MICHAELANGELO BARNEZ
DE FICCIONES Y REALIDADES
sábado, 12 de julio de 2025
viernes, 25 de abril de 2025
UN AMOR DIVIDIDO
Por Michaelangelo Barnez
Sin embargo, la perfección que parecía rodear su amor comenzó a desmoronarse cuando el destino introdujo a Carla, una antigua amiga de John, en la relación. Ella apareció inesperadamente durante una reunión social y, de manera involuntaria, despertó en él una ola de nostálgicos recuerdos y emociones que había enterrado hacía años. Las sonrisas compartidas y las miradas sugerentes que parecían contener secretos dejaron a Inés con una inquietud creciente.
John intentó disipar las preocupaciones de Inés, asegurándole que su amor por ella era inquebrantable. Pero las palabras, aunque dulces, no podían borrar el peso que se colaba entre ellos. Inés sentía que Carla representaba para su amado algo más que una simple amistad pasada, y los días se llenaron de silencios incómodos y preguntas sin respuesta.
Por otro lado, Carla era consciente de los límites que no debía cruzar. Pero en su corazón, aún guardaba un afecto por John que no podía ignorar. Las coincidencias los ponían en situaciones inesperadas: encuentros en la oficina, proyectos compartidos y conversaciones que parecían siempre ir más allá de lo profesional.
Inés, tratando de proteger su relación, decidió enfrentar sus temores. Una noche, con voz temblorosa pero firme, le preguntó a John: "¿Sigues amándome como antes? ¿O hay algo en tu corazón que ya no me pertenece?"
John, atrapado entre la culpa y la confusión, confesó que su encuentro con Carla había despertado recuerdos y emociones que no esperaba. Sin embargo, insistió en que su amor por Inés era genuino y profundo. La sinceridad de sus palabras era como una brisa fresca en medio de una tormenta, pero no eliminaba el temor que le causaba.
La incertidumbre llevó a Inés a tomar una decisión difícil. Decidió tomar distancia de John para reflexionar sobre lo que ambos realmente sentían en sus corazones. Durante el tiempo que estuvieron separados, John enfrentó sus propios sentimientos, comprendiendo que su pasada relación con Carla no podía eclipsar el amor que sentía por Inés.
Mientras tanto, Inés encontró consuelo en su arte. Sus pinturas comenzaron a reflejar la intensidad de sus emociones: el amor, la fidelidad, el dolor de la traición, la esperanza del perdón y la fuerza del amor verdadero. En cada pincelada, se daba cuenta de que su relación con John era una obra en progreso, un lienzo que aún tenía espacio para ser completado.
Un día, John apareció en el estudio de Inés. Con una expresión llena de arrepentimiento y un ramo de flores en mano, le confesó su decisión de cortar todo contacto con Carla y dedicarse plenamente a reconstruir su relación. Su sinceridad fue el inicio de una conversación profunda que reveló su compromiso de trabajar juntos para sanar las heridas.
Aunque no fue fácil, ambos comenzaron un nuevo capítulo en su historia. John e Inés aprendieron que el amor no siempre es perfecto, pero es más fuerte cuando enfrenta y supera los desafíos. Juntos, transformaron su dolor en una nueva oportunidad para construir algo que valía la pena proteger.
Pasaron muchos años y una tarde Lucila, de 28 años de edad, e hija de ambos, le contó a su madre acerca de la infidelidad de su esposo. Inés, temerosa de las infidelidades de los hombres y mujeres en el matrimonio, le dio su mejor concejo: ”Hija, la fidelidad es una virtud muy difícil de mantener en el matrimonio, y solo tú puedes decidir que hacer, conociendo las circunstancias de cuando ocurrió. Si amas a tu esposo y crees que él se siente verdaderamente arrepentido y te ama, entonces no lo rachases, ni lo apartes de ti, porque lograrás lo peor: Quedarte sola y que él se refugie en los brazos de la amante. Si haces bien o mal, solo el tiempo lo dirá”.
martes, 15 de abril de 2025
LA FERIA
La gran feria iluminaba la
noche de la ciudad de Long Beach con luces vibrantes y el eco de risas. Alicia
y Juan, una pareja joven y desilusionada, caminaban de la mano con sus tres
hijos, Pedro, Paco y Rosa. A pesar de la belleza del lugar, los ojos cansados
de Alicia y la mirada ausente de Juan hablaban de una lucha interna.
