe, no tienes por qué preocuparte!” le dijo al guía y este respondió algo siguiendo el diálogo.
“Sí, llegó bien, solo tiene un dolor en las nalgas porque cree que se cayó al suelo de lo borracho que estaba!” le siguió contado el asistente.
“Ah, sí, no para de darme los detalles de su noche loca y de hablar de la Viuda Negra, creo que es una famosa vedette ¿no?… Quééé?…” y el asistente fue interrumpido por el guía.
“Noooo, no puede ser!!!” el asistente casi gritó y luego lanzó una carcajada “Ja, ja, ja…!!! No, no puedo decírselo… dile tú!” y le alcanzó el auricular a su jefe.
El loco cogió el auricular con una mano, mientras con la otra se sobaba el culo. “¿Sí?” dijo y se quedó escuchando al guía, y luego de un largo minuto cayó desmayado sobre la cama.
El asistente volvió a coger el auricular caído y se despidió del guía. Luego mirando a su desmayado jefe, dijo: “Loco imbécil e ignorante, no sabías que la viuda negra es una araña que se come al macho luego de hacer el amor… ¡Anoche estuviste con un travesti, borracho estúpido!”

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