Los niños estaban
extasiados. Pedro corría hacia las montañas rusas, Paco intentaba ganar premios
en los juegos de tiro, y Rosa, la más pequeña, miraba fascinada los destellos
de los fuegos artificiales. Para ellos, la feria era un mundo mágico. Para sus
padres, era un escape.
Alicia y Juan, atrapados en
su propio mundo de adicciones, habían llegado a la feria con un plan. Apenas
habían cruzado el portón principal, los niños corrieron hacia los juegos. Así
decidieron dejar a los niños. «¡Regresamos pronto, cuídense!», dijo
Alicia con una sonrisa forzada. Los tres pequeños no sospecharon nada, pensando
absortos con la diversión que iban a gozar todo el día, así sus padres se
demoraran, no iba a ser la primera vez.
La promesa nunca se cumplió.
Esa noche marcó el inicio de una larga e interminable separación que cambiaría
sus vidas para siempre. Más tarde la multitud comenzó a disminuir, mientras
Pedro, Paco y Rosa comenzaron a comprender que estaban solos… Abandonados.
Esa noche durmieron en los límites
de la Feria, escondidos entre los arbustos
En los días siguientes, los
niños buscaron refugio en la misma feria, que habría sido mejor que ir a un
albergue o cárcel.
Pedro, apenas con diez años,
asumió el papel de líder, llevando a sus hermanos a áreas donde podían
descansar o encontrar comida. Paco, con su ingenio, ayudaba a ganar pequeñas
cantidades de dinero jugando en los puestos, mientras que Rosa usaba su inocente
encanto para ganarse el afecto de los feriantes.
El Circo de la feria pronto
se convirtió en su hogar. Los trabajadores y visitantes empezaron a notar su
situación, y varios feriantes se encargaron de cuidarlos. El viejo don Manuel,
encargado del carrusel, fue especialmente amable con los tres. Compartía
historias y los alimentaba cuando podía.
Mientras tanto, Alicia y
Juan se hundían más en su desesperación. Vagaban de una ciudad a otra, buscando
el siguiente escape en las drogas que los consumían. Su mundo ya no tenía
espacio para el amor ni para el arrepentimiento. Un año después, mientras
conducían en una carretera oscura y desierta, su tragedia alcanzó el clímax.
Drogados y confundidos, el auto en el que iban perdió el control y terminó
estrellado contra un muro de cemento. Murieron instantáneamente.
La noticia llegó a los niños
como un rumor en la feria. Aunque eran demasiado jóvenes para entender la
gravedad del accidente, Pedro, con su extraordinaria madurez, sintió una mezcla
de alivio y tristeza. Sus padres no regresarían, pero tampoco sufrirían más.
A medida que pasaron los
años, los tres hermanos crecieron dentro del universo de la feria. Pedro se
convirtió en un líder natural, Paco desarrolló habilidades de trapecista en el
espectáculo acrobático, y Rosa encontró su lugar como una artista encantadora
de leones. La feria se convirtió en su familia, una comunidad que los protegió
y los ayudó a encontrar un propósito.
Pedro, al mirar hacia atrás
años después, comprendió que el abandono había sido lo mejor que les había
pasado, ya que fue el inicio de una nueva vida. Aunque había perdido a sus
padres, había ganado algo inesperado: la fortaleza para enfrentarse al mundo y
la certeza de que, incluso en los momentos más oscuros, existe la posibilidad
de renacer.
El Circo de la feria, debido
a la crisis económica del país, decidió ser administrada como una cooperativa
con todos sus integrantes como socios, y escogieron por unanimidad a Pedro como
su administrador, a Paco como presentador y a Rosa como la tesorera.
Así, los tres hermanos continuaron
juntos, cuidándose y ayudándose en todo. Claro que la historia continuaría con
amores, desengaños, compromisos, bodas y niños por venir… que es otra historia.
lunes, 7 de abril de 2025
CUANDO EL AMOR PREVALECE
John e Inés compartían una
historia de amor digna de novelas románticas. Se conocieron una tarde lluviosa
en el café de la esquina. Ella, una artista que encontraba inspiración en los
detalles más pequeños, y él, un arquitecto apasionado por los trazos precisos y
la belleza estructural. Sus mundos se entrelazaron como los colores en una
pintura, formando una relación cálida y envolvente.
Sin embargo, la perfección
que parecía rodear su amor comenzó a desmoronarse cuando el destino introdujo a
Carla, una antigua amiga de John. Ella apareció inesperadamente durante una
reunión social y, de manera involuntaria, despertó en él una ola de nostalgia y
emociones que había enterrado hacía años. Las sonrisas compartidas y las
miradas que parecían contener secretos dejaron a Inés con una inquietud
creciente.
John intentó disipar las
preocupaciones de Inés, asegurándole que su amor por ella era inquebrantable.
Pero las palabras, aunque dulces, no podían borrar el peso que se colaba entre
ellos. Inés sentía que Carla representaba algo más que una simple amistad, y
los días se llenaron de silencios incómodos y preguntas sin respuesta.
Por otro lado, Carla era
consciente de los límites que no debía cruzar. Pero en su corazón, aún guardaba
un afecto por John que no podía ignorar.
Las coincidencias los ponían en situaciones inesperadas: encuentros en la
oficina, proyectos compartidos y conversaciones que parecían siempre ir más
allá de lo profesional.
Inés, tratando de proteger
su relación, decidió enfrentar sus temores. Una noche, con voz temblorosa, pero firme, le preguntó a John: «¿Sigues amándome como antes? ¿O hay algo en tu
corazón que ya no me pertenece?»
John, atrapado entre la
culpa y la confusión, confesó que su relación con Carla había despertado
recuerdos y emociones que no esperaba. Sin embargo, insistió en que su amor por
Inés era genuino y profundo. La sinceridad de sus palabras era como una brisa
fresca en medio de una tormenta, pero no eliminaba el daño que había sido
causado.
La incertidumbre llevó a
Inés a tomar una decisión difícil. Decidió tomar distancia de John para reflexionar sobre lo que ambos
necesitaban. Durante su tiempo separados, John
enfrentó sus propios sentimientos, comprendiendo que su conexión con
Carla no podía eclipsar el amor que sentía por Inés.
Mientras tanto, Inés
encontró consuelo en su arte. Sus pinturas comenzaron a reflejar la intensidad
de sus emociones: el dolor de la traición, la esperanza del perdón y la fuerza
del amor verdadero. En cada pincelada, se daba cuenta de que su relación con
John era una obra en progreso, un lienzo
que aún tenía espacio para ser completado.
Un día, John apareció en el
estudio de Inés. Con una expresión llena de arrepentimiento y un ramo de flores
en mano, le confesó su decisión de cortar todo contacto con Carla y dedicarse
plenamente a reconstruir su relación. Su sinceridad fue el inicio de una
conversación profunda que reveló su compromiso de trabajar juntos para sanar
las heridas.
Aunque no fue fácil, ambos
comenzaron un nuevo capítulo en su historia. John e Inés aprendieron que el amor no siempre es
perfecto, pero es más fuerte cuando enfrenta y supera los desafíos. Juntos,
transformaron su dolor en una nueva oportunidad para construir algo que valía
la pena proteger.
Pasaron muchos años, y una
tarde, Lucila, de 28 años de edad, e hija de ambos, le contó a su madre acerca
de la infidelidad de su esposo. Inés, temerosa de las infidelidades de los
hombres y mujeres en el matrimonio, le dio su mejor concejo: "Hija, la
fidelidad es una virtud muy difícil de mantener en el matrimonio, y solo tú
puedes decidir qué hacer, conociendo las circunstancias de cuándo ocurrió. Si
amas a tu esposo y crees que él se siente verdaderamente arrepentido y te ama,
entonces no lo rechaces, ni lo apartes de ti, porque lograrás lo peor: Quedarte
sola y que él se refugie en los brazos de la amante. Si haces bien o mal, solo
el tiempo lo dirá".
domingo, 7 de agosto de 2022
LOS VIAJES ASTRALES… ¿FICCIÓN O REALIDAD?
domingo, 5 de junio de 2022
YO TÉ
viernes, 6 de mayo de 2022
ME FUI A LAS VEGAS, SOLO,... Parte 2 de 3.
Según íbamos conversando yo había ido cambiando mi concepto acerca del hombre con quien estaba bebiendo. Ahora estaba completamente seguro de que él era realmente el mismísimo William Faulkner, o en el peor de los casos la reencarnación de éste.
Aun así, lo que mi interlocutor fuera en la realidad ya no me importaba, porque lo que afirmaba en nuestro diálogo tenía mucho más valor que lo que yo podía elucubrar entre el ser o no ser. Lo que él contaba o aseveraba calzaba exactamente, como un ladrillo, en algún lugar de los cimientos que tenía en el fondo mi espíritu, y que estuvieron abandonados por casi 50 años. Y así, poco a poco, empecé a sentirme más fuerte, más confiado de mí mismo.
“Así que para escribir sólo necesitas un poco de papel, tabaco, comida y whisky...-repetí, y maliciosamente agregué-... Bourbon?”
“No, no soy tan melindroso. Entre escocés y nada, me quedo con escocés...-me contestó, y de improviso me preguntó-... y tu Michael, a que te dedicas?”
La pregunta me sorprendió, y en el fugaz tiempo en que bebí mi vaso de cerveza hilvané una respuesta. E increíblemente, en una evaluación del lapso de un segundo, mi vida parecía totalmente vacía en comparación a la de mi interlocutor.
“Me dediqué toda una vida a la Ingeniería Civil. He construido casas, puentes y carreteras por todo California, pero eso es el pasado... Hoy quiero ser escritor... Quiero escribir mi primera novela... Quiero reencontrarme con una aspiración que tuve de adolescente... En ese tiempo escribí muchas cartas de amor a quien hoy es mi esposa, cartas llenas de poemas y cuentos románticos. Recuerdo también que fueron años en los que mas leí, y que hubo una novela que me gustó mucho entre muchas, su título es ‘La ciudad y los Perros’, de Mario Vargas Llosa, y me dije a mi mismo que algún día escribiré algo así... La leíste tú?”
“Claro... Y también ‘Los Jefes’, ‘La Casa Verde’ y ‘Conversación en la Catedral’... Lastima que el autor muriera tan joven” Afirmó William con convicción.
Yo estaba con los codos apoyados sobre la mesa y al escuchar las últimas palabras retrocedí y apoyé mi espalda en el espaldar de la silla, y dije asombrado por la incredulidad del hecho “¿Vargas Llosa murió joven? No, William, estas equivocado” le refuté.
“Michael, Mario murió hace mucho... Se suicidó... Hoy existe uno por allí, que dice llamarse como el original, y gana mucho dinero... Sí... Ese mismo que noqueó de un puñete en el rostro a García Márquez... Dicen que por un lío de mujeres, o porqué le increpó que se había vendido a la CIA... Michael, tú has leído sus novelas, no es cierto?”
“Sí, las mismas que nombraste y algunas otras”
“¿Has leído ‘La Historia de Mayta?”
“Sí”
“¿Que te pareció?”
“Bueno... –dudé y demoré en dar una honesta respuesta, pero si uno teme dar una opinión acerca de lo que cree... está perdido. Entonces dije-... William, francamente... creo que es un bodrio”.
“Bodrio es poco mi amigo... Mario nunca había escrito algo con tanta rabia personal, ni con tanto ensañamiento contra la imagen que él mismo creó de sí. Creo que sus demonios pugnaban por salir, clamaban por ser exorcizados, y salieron en forma de esa novela, por eso afirmo que ‘La Historia de Mayta’ fue su vomito literario... -dijo de manera despiadada, y para terminar vaticinó a manera de maldición-... Jamás le darán el Premio Nóbel en literatura!”.
“Y la Fiesta del Chivo?” antepuse como un recurso para contradecir sus palabras.
“Si la publicaba en los 60’s hubiera sido su obra cumbre... Pero no lo hizo... Esperó demasiado... ¿Recuerdas lo que dije acerca de “El artista y su época”?... Bien, hoy es totalmente inofensiva”.
Yo no estaba para defender a nadie, por muy renombrado que fuera, en los problemas de su vida personal. En su momento, cuando la leí, la novela no me gustó y punto, aunque ahora, luego de escuchar a mi amigo hablar acerca de los oscuros detalles del autor, mi criterio literario acerca de la novela se aclaraba.
Y para orientar la conversación en otro sentido le dije, “Ganar dinero no te convierte en una persona mala... Además mencionaste la libertad económica. ¿La necesita un escritor?”. Mi interlocutor entendió mi intención de dejar atrás lo superfluo, entonces sonrió, y luego de vaciar el vaso de cerveza en sus entrañas, me dijo.
“No. El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Que yo sepa nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente realmente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte. Los que son buenos no se preocupan por tener éxito o por hacerse ricos. El éxito es femenino e igual que una mujer: si uno se le humilla, le pasa por encima. De modo, pues, que la mejor manera de tratarla es mostrándole el puño. Entonces tal vez la que se humille será ella.”
“Fucking machista...” Me dije para mis adentros por el desacertado ejemplo que había dado William, aunque rápidamente comprendí que tenía que ubicarlo en su época, además de desmitificarlo. Si algo podía aprender de esta inusitada entrevista era comprender al William Faulkner como escritor y persona, como un solo ente, con sus vicios y virtudes, y no como un falso icono de la perfección.
“¿Una jarra más, guapos?” Nos preguntó un par de desnudos globos mamarios llenos de silicona. Cuando levanté el rostro y pude retroceder un poco para mirar a quien realmente hizo la pregunta, lo único que pude percibir en un primer instante fue una despampanante silueta, a contraluz con el escenario, con una brillante sonrisa en la oscuridad como contraste de la penumbra, y dos puntos azules que asumí como sus ojos. ¿Fue una visión erótica? Para nada. Al contrario, me pareció como si estuviera viendo una cabeza de calabaza en la temporada de Halloween.
“Sí... Una más por favor” Se apresuró en contestar mi amigo. ¿Amigos? Sí, después de cinco jarras de cerveza e incontables ácidos comentarios acerca de muchos escritores y sus novelas ya éramos amigos del alma.
“Aquí tienes tu cerveza... Big Chief” Me dijo la de los globos de silicona y William lanzó una carcajada. Inmediatamente, entre toses y risas, me dijo “Michael, te cree apache... jajaja”
“Fuck you, asshole!” le maldije entre risas también.
“Ups...” Dijo la cabeza de calabaza tratando de disculparse.
“Me tiene sin cuidado!” le dije sonriendo, a la vez que hacía un gesto de desdén.
“Mi nombre es Julienne, precioso... y dentro de media hora me voy a casa... pero antes me gustaría bailar para Uds... ¿Qué dices?”.
La pregunta fue directa hacia mi persona. William estaba por responder con una perspicaz salida negativa, pero yo me adelanté.
“Claro Julienne... Me encantaría verte bailar antes de que te vayas a casa” Le dije cortésmente, y la rubia se fue feliz meneando la cola, prometiendo volver.
“No pudiste negarte, chief... ¿No?”.
Su comentario-pregunta me incomodó, era la segunda vez que mi extrema susceptibilidad étnica me denunciaba un atropello. Si me parecía a un apache o no, me tenía sin cuidado, lo que me molestaba era que se me prejuzgara un determinado comportamiento debido a mi apariencia física. Y como no tengo pelos en la lengua le dije “Oye sureño “cuellorojo” mal nacido no te has dado cuenta que los tiempos han cambiado y que la discriminación principal está entre los que tienen mucho y los que no tienen nada... Yo tengo, yo puedo ser amable, invitarte a comer y beber, y pagar por el baile exótico de la güera (gringa)... en cambio tú... ” e iba a continuar agrediendo verbalmente al gringo William, y posiblemente hubiera arruinado la noche, pero Julienne, acompañada de una despampanante mulata, se hizo presente para el baile acordado.
La magia de ambas mujeres estuvo en su aparente muestra de sumisión, además de la capacidad de contornearse al ritmo de la melodía. Magia que logró borrar cualquier mal humor que hubiéramos podido tener, principalmente en William quien, luego que las chicas se fueron, siguió hablando conmigo como si no hubiera ocurrido nada.
“¿Trabajar para el cine es perjudicial para su propia obra de escritor?” Le pregunté. Y de manera categórica me respondió.
“Nada puede perjudicar la obra de un hombre si éste es un escritor de primera, nada podrá ayudarlo mucho. El problema no existe si el escritor no es de primera, porque ya habrá vendido su alma por una piscina”.
“Dices que el escritor debe transigir cuando trabaja para el cine. ¿Y en cuanto a su propia obra? ¿Tiene alguna obligación con el lector?”.
“Su obligación es hacer su obra lo mejor que pueda hacerla; cualquier obligación que le quede después de eso, puede gastarla como le venga la gana. Yo, por mi parte, estoy demasiado ocupado para preocuparme por el público. No tengo tiempo para pensar en quién me lee. No me interesa la opinión de Juan Lector sobre mi obra ni sobre la de cualquier otro escritor. La norma que tengo que cumplir es la mía, y esa es la que me hace sentir como me siento cuando leo La tentación de Saint Antoine o el Antiguo Testamento. Me hace sentir bien, del mismo modo que observar un pájaro me hace sentir bien. Si reencarnara, sabe usted, me gustaría volver a vivir como un zopilote. Nadie lo odia, ni lo envidia, ni lo quiere, ni lo necesita. Nadie se mete con él, nunca está en peligro y puede comer cualquier cosa.”
“¿Qué técnica utiliza para cumplir su norma?”
“Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie sabe lo bastante para darle consejos, tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo.”
“Entonces, ¿Niegas la validez de la técnica?”
“De ninguna manera. Algunas veces la técnica arremete y se apodera del sueño antes de que el propio escritor pueda aprehenderlo. Eso es tour de force y la obra terminada es simplemente cuestión de juntar bien los ladrillos, puesto que el escritor probablemente conoce cada una de las palabras que va a usar hasta el fin de la obra antes de escribir la primera. Eso sucedió con Mientras agonizo. No fue fácil. Ningún trabajo honrado lo es. Fue sencillo en cuanto que todo el material estaba ya a la mano. La composición de la obra me llevó sólo unas seis semanas en el tiempo libre que me dejaba un empleo de doce horas al día haciendo trabajo manual. Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo. Eso sucede, digamos, alrededor de la página 275. Claro está que yo no sé lo que sucedería si terminara el libro en la página 274. La cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquélla que me causó la mayor aflicción y angustia del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote”.
“¿Qué obra es ésa?”
“El Sonido y la Furia. La escribí cinco veces distintas, tratando de contar la historia para librarme del sueño que seguiría angustiándome mientras no la contara. Es una tragedia de dos mujeres perdidas: Caddy y su hija. Dilsey es uno de mis personajes favoritos porque es valiente, generosa, dulce y honrada. Es mucho más valiente, honrada y generosa que yo”.
Estábamos con la sexta jarra de cerveza en la mesa y el reloj marcaba ya las 3.00 de la madrugada. Había sido una larga y amena conversación con William, pero, sin estar mareado, ya no deseaba beber más. Fue cuando Julienne y su amiga, la mulata, se acercaron a nuestra mesa, esta vez vestidas en jeans y camisas de franela.
“¿Podemos hacerles compañía?...-Y debido a los breves segundos de nuestro silencio, agregó inmediatamente-... Ya estamos fuera del trabajo” Mientras los ojos de la morena relampagueaban fuego mirando a William.
William, ni corto ni perezoso, empujó su silla hacia atrás, y la morena sin dilación se sentó en una de sus rodillas... Yo...
Hasta aquí llegamos hoy con esta amañada historia basada en una entrevista real al gran escritor americano William Faulkner...
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Hoy, lunes, recibí un mensaje de texto en mi celular. Era de Juliette, en donde me decía que me amaba, que nunca había amado a nadie de ...
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¿QUÉ ME ESTÁ SUCEDIENDO? By Michaelangelo Barnez. Enero 2021. Diciembre del 2020 fue fabuloso, realmente fabuloso e increíble. Uds. Se...
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Autor... Michaelangelo Barnez Para empezar diré que los Viajes Astrales son experiencias extraordinarias en donde el espíritu, alma, ánima